El peso del realismo
La exposición que lleva este título corresponde al ímpetu que ha recuperado el Museo de Arte Moderno (MAM) bajo la dirección de Oswaldo Sánchez, quien en años previos fue director de los museos Carrillo Gil y Tamayo.
No se ha intentado la conversión del MAM en un espacio de arte contemporáneo, situación que no sería acorde con su vocación, siempre y cuando se tenga en cuenta que la división entre arte moderno y arte contemporáneo tiene que ver más con la índole perceptual de los productos (no me estoy refiriendo sólo a los neoconceptualismos) que con la época en la que se inscribe lo que se exhibe.
La muestra que comento estará vigente hasta mediados de este año y buena parte de la misma se integra con obras del propio acervo del museo. Depara sorpresas, porque a este núcleo se adhirieron numerosos préstamos de diversas procedencias, incluidas creaciones artesanales y un conjunto notable de fotografías.
La curaduría corresponde a James Oles y desde mi punto de vista lo único que podría objetársele es que en el políptico de presentación no queda bien asentado lo que va a entenderse por “realismo”, dado que el conjunto no sólo se integra de piezas realizadas durante la primera mitad del siglo XX, época como bien se sabe fuertemente nacionalista, sino también de otras que pertenecen a diferentes contextos.
De modo que son las vertientes figurativas, no propiamente lo que entendemos por “realismos” (término ubicuo, como ubicua es también la abstracción), lo que une entre sí los núcleos temáticos en los que la muestra se ha dividido.
Hay muchas sorpresas. El recorrido se abre con un pequeño conjunto de Angel Zárraga y la primera pieza es un tondo sobre cuadro, cuyo personaje femenino es glosa o copia de un prototípico rostro tizianesco.
En efecto, Septiembre (1908) forma parte de un ciclo que el pintor realizó durante el inicio de su larguísima etapa europea, en la que tuvo convergencia con Diego Rivera, sobre todo, cuando ambos pintores se adentraron en un cubismo alejado de las obras de Picasso y Bracque, propias del llamado “cubismo analítico”.
De hecho la pieza adjunta a Septiembre es un Arlequín cubistoide de 1917, de allí se transcurre al conocido cuadro de las Futbolistas (Zárraga realizó más de una versión) que sí pertenece a las colecciones del MAM.
Siguiendo el recorrido, el espectador se topa con una pintura de muy buen nivel prestada por la Academia de las Artes, fechada en 1926; se titula Mis hijos. El autor: Ricardo Jiménez me resulta desconocido, pero no logré encontrar datos suyos. Tal vez se inscriba en el contexto de las escuelas al aire libre.
Cerca se encuentra un baúl de Olinalá y un hermoso jarrón de Tlaquepaque que originalmente pertenecieron a la colección de Roberto Montenegro.
Dos pinturas de Saturnino Herrán, una de ellas el famoso Jarabe fueron otorgadas en préstamo por el Museo de Aguascalientes.
Lo que resulta no sólo acertado, sino hasta fascinante, es la alternancia de fotografías, grabados, carteles y muestras tipográficas con pinturas y esculturas. Es así porque las historias del arte, más que estar armadas en capítulos se componen de narrativas paralelas, como notifica el curador.
Lo único que me parece inadecuado es la inclusión de los ejemplos de diseño de mobiliario, debido no a que estén mal elegidos (son productos de William Spratling), sino a que la exposición cierra esa línea con tan sólo unas cuantas piezas, más bien pobres, cosa que no sucede con la estupenda colección de fotografías de Hugo Brehme y de Walter Lipkau (una de ellas iluminada a mano) procedentes de la Galería López Quiroga, que alternan con Weston y Álvarez Bravo, entre otros.
Claro está que dentro de la figuración se dan estilos contrastantes y aun opuestos, aunque la temática sea afín. Tal es el caso de dos obras que como intención se contraponen, siendo que ambas son de temática nacionalista.
Me refiero a la Tehuana, de Germán Cueto, sobre la cual Miguel Ángel Alamilla realizó una estupenda versión que quizá pudo haberse incluido en este rubro, y las tallas directas sobre madera de Mardonio Magaña, que están entre las más apreciadas en su momento, no sólo en un contexto nacional.