■ En el Palacio de Bellas Artes será homenajeada por sus más de 50 años de trayectoria
Bertha Chiu, peinadora de las estrellas, recibe el Ariel de Oro
■ Las actrices andan lacias, ya no son esos chongos con trabajos elaborados que hasta alambres llevaban, dice
■ Trabajó con Katy Jurado, Dolores del Río, Marga López y María Félix, entre otras
Ampliar la imagen El cine me dio más satisfacciones humanas que económicas, afirma en entrevista Foto: Jesús Villaseca
Doña Bertha Chiu terminó sus estudios de cultora de belleza a principios de los años 40. Peinaba a las señoras de su colonia hasta que unas de esas clientas la convencieron de que, por su buen desempeño, “podría trabajar en el cine peinando a las estrellas”.
Casi 60 años después, Bertha Chiu es una de las peinadoras del cine mexicano más reconocidas, y hoy la Academia Mexicana de Artes y Ciencias Cinematográficas le entregará el Ariel de Oro por más de 50 años de trayectoria, en el Palacio de Bellas Artes.
Chiu peinó a Mapy Cortez, Katy Jurado, Dolores del Río, Marga López, Silvia Pinal, Columba Domínguez y María Félix, quien “era un encanto de señora. Yo era quien en su casa le pintaba el cabello. Mi primera película con ella fue El monje blanco; luego el Vértigo y etcétera. Se fue a Europa, pero cuando regresó seguí siendo su peinadora hasta el final”, comentó Bertha Chiu en entrevista.
La primera vez que estuvo en un set, el 28 de enero de 1942, recordó, fue en una cinta mexicana llamada Cristóbal Colón. Fueron 24 horas seguidas de labor las que hicieron que se diera cuenta de qué clase de trabajo se trataba. Pero no le importó: a partir de allí la llamaron varios directores, como Emilio Indio Fernández, Gilberto Martínez Solares, Roberto Gavaldón, Luis Buñuel (“quien bromeaba conmigo porque mi papá era chino, y él me decía: ‘japonesa ven acá’ para hacerme enojar. Era de los pocos que no regañaban”), hasta el último proyecto en el que trabajó: Su alteza serenísima, de Felipe Cazals. Pero también participó en producciones estadunidenses, como Rambo o Depredador, en las que tuvo que peinar (así como a sus pelucas) a Silvester Stallone y a Arnold Schwarzenegger.
–¿Cómo es el trabajo de la peinadora? ¿Usted propone peinados o es conforme al guión?
–El director tiene la película en su mente y uno tiene que adivinar muchas veces cómo lo quiere. Pero tanto nosotras como las actrices tenemos que ser disciplinadas. Yo podía sugerirle al director que algo podría estar mejor en cuanto a los peinados, convencerlo de que no estaba bien.
Siempre actualizada
–¿Cómo se prepara para los proyectos?
–Con documentación; tengo una enciclopedia sobre peinados; no hay mucha información, pero había que actualizarse para no salirse de la época.
–¿Recuerda alguna película que se le haya dificultado?
–Muchas veces uno se encuentra con que todas las muchachas se cortaban el cabello y entonces había que ponerles pelucas; por eso lleva uno un estuche grande con esos accesorios, pelucas. A lo largo de mi carrera les daba gusto a las actrices, aparte de lo que dijera el director. Uno trataba de darles también gusto a ellas, porque eran las que daban la cara. Tenemos que ser flexibles. En la actualidad todas andan lacias, ya no son aquellos chongos con trabajos elaborados que hasta alambres tenían.
–¿Cómo ve en la actualidad las películas mexicanas?
–No he visto.
–¿Se pierde la magia cuando uno ya trabaja en el cine?
–No, porque el cine es creativo y entonces uno trata de hacerlo lo mejor posible. El cine me dio más satisfacciones humanas que económicas. El trabajo de algunos compañeros de cine a veces no se ve, pero el nuestro sí. Extraño el trabajo en el set, que es cansado, pero satisfactorio. El cine es educativo, moral, aunque el que se hace ahora no lo sé, como que es un poco más...