■ Quizá se produjo desaforadamente, pero no hundimos la industria, asegura
Más daño hicieron los políticos que las cintas de ficheras: Inclán
■ Fue una época divertidísima, trabajamos entre puros cuates y además había mujeres guapísimas y audaces
■ El lenguaje era infantil si se le compara con el cine de ahora
Ampliar la imagen Las películas de ficheras no eran más que un cambio, un traslado de la comedia ligera que hicimos todos, dice Rafael Inclán Foto: Arturo Cruz Bárcenas
El cine de ficheras no hizo daño al cine nacional y a su industria, afirmó uno de sus actores protagónicos: Rafael Inclán (22 de febrero de 1941, Mérida, Yucatán), quien como histrión oscila de películas como El coronel no tiene quien le escriba a Como agua pa’ longaniza, y de la obra de teatro El avaro, de Moliére, a la cinta Una gallina muy ponedora, desde 1961, año que él considera como el inicio de su vida profesional. Con tal permanencia en el medio artístico, lamentó en entrevista que en el teatro lo que está funcionando son los best-sellers escénicos, “eso de las cabronas y las vaginas”.
El motivo inicial de la entrevista era hablar de por qué una obra como El avaro duró tan poco en cartelera.
El avaro no se mantuvo ni seis meses, hasta que el escaso público y los compromisos de Inclán con Televisa, del cual es artista exclusivo, lo obligaron a cerrar la temporada. “El teatro es mágico; tiene un ambiente muy especial, respetando todos los géneros, y le dímos el cerrojazo.
“Uno quisiera que fuera más gente a ver obras como El avaro, tanta como la que va a ver los bets-sellers escénicos, como esas puestas de ¿Por qué los hombres aman a las cabronas?, y Los monólogos de la vagina. Todo esto que son best-sellers escénicos, que es teatro de diván, porque mucho es de sicólogos y sociólogos, de gente que se dedica a representar problemas de la humanidad.
“El teatro de este estilo, el teatro nuestro, el que sabemos hacer, no está en este momento tan socorrido. Hay muchos tipos de humor porque hay público para todo. Hay personas que pueden ir a ver, tranquilamente, a los Mascabrothers, con su humor más simple y al mismo tiempo alburero, y que pueden ir y divertirse con El avaro”, añadió.
La infancia de Inclán estuvo ligada a los escenarios. Su madre Gloria Alicia Inclán y su tía Elena Inclán trabajaron en carpas, y su padre, Alfonso Jiménez, mejor conocido como El Kilómetro, definieron su futuro. Por la intervención de su mamá entró a trabajar a la compañía de teatro de Don Luis G. Basurto, donde poco a poco empezó con algunos papeles en obras de teatro.
La madre de todos los géneros
En 1968, su carrera se inclinó hacia el cine de contenido adulto con la cinta Las golfas; sin embargo, su interés se centró en el teatro. En ese ámbito ha compartido los escenarios con otras importantes figuras en producciones como Trincheras, El tenorio cómico musical, México, lindo y querido y Los pepenadores.
Hoy se le ve en la pantalla chica, con papeles de abuelo en la serie Alma de Hierro, pero acotó que nunca le dio un gran espacio a la televisión, pues “me fui de cabeza al cine, hace de 35 años”. Esto a partir de 1972, para llegar a sumar más de 80 películas y videohomes como El héroe desconocido, El billetero, La pulquería, El evangelio de las maravillas, El coronel no tiene quien le escriba, La perdición de los hombres, cinta premiada con La Concha de Plata en el Festival de San Sebastián. En 2003 participó en la película Asesino en serio y Nicotina.
“Soy un actor que trabaja en televisión, pero no aprendí a hacer la tele como producción, como sí lo hicieron Jorge Ortiz de Pinedo y Héctor Suárez. Lo que sí debo decir es que es un colchón muy rico estar contratado por una empresa como Televisa”.
De películas y videos lleva unas cien, de obras de teatro 50 y de telenovelas tan sólo 10. Es un icono de las películas de ficheras, periodo que considera que no lo encajonó: “las películas de ficheras no eran más que un cambio, un traslado de la comedia ligera que hicimos todos, como Alfonso Zayas, Pedro Weber Chatanuga, Luis de Alba, Lalo El Mimo o El Flaco Ibáñez, El Güero Castro o El Pelón Solares, toda esta flota que hacíamos teatro de comedia. Hacíamos teatro ligero… pero si vieran qué difícil es hacer teatro ligero, el género ínfimo, el género chico.
“En esas películas de ficheras el lenguaje era como de caricaturas, si se le compara con el de hoy, tanto en el cine como en la tele. Nos llamaron a los que funcionábamos, a los que vendíamos. Zayas era el que más vendía, porque tuvo la suerte de que lo agarró Martínez Solares e hicieron reprise de todas las películas de Tin Tan. Por mi parte, yo tenía otras inquietudes y empecé a hacer cosas con Roberto Rodríguez, hermano de Ismael Rodríguez, como El billetero, con Blanca Guerra y Pedro Armendáriz. Yo quería hacer tragicomedia dentro de la misma comedia.
“En una película de Jorge Isaac, de las de El sexo me da risa, le pedí al director una escenita más o menos seria, algo de lo que bordaba Joaquín Pardavé. La tragicomedia es el género madre en todos los aspectos. Eso implicaba un riesgo, porque se comenzaron a hacer películas muy malas que acabaron con el negocio. Lo acabamos todos.”
Malos administradores
–Gente del medio afirma que las películas de ficheras dañaron al cine mexicano.
–No sé qué tanto daño hayan hecho. Tal vez le hicieron más daño algunos políticos o los malos administradores.
–¿Qué tan divertido era hacer estas películas?
–Mucho, porque trabajábamos entre puros cuates. Nos conocíamos demasiado, nos llevábamos muy pesado y nos sabíamos todo, y además mujeres guapísimas y audaces como Isela Vega, Sasha Montenegro, Angélica Chaín y tantas vedettes que eran nuestras amigas desde antes, en el teatro. Ni siquiera nos sorprendíamos por el cuererío. ¡Eramos parte!
“No nos asustaban las guapas, ni las buenísimas, porque ya veníamos de trabajar con ellas. Eramos amigos de sus novios, de sus amantes, de sus esposos. Quizá ese cine lo hicimos desaforadamente, pero no como para decir que hundimos la industria”, finalizó Rafael Inclán, quien entre sus planes tiene el de crear una compañía de teatro.