Se lo buscaron
Los cuatro mexicanos muertos y la mexicana que resultó herida en el ataque colombiano a territorio de Ecuador no merecen piedad y mucho menos solidaridad. Estaban en el sitio equivocado, en el bando incorrecto, en las filas del Mal, y ellos se lo buscaron.
¿Que no eran combatientes? Qué importa: como simpatizantes, como activistas o como simples turistas, alguna porción de responsabilidad ha de tocarles por los secuestros, por los atentados terroristas, por la siempre sospechada vinculación entre la guerrilla de Colombia y el narcotráfico. No vale la pena movilizar a la diplomacia, consultar las leyes, molestar al Congreso. Los afectados se ganaron a pulso la sospecha pública, el regaño de columnistas y comentadores muy bien enterados, la pesquisa de la PGR, que demuestra su eficacia y su imparcialidad exonerando a Marta Sahagún. Es justo lo que necesitábamos: autoridades que se preocupen por cuidar a las personas decentes. Ya habrán visto en los videos: miren qué diferencia entre esos cadáveres chamagosos y el joven Mouriño, pongan por caso, que siempre anda tan bien peinado, tan compuesto, y que si le reclaman cualquier cosa, él acredita en público que tiene una forma honesta de vivir.
Ya ven que ahora el gobierno y los periodistas honestos –esos que sí hacen su chamba, que se desvelan consiguiendo filtraciones de los servicios de inteligencia– están hablando de nexos con el cártel de Sinaloa, y cuando el río suena, piedras lleva. Porque a este gobierno se le podrá acusar de todo, menos de mentir: prometió empleo y ya ven: todo mundo está trabajando; ofreció acabar con el narco y con la inseguridad, y miren la tranquilidad que se respira ahora en todo el territorio nacional; ¿alguien de ustedes ha sabido de un asalto en los últimos seis meses? No, ¿verdad? Dijo que no iba a privatizar el petróleo para nada, y no lo ha hecho, ni lo hará, ni va a hacer trampa, como andan diciendo: que meterá la iniciativa en estos días para autorizar los contratos de riesgo. Riesgo, lo que se llama riesgo, el que representan para el país los amargados como el Peje, que anda ahí, él solito, peleando contra molinos de viento. Ya lo decía el licenciado Calderón: es un peligro para México.
¿Que cuatro de esos cinco chavos están muertos? No le hace: sirva su historia para que otros alborotadores escarmienten en pellejo ajeno y dejen de andar jugando a la subversión; que estudien, que se duerman temprano, que se vuelvan gente de bien. Suena mal decirlo, pero esos muertos no merecen respeto. Es más: no valen los desvelos de tantos comunicadores honestos que se han esforzado para conseguir filtraciones de los servicios de inteligencia. Y qué bueno que por fin tenemos un gobierno firme –qué más que la verdad—, que se ocupa de las cosas de veras importantes, y que no se anda con populismos: que si el campo, que si los pobres, que si esas vaciladas.
Y todavía se atreven a pedir que México proteste contra Colombia. Agradecidos deberíamos estar con el presidente Álvaro Uribe por ayudarnos a acabar con esa gentuza, ¿no les parece? Es más: deberíamos pedirle que de una vez bombardee la Ciudad Universitaria, que es un nido de guerrilleros, y santo remedio. Y no van a decir que no tiene derecho: si de ahí mero es de donde salen los ataques a su gobierno. ¿Quieren integración latinoamericana? Pues hagámosla, pero en serio. Terrorismo es terrorismo, aquí y en China, y hay que acabar con él.
Por eso luego no progresamos, porque no nos atrevemos a agarrar al toro por los cuernos. Pero el licenciado Calderón no se anda por las ramas. Qué ley ni qué derechos humanos ni qué. Él sí va a poner orden. Y ya ni hay que hablar de estos sediciosos que se fueron a meter a donde no les importaba. Hasta da coraje perder el tiempo con eso. Ya no hay que hacer tanta faramalla. Ellos se lo buscaron, y quién les manda.