Usted está aquí: miércoles 26 de marzo de 2008 Espectáculos Murió Rafael Azcona, el escritor más influyente del cine español

■ Su obra literaria y cinematográfica cuenta la historia de España de la posguerra

Murió Rafael Azcona, el escritor más influyente del cine español

■ Participó en El año de las luces y La lengua de las mariposas, entre otras muchas cintas

■ Nadie ha superado su capacidad de imaginación ni su rigor intelectual: Ángeles González-Sinde

Armando G. Tejeda (Corresponsal)

Ampliar la imagen Sobre su trabajo Rafael Azcona decía: escribo "cosas divertidas sobre cosas tristes" Sobre su trabajo Rafael Azcona decía: escribo “cosas divertidas sobre cosas tristes” Foto: tomada de Internet

Madrid, 25 de marzo. Rafael Azcona, el guionista que contó con su pluma la historia tragicómica de la España de la posguerra, el escritor más influyente del cine contemporáneo de ese país, con más de cien guiones a sus espaldas, murió el pasado lunes en Madrid. Luchaba desde hace varios años contra un cáncer de pulmón, que finalmente precipitó su fallecimiento a los 81 años. La industria cinematográfica española expresó su profunda tristeza por esta pérdida.

El nombre de Rafael Azcona se asocia de inmediato con la vertiginosa evolución del cine español en la segunda mitad del siglo pasado, que pasó de sufrir los rigores de la censura de la dictadura franquista a la explosión creativa de la década de los años 80. Azcona estuvo en ambas: sufrió en carne propia la severidad del régimen fascista, al que también retrató en obras inmortales, como El verdugo, de Luis García Berlanga, en la que se cuenta la historia de un hombre piadoso, bonachón y melancólico cuyo trabajo consiste en ser el “verdugo” de la dictadura. Esta película, así como los más de cien títulos en los que participó como guionista en las llamadas “décadas de oro” del cine español, muestra algunas de las características emblemáticas de su obra: mordacidad crítica, humor negro y parodia cervantina, o, como él decía: “escribir cosas divertidas sobre cosas tristes”.

Azcona era un hombre discreto. Eso explica que a pesar de que su muerte se registró el pasado lunes, en un hospital de Madrid y después de varias semanas de un crítico estado de salud, sus familiares informaran hasta este martes a los medios de comunicación, después de la incineración de su cuerpo, según expreso deseo del escritor, que huyó hasta el final de sus días de las alharacas de ser un personaje público.

Una víctima más de la dictadura militar

Nació en Logroño, capital de La Rioja, en el convulso año de 1926, sólo 10 antes de que estallara la Guerra Civil española (1936-1939). De niño y de joven vivió y padeció las carencias y el rigor de la dictadura militar que gobernó este país hasta 1978, con lo que buena parte de su obra literaria y cinematográfica se sitúa precisamente en esa época. Destacan El cochecito y El secreto de los hombres azules, o las que hizo junto a Carlos Saura, como La prima Angélica y ¡Ay, Carmela!, o con Luis García Berlanga (El verdugo o La vaquilla), Fernando Trueba (El año de las luces, Oso de Oro en el Festival de Berlín, o Belle époque) y José Luis García Sánchez (La corte de faraón y Tranvía a la Malvarrosa).

Azcona ganó el Premio Nacional de Cinematografía en 1982, la medalla de oro de las Bellas Artes en 1994 y el Goya de honor en 1998. Por sus guiones obtuvo cinco Goyas: El bosque animado (1988), ¡Ay, Carmela! (1991) Belle époque (1993), Tirano Banderas (1994) y La lengua de las mariposas (2000).

El mundo de la cultura y del cine lloró la muerte de Azcona, que se suma a la del célebre cómico Fernando Fernán Gómez, ocurrida en noviembre pasado, dos personajes que marcaron una época.

La presidenta de la Academia de Cine, Ángeles González-Sinde, señaló que con Rafael Azcona desaparece “uno de los más grandes escritores de cine de Europa, no sólo de España. Nadie ha superado su capacidad de imaginación, su rigor intelectual y brillantez”.

El ministro de Cultura español, César Antonio Molina, dijo que la muerte del creador “deja al mundo del cine y de la literatura sin uno de sus grandes contadores de historias, que daba ritmo, ingenio, humor, tensión y drama, así como elementos básicos a su narración”.

El presidente de la Sociedad General de Autores de España, el cineasta José Luis Borau, señaló: “el cine español acaba de perder a su gran escritor, y yo, a un amigo; me hubiera gustado hacer más cosas con él, en cierto sentido nos entendíamos muy bien porque nuestro sentido del humor entroncaba perfectamente”.

 
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