■ Más que lujo, buscaba funcionalidad

O’Gorman concretó su teoría al construir su casa

Fernando Camacho Servín

Más que levantar edificios para hacinar personas, la arquitectura debe crear espacios vitales, adaptados al entorno natural y que cumplan con su función original, más allá de la simple apariencia o las modas pasajeras.

Con esta idea, Juan O’Gorman (1905-1982) construyó muchos inmuebles pensados para durar y ser útiles, entre ellos los que habitaron en San Ángel los pintores Diego Rivera y Frida Kahlo; uno de ellos se convirtió en museo.

En esa zona, el arquitecto edificó para sí mismo una casa para ser su refugio, donde finalmente se quitó la vida, agobiado por el cáncer de riñón.

La actual propietaria del inmueble, Paulina Parlange, cuenta en entrevista con La Jornada cómo es habitar cotidianamente en un espacio donde la funcionalidad da lugar a su propia belleza.

Ubicado en el número 88 de la calle Jardín, el sitio no llama especialmente la atención. Además de una gran jacaranda y un muro cubierto de hierbas trepadoras, no hay ningún elemento que muestre su valor arquitectónico.

Una vez dentro, tampoco se observan detalles o estructuras de gran lujo, sólo indicios de una austeridad muy bien pensada que persiste como referente.

Admiración de Toyo Ito

Aunque no se dedica a la arquitectura, Parlange ha tenido la curiosidad de informarse sobre el lugar que habita y quien lo creó.

Por ello, sabe que O’Gorman lo construyó cuando tenía sólo 24 años, vivió allí con su esposa Helen y regresó a ella en los últimos años de su vida, porque la consideraba como sus “pantuflas viejas”, por la comodidad.

A pesar de su aspecto descuidado, la casa sedujo a Parlange y decidió comprarla en 1989.

Pronto descubrió que el arquitecto y pintor que la había diseñado calculó hasta los mínimos detalles para hacerla una morada sencilla, pero funcionalmente impecable.

“Todo le sirve bien, sobre todo el sistema hidráulico. Además, las ventanas tienen un sistema de ventilación cruzada para que no haga ni frío ni calor excesivo en ninguna época del año, y que la luz se filtre y se aproveche durante todo el día. En muchos aspectos, se trata de una casa gemela de la de Frida (Kahlo)” en San Ángel, detalló Parlange.

Cuando llegó al inmueble y vio que las puertas, las llaves del agua y otros detalles parecían demasiado sencillos y poco durables, pensó en dejarlos así hasta que se descompusieran, pero eso, cuenta entre risas, no ha ocurrido en 20 años.

Ahí han acudido arquitectos como Miquel Adrià o Toyo Ito; este último, luego de haber visitado algunos de los edificios más lujosos de la ciudad, llegó en su limusina y se quedó “maravillado” con la forma en que O’Gorman supo utilizar los materiales y recursos más económicos para construir la casa.

Ese mismo principio siguió para edificar la casa de Diego Rivera, cercana a la suya.

El pintor necesitaba “una casa grande, donde entrara mucha luz y cupieran muchas personas, pero como militante comunista, quería que se construyera con tres pesos y 50 centavos”. Y así fue.

Sin embargo, ese estilo arquitectónico no siempre fue bien recibido por los vecinos de San Ángel, recordó Parlange. Alguna vez, un grupo de personas se manifestó contra los “adefesios” del arquitecto, en defensa de la “tradición colonial” del barrio.

“O’Gorman odiaba que le dijeran que tenía una casa bonita. Él pensaba que separar la arquitectura de la ingeniería era un error, una arquitectura burguesa. No soy experta, pero creo que ahora se está regresando a lo funcional”, a garantizar la efectividad de una vivienda, antes que la apariencia o el lujo.