Disquero
La batalla de Eros y Tánatos
La conmemoración por los 500 años de la invención de la ópera produjo en meses recientes un estallido de celebraciones en las salas de concierto del planeta por igual que ediciones discográficas a todo lujo y detalle documental. Los reflectores se pusieron entonces en batería hacia el compositor italiano Claudio Monteverdi (1567-1643) de manera independiente a la polémica en torno de la relatividad de ubicar a la ópera Orfeo, de Monteverdi, como la primera en el género, cuando en realidad se trata, como todo proceso histórico, de una gestación cuyo contexto va más allá de una efeméride.
Sin embargo, los frutos son harto positivos. Habría de esperar que sucediese algo semejante con autores de importancia semejante a la de Monteverdi que no gocen de la popularidad merecida, de los cuales un buen ejemplo es el maestro francés Guillaume de Machault (circa 1300-1377).
Otro buen ejemplo de relatividades históricas es el viejo Bach, quien permaneció olvidado durante siglos hasta que las luces de los reflectores iluminaron uno de nuestros máximos tesoros espirituales: su música.
Todo esto viene a cuento porque entre las novedades discográficas esplende una obra espléndida de Claudio Monteverdi: Il Combattimento di Tancredi e Clorinda, incluida en su portentoso octavo Libro de Madrigales, género de su invención en cuanto lo perfeccionó. Se trata de otra piedra de toque del género operístico y su disfrute va más allá de lo meramente documental y musicológico, porque el escucha puede discernir en su alma y su cerebro las luces del Renacimiento que se apagan y los fulgores del Barroco que se encienden en esta partitura que, además, contiene la dosis genial de sexo, muerte y religión que hacen irresistible a toda obra de arte que atiende los instintos de su público al mismo tiempo que eleva hacia lo más sublime el pulso, la conformación, el dibujo en sonidos y silencios de los sentimientos, las pasiones, la vida misma.
El proyecto se debe a la maestra Emmanuelle Haim (en la foto de abajo a la izquierda), quien antes grabó su Orfeo y ahora con Combattimento hace levantar las cejas a los puristas, porque no recurre a una voz especializada para el papel principal, sino a Rolando Villazón, nuestro paisano que está de regreso en la gloria del mundo de la ópera actual, pero equilibra con la exquisita voz de Patrizia Ciofi (abajo a la derecha) y la propia Emmanuelle aumenta el erotismo intrínseco en el órgano y dirigiendo al mismo tiempo a la orquesta que ella fundó: Le Concert d’Astrée.