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■ ¡Pum!, reventó la “solución definitiva”
De tiempo atrás se encendieron los focos rojos que advertían el inminente estallido de lo que en su momento las creativas mentes gubernamentales calificaron de “solución definitiva”, los Pidiregas, a la cada vez más notoria ausencia de inversión pública en los dos pilares del sector energético nacional (Pemex y CFE). Las voces de alerta, especialmente en el trienio del “cambio”, no fueron escuchadas, mientras la corta mecha se consumía.
Pues bien, parece que llegó el momento y la bomba llamada “solución definitiva” para la inversión en Petróleos Mexicanos y la Comisión Federal de Electricidad, simple y sencillamente ha comenzado a reventar: “no existen recursos monetarios o reservas líquidas para Pidiregas, que pudieran utilizarse en un momento dado para solventar el pasivo contingente de esas obligaciones. En adición a esto, en 2006 no se registraron operaciones tendientes a pagar anticipadamente amortizaciones de los proyectos, dado que no se crearon las reservas líquidas al cierre del ejercicio… En el mediano plazo se prevé una elevada presión financiera sobre las finanzas gubernamentales”, derivadas del pago de la amortización de esos proyectos, de acuerdo con la Auditoría Superior de la Federación.
Los Pidiregas se convirtieron en una suerte de tarjeta de crédito sin límite (con intereses de agio) que irresponsablemente ha utilizado el gobierno federal para tapar un hoyo y, al mismo tiempo, abrir dos, en un despreocupado ejercicio que tarde que temprano lo ahogaría financieramente. Resulta, pues, que las finanzas de Pemex, exprimidas, asfixiadas por el gobierno federal, no alcanzan para las dos cosas: atender las exigencias del fisco y cubrir los intereses derivados de la “solución definitiva”.
En su revisión de la Cuenta de la Hacienda Pública Federal 2006, la ASF reconoce que “la rentabilidad de los proyectos Pidiregas tanto de Pemex como de CFE, sin considerar la carga fiscal, es elevada y garantizaría de manera holgada el pago de los pasivos contratados. Sin embargo, si se considera la carga fiscal, los ingresos que Pemex recibirá serán muy exiguos para enfrentar esos compromisos, por tanto, si no se dan las adecuaciones al marco fiscal o se generan las reformas necesarias para mejorar la situación financiera de la entidad paraestatal, los compromisos asumidos por el ente tendrán que ser cubiertos con recursos presupuestales del gobierno federal”, que en 40 por ciento dependen de las finanzas petroleras.
En el sexenio del “cambio”, el gobierno foxista alegremente se sirvió con la cuchara grande en este renglón, pero “el bajo nivel de las reservas de hidrocarburos (sin considerar las denominadas 2P y 3P), la inexistencia de reservas monetarias para afrontar los compromisos financieros asociados a los pasivos Pidiregas, la elevada carga fiscal y el pago de estas obligaciones, constituyen un alto riesgo de que sean cubiertas con recursos presupuestales del gobierno federal (40 centavos de cada peso lo “aporta” Petróleos Mexicanos), ya que su perfil de vencimientos “es más extenso que el plazo estimado de explotación de este recurso energético”.
De acuerdo con la información correspondiente a 2006, 86.3 por ciento de los pasivos de la “solución definitiva” corresponden a Petróleos Mexicanos y el 13.7 por ciento restante a la CFE, “y es el pasivo directo el que crece más rápidamente que el contingente tanto en términos nominales como reales, lo que indica que en el corto plazo se generará mayor presión en la demanda de recursos financieros para cubrir estos compromisos. Su evolución en el periodo 2001-2006, muestra un mayor ascenso en los pasivos de Pemex, ya que se incrementaron nominalmente en 560 por ciento y de manera real en 380.4 por ciento, mientras en la CFE estas cifras alcanzaron 123.4 y 62.6 por ciento, respectivamente. Esta disparidad en la tendencia de los pasivos totales es explicable porque en Pemex, aunque posee menor cantidad de proyectos, el costo de cierre de cada uno de ellos, es decir, el valor total de los activos adquiridos a precios de 2006, es 6.2 veces superior al de la Comisión”. Tales incrementos se dieron, apunta la ASF, por la notoria ausencia de inversión pública presupuestaria.
Entre 2001 y 2006, el número de proyectos de inversión directa que generaron pasivos (directos y contingentes) pasaron de 30 a 134, esto es 4.5 veces más que en 2001. De los 134 proyectos que se encontraron vigentes en 2006 en la fase de pago de sus obligaciones financieras, 31 correspondieron a Petróleos Mexicanos y 103 a la Comisión Federal de Electricidad. En el caso de Pemex sólo cinco proyectos, de los 31 con los que cuenta en operación, se han concluido totalmente, mientras el resto registraron cierres parciales. Por su parte, en la CFE el caso es inverso, toda vez que de los 103 proyectos con compromisos financieros a 2006, se terminaron 87, y el resto reportaron cierres parciales. “Ello implica que en términos del pasivo total, la primera entidad agregará pasivos hasta que los proyectos con cierre parcial estén concluidos”.
La ASF fija su análisis en tres proyectos de inversión a cargo de Pemex, (Burgos, Cantarell y Ku-Maloob-Zaap): entre 2001 y 2006 el costo total autorizado para su ejecución pasó de 247 mil millones de pesos a más de 708 mil millones, 2.9 veces con respecto al valor de las inversiones a financiar estimadas en 2001. “La rentabilidad obtenida por los Pidiregas, sobre todo los que están a cargo de Pemex, se realizó sin considerar que esta empresa está sujeta a un régimen fiscal especial que genera una carga impositiva que sustrae la mayor parte de los excedentes derivados de la explotación de los yacimientos y la comercialización del crudo… Se tiene que, contando a partir de 2006, el plazo de vencimiento de los financiamientos contratados es mayor que los 10.3 años de duración de las reservas probadas o comercialmente explotables”, estimados por la propia paraestatal.
Las rebanadas del pastel
En pocas palabras, una reforma energética real que no comience con una verdadera reforma fiscal no sirve para nada.