Usted está aquí: jueves 27 de marzo de 2008 Opinión Sensacional de maricones

Olga Harmony

Sensacional de maricones

Todos sabemos que a Luis Enrique Gutiérrez Ortiz Monasterio (Legom) le gusta ser tenido por un niño terrible de nuestra dramaturgia y a muchos sorprende que sus textos puedan llevarse a escena después de sus despectivas palabras hacia todos los directores, aduciendo que ninguno es bueno, lo que, o bien demuestra ignorancia del quehacer teatral o es una más de sus provocativas puntadas. El título de esta obra, por lo que pueda tener de homófobo, me había hecho remisa a verla, pero su evidente éxito en muchos espacios y durante largo tiempo –fenómeno no usual entre los autores mexicanos– además de que se quiera o no, se trata de un dramaturgo con una trayectoria consistente, me llevó a presenciar tardíamente la escenificación de Sensacional de maricones dirigida por Boris Schoemann, ahora en el espacio de La Gruta.

En otras ocasiones he lamentado que el decidido gusto por lo soez de Legom impide que el regocijado público advierta la crítica social que entrañan sus textos, pero ahora es al revés. Lo que podría ser el abismo entre los que disfrutan de uno u otro alimento chatarra (chocorroles vrs productos Nestlé) es un elemento desperdiciado dentro del desarrollo de la obra y la crítica final a la pérdida de las casas hipotecadas es una especie de pegote a lo narrado. Lo que se sostiene es la burla a las revistas del corazón, con ésta que lleva el título mismo de la obra, dirigida a la comunidad gay. Y aquí es donde yo lamento que los chistoretes acerca de los homosexuales (aunque al final todos parecen serlo y la única mujer de la historia es tan repulsiva que el texto aparece más bien como misógino), la inútil presencia del vecino travestido y los constantes albures oculten la inteligente dramaturgia.

El autor juega con varios planos, la realidad de Jaimito, don Juan y la señora, los sueños del muchacho con su amado patrón y sus recuerdos de infancia en el pueblo y las cartas y consejos que recibe del Dr. Peligro a través de la revista. Unos y otros planos se confunden, sobre todo la lectura de Sensacional... que se superpone con las actitudes de todos los personajes. Teatro narrado y teatro dialogado en esta historia contada como una fotonovela en la que se revive al mariconcito que hace décadas hizo reír a las audiencias televisivas, personaje que ya creíamos superado pero que aún hace reír a los espectadores, aunque aquí tiene la variante de ser un enamorado platónico que rechaza el sexo. Sigo pensando que detrás de las provocaciones, hay un dramaturgo que sabe construir sus textos con talento.

Se entiende que el teatro no es un té de señoras victorianas y que no se debe apelar al buen gusto, pero hay un límite para lo aceptable, sobre todo cuando lo escatológico y desagradable no es necesario. No era necesario convertir todos los espacios que el texto requiere en dos excusados, según la escenografía de Noé Casillas, con medias puertas que se abren o cierran y una ventana rectangular en donde también hay acción escénica. Ver casi constantemente a Jaimito o a don Juan sentados en un excusado, sea cual fuere el lugar en donde se supone que están puede ser muy chistoso pero poco funcional para la historia. Los bailes coreografiados por Marcela Aguilar son regulares y totalmente fuera de lo que se cuenta, sea la realidad del muchacho y sus patrones, sea la otra realidad, la de la fotonovela que se está contando en la revista de marras, en la imbricación de planos que propone el autor y que con esto se elimina. Los actores están muy graciosos, Alejandro Morales como el tímido y amanerado Jaimito, que no desea el atractivo turístico que supone ser el maricón del pueblo y no quiere regresar a su terruño; Manuel Vargas, que en la función que vi suplió a Juan Carlos Vives como el machín don Juan, y Mahalat Sánchez, un tanto exagerada como la señora. El vestuario de Pilar Boliver y Jorge Contreras y la musicalización de Lucía Muñoz completan la escenificación de este texto, para mí muy desconcertante por todo lo antedicho y porque roza la homofobia.

 
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