Usted está aquí: miércoles 26 de marzo de 2008 Opinión Astillero

Astillero

Julio Hernández López
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■ Primeras fintas

■ La catalinaria de Creel

■ A la vista, el conejo blanco y azul

■ El novio de Manlio se desespera

Fue un descafeinado día de amagos, ensayos e innecesarias grandilocuencias. Cierto era que nada épico podía tejerse si el factor de presunto incendio pretendía ser un senador políticamente borroso y pálido que de pronto quiso parecer la villana histórica de telenovela, Catalina Creel (la mala, con parche en el ojo, de Cuna de Lobos). Santiago pujaba y facialmente rojito se ponía en su intento contranatura de parecer firme, tajante y amenazador (ya le llegará más delante el arrepentimiento oportuno, como transitoriamente le sucedió, siendo senador, cuando le pareció conveniente deplorar algunas facetas oscuras de su paso por la Secretaría de Gobernación). La catalinaria de Creel (por Catalina, la villana tuerta, no por Catilina, el destinatario de los encendidos discursos de Cicerón) pretendía dejar claro al mundo entero que los panistas van con todo, no se detendrán ante nada y están dispuestos (¡Oh, música para héroes, por favor!) a asumir su responsabilidad histórica ante la magna decisión de presentar, “en breve”, una iniciativa de reformas jurídicas en materia de energéticos (a falta de mejor partitura, Madonna entra en escena cantando “No llores por mí, Juan Camilo”).

El libreto panista de suspenso al estilo Capulina se completó con la declaración del presidente de la Comisión de Energía de la Cámara de Diputados, David Maldonado, quien dijo que la multimencionada (pero todavía inexistente) iniciativa estaría en curso de discusión en ocho días (antes, el coordinador de la bancada del PAN en San Lázaro, Héctor Larios, había hablado de quince días). Nada por aquí, nada por allá, decían los magos del despiste a quienes el conejo blanco y azul se les había salido del sombrero mucho antes de que ellos comenzaran los pases declarativos con los que pretendían confundir al respetable público, contrario a fábulas privatizadoras, que ya tenía listos los jitomates para ser lanzados como proclama ética y estética. Mientras tanto, remontado en algún lugar de la geografía de la gran corrupción solapada, el gerente Calderón hacía como que la virginidad de Ulises le hablaba y, en recuerdo de los métodos lavatorios de Pilatos, usó el tema del agua para advertir que ese recurso es muy, pero muy importante para el desarrollo nacional, tanto o más que el oro o el petróleo (¡Gulp!, ¿qué nuevo tesorito habrá de buscar el inquieto Felipe en esos líquidos profundos? ¿Ya estará el gobernador de Oaxaca listo para firmar contratos como apoderado legal de empresas familiares?)

En vista del desorden generalizado hubo de intervenir el siempre enérgico sonorense Manlio Fabio Beltrones, quien advirtió a la chiquillada panista que, si no presentan pronto la susodicha iniciativa de reformas enchapopotadas, él mismo habrá de hacer que el platillo necesario sea llevado a la mesa de las discusiones legislativas, un poco harto el prócer norteño de que Felipe y su Banda del Centro-Sur nomás no den pie con bola. El precandidato presidencial priísta, indispuesto a esperar indefinidamente a la novia panista que no acaba de acicalarse, hizo saber, además, que tiene sus propias consideraciones sobre el tema y en caso de que la bancada de tres colores decida hacer su propia apuesta habrá de ser en los términos propios del interés de ese grupo y con ciertos arreglos y candados que, según eso, cerrarían el paso a las desbocadas ambiciones de los panistas buscadores de tesoritos.

En ese contexto se realizó una reunión de Andrés Manuel López Obrador con ciudadanos dispuestos a actuar contra las pretensiones privatizadoras que la elite política quisiera dar por formalizadas sólo por conducto de las vías “institucionales”. No podía haber nota fuerte si el silbatazo de arranque de las hostilidades había sido trasladado a una agenda panista peregrina que pasaba de la brevedad de Creel a la semana o la quincena de otros proponentes panistas. Pero el encuentro, realizado en el Zócalo capitalino, sirvió para pasar lista y revista a las tropas cívicas decididas a actuar con firmeza contra la tantas veces citada iniciativa nonata. El propio López Obrador aseguró que no dará ni un solo paso atrás y no cederá ante las críticas desatadas en los medios de comunicación aceitadamente horrorizados ante la idea de que masas largamente agraviadas, y sin representación política real y valedera, opten por medidas de resistencia civil pacífica que podrían echar abajo los acuerdos alfombrados de las cámaras que no se representan más que a ellas mismas. El tabasqueño aprovechó la oportunidad para referirse al conflicto electoral del PRD y fijar su postura de preocupación sobre el tema pero, sobre todo, de colocar por encima de todo la lucha contra la privatización del petróleo, sin que el litigio del sol azteca eclipse o desgaste el mencionado movimiento cívico que, entre sus brigadas de trabajo, anunció ayer la creación de un comité de intelectuales (Calderón ha de estar en estos momentos convenciendo a Chespirito para que grabe un comercial de respuesta).

Otro fallido espectáculo “serio” se dio al ser instalada la comisión legislativa de exculpación negociada del empresario Mouriño, en la que participan dominantemente priístas y panistas pero no miembros del Frente Amplio Progresista. La sesión de la Cámara de Diputados tuvo, además, en otros momentos, tomas de tribuna, despliegue de banderas, pancartas y monigotes, y discursos encendidos, cuyas llamas no llegaban a los tímpanos de nadie, pues en estos momentos ya no se trata de oír o de entender sino de guerrear preventivamente, en espera de los momentos de combate político y social verdadero. Por otra parte, los contendientes del torneo interno PRD llegaron a ciertos acuerdos mínimos (a ver cuánto duran) para tratar de destrabar el nudo ciego de las mapacherías bipartitas y los jefes de las bandas anunciaron que se reunirán el sábado y el domingo próximos, en consejo nacional, para tratar de encontrarle salida al embrollo mayúsculo (y, naturalmente, magnificado por sus adversarios) en que se han metido.

Y, mientras crece la indignación por el silencio del felipismo respecto del asesinato de cuatro mexicanos en Ecuador, ¡hasta mañana, en esta columna cantarina!

 
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