■ Bob Dylan se presentó en la Plaza de Armas de Zacatecas, en concierto masivo
“El problema es el idioma, pero a ver qué propuesta trae”
■ El músico, que siempre está de paso, abarrotó el lugar y sus alrededores
■ Había desde fanáticos, como una pareja de estadunidenses sesentones, hasta señoras que acudieron porque era gratis
Ampliar la imagen Tony Garnier, George Recile y Bob Dylan. Se estima que asistieron entre 20 mil y 35 mil personas al concierto Foto: Óscar Báez/ La Jornada Zacatecas
Zacatecas. Nadie sabía qué esperar. Ni el público ni los músicos. Bob Dylan en concierto gratuito en la plaza de una ciudad de la provincia mexicana. Eso sí, era el tema del momento: la prensa local proclamaba que había llegado el día de Dylan y el director del Instituto Zacatecano de Cultura, aseguraba que cambiaría la historia del estado (La Jornada Zacatecas).
¿Quién era ese Dylan que armó tanto alboroto? ¿La estrella de rock con un cúmulo de Grammys y un Óscar? ¿El poeta que ganó el premio Príncipe de Asturias?
Este martes, tras una larga espera en filas que se estiraban cuadras y más cuadras, hora y media antes del concierto ya estaba llena la Plaza de Armas, a un costado de la Catedral, con cupo para unas 10 mil personas. Una multitud que se quedó afuera se conformó con las pantallas instaladas por el 22 Festival de Zacatecas, organizador del encuentro (la cifra total de asistentes varió de 20 mil a 35 mil).
Ahí estaban locales y de otras partes de la República: padres con sus hijos adolescentes, autoproclamados fanáticos, como una pareja de estadunidenses sesentones que lo siguen de concierto en concierto, señoras que acudieron al festival gratuito con algún famoso en la plaza.
Estaba ahí la generación de treintaypico que creció escuchando los LPs de sus padres, sin entender a qué se refería aquella voz que más que cantar recitaba “¿dónde has estado, hijo de ojos azules?”… pero que se conmovían.
Un zacatecano de unos 50 años comentó: “Dylan estuvo en el movimiento del 68, era parte del grupo de Joan Baez y ellos. A mí no me pasa todo eso, pero ahora que se dice poeta, a ver qué propuesta trae”. Tras una pausa, añadió: “El problema es el idioma. No le voy a entender, pero vamos a ver qué trae”.
El poeta y sus músicos arrancaron con Rainy day women #12 & 35, aquella canción que miles, quizá millones de jóvenes han hecho suya: te apedrean cuando eres joven y capaz, pero no me sentiría tan solo, todos deberían ponerse pachecos.
A sus 66 años, Dylan lleva 45 de componer canciones, escribir poemas, novelas y una autobiografía, y ahora conduce el programa Theme Time Radio Hour, en XM Satellite.
Dylan tocó la guitarra, la armónica y, la mayor parte del tiempo, los teclados, acompañado por magníficos músicos: Tony Garnier (bajo), George Recile (batería), Stu Kimball (guitarra), Denny Freeman (guitarra), Donnie Herron (violín, banjo, mandolina eléctrica, guitarra pedal steel y lap steel), ahí para entregar sus canciones sin aspavientos. Puras, simples, porque vienen directo del corazón; complejas, porque escarban en el alma; transformadas por el tiempo. Alguna vez dijo que una canción no dice lo mismo 10 años después. Quizá sea una razón por la cual transforma la manera de interpretarlas. En ocasiones a tal grado que muchos no reconocen clásicos, como ocurrió con Ain’t me, babe.
También hay públicos que se resisten al cambio. Así sucedió con Just like a woman, aquella balada que tantos jóvenes dedicaron a sus enamoradas y que fue una de las piezas más celebradas de la noche.
Dylan, frente a los teclados, cantaba “she makes love”, pausa, el público coreaba “just like a woman” (tonada original) y Dylan seguía con su nueva versión. Y así, durante toda la pieza. Dos canciones en una.
En los años 60, cuando el artista tenía 22, 23 años, puso en poesía lo que pasaba, la esperanza y la furia. Escribió algunas de los más poderosos temas antiguerra y contra las injusticias sociales y económicas; también habló sobre lo más íntimo, las dudas, los temores y los amores.
Le dijo al poder lo que todos querían decirle, como hizo de nuevo esta noche, cuatro décadas después, al cantar Masters of War: “Nada más quiero que sepas que puedo ver a través de tus máscaras… hay una cosa que sé, a pesar de ser más joven que tú, ni Jesús perdonaría lo que haces”. Interpretó la dolorosamente vigente canción en una versión seca, con un comienzo en intenso susurro, frases musicales cortas y acompañado de la furiosa guitarra de Denny Freeman.
Ningún sirviente de la izquierda
En los años 60 una generación entera se rebelaba, reconocía que los tiempos estaban cambiando, escuchaba el sonido de los truenos que rugían como una advertencia y las respuestas que soplaban en el aire, y se sentían como piedra rodante.
Cuando salían a marchar, lo hacían cantando The times they are a-changing. Cuando pachequeaban con los amigos o seducían a una chava, lo hacían oyendo Just like a woman.
Una generación entera dijo: “este poeta es nuestro, es nuestro portavoz, nuestro representante”.
Pero Dylan no se dejó. Para él, significaba encogerse, ser propiedad de, quedarse en una especie de jaula, él no era “sirviente de la izquierda”, en palabras de Allen Ginsberg en el magnífico documental No direction home, de Martin Scorsese.
Dylan tenía mucho más que decir y pensar y respirar, y se sabría “bien su canción antes de empezar a cantarla”.
No se quedó en la jaula contestataria ni en ninguna otra. Siguió su camino, como un errante, como su gran maestro Woody Guthrie.
A finales de los años 70 se convirtió en cristiano. Muchos de sus adeptos no lo siguieron por ese camino. El continuó, sin importarle ya no estar entre los 10 primeros.
Dylan es un poeta que siempre está de paso, que nunca llega. No se queda. No se acomoda. Le incomoda la comodidad.
Siguió escribiendo, hasta llegar a Modern times (2006): en Working man’s blues le canta a la vez a un amor y a los trabajadores; en Ain’t talkin, camina por el jardín místico y dice que “no hay nadie aquí, el jardinero se fue” y culmina: “no estoy hablando, nomás caminando”.
Dice el periodista Pete Hamill que “Dylan es tan personal y tan universal como Yeats o Blake”.
Y quizá porque Dylan sigue caminando y preguntándose por cuántos caminos debe un hombre caminar antes de que se le pueda llamar un hombre, hoy es más contemporáneo que muchos de sus contemporáneos. No sólo por lo que hace ahora, sino porque sus canciones de hace cuatro décadas significan algo para las nuevas generaciones, como se nota en la enorme cantidad de jóvenes en este concierto (“Dylan se recicla”, observó una defeña). Quizá porque, como los grandes poetas, su arte trasciende su época. Quizá porque sigue habiendo injusticias y guerra, y también un anhelo de cambio y la gente sigue buscando respuestas en el viento, como dijo un seguidor del músico.
La banda terminó con la sugerente Forever young, acompañado de la sentida armónica de Bob Dylan.
Las luces alumbraron al público. Los músicos se pararon juntos. Bob Dylan recorrió con la mirada la gente en las gradas y en la plancha de la plaza de Zacatecas. Hizo una seña, y se fueron.