■ Triple ovación final de los melómanos en el primer concierto del maestro italiano
Ennio Morricone embelesa a 10 mil chilenos con la Sinfónica de Roma
Ampliar la imagen El compositor italiano y la Orquesta Sinfónica de Roma, en un “concierto de película” Foto: Notimex
Santiago, 20 de marzo. Una tibia noche de un largo, seco y ardiente verano, sirvió de marco al primero de dos conciertos del compositor Ennio Morricone, ante miles de personas que escucharon embelesadas a la Orquesta Sinfónica de Roma y al coro de la Universidad de Chile. Un crítico snob, publicó en un medio de la empresa El Mercurio, que “podría decirse que el primer concierto de Morricone… se disfrazó de perfección”. Luego, cursi al límite, agrega que: “no lo fue, pero estuvo muy cerca”.
Para los asistentes a un centro de espectáculos de la precordillera de esta capital, fue una noche de esas que no se olvidan fácilmente y la triple ovación final así lo hizo ver, con los melómanos extasiados por un repertorio cuidadosamente diseñado con base en bloques temáticos.
Spaghetti westerns
La presentación tuvo su comienzo con Érase una vez en América y luego vino Cinema Paradiso, con toda su carga de nostalgia y emociones, con la pianista Gilda Butta que se destacó por su virtuosidad.
Morricone, absolutamente cómodo y concentrado como es su actitud habitual, presentó luego algunas de sus obras más conocidas escritas para películas de vaqueros estilo italiano, del director Sergio Leone, el inventor de los llamados spaghetti westerns.
Esta vez los honores los hizo la soprano Susanna Rigacci, con brillantes vocalizaciones para Érase una vez en el Oeste y El éxtasis del oro, de otro clásico: El bueno, el malo y el feo.
Tras el intermedio, Luca Pincini desplegó su sentimientos en el violonchelo y elevó los arpegios del arreglo de Marco Polo, que para la crítica fue uno de los puntos altos de la noche.
Con Pecados de guerra y Queimada, dos composiciones no muy conocidas en Chile, comenzó la despedida. El concierto fue organizado por la corredora de bolsa Celfin Capital para celebrar sus 20 años, y fue transmitido en vivo por la televisión.
Aplaudido de pie por los miles de asistentes, Morricone regresó a escena en tres oportunidades para dirigir el Ave María Guaraní, Érase una vez en el Oeste y el aplaudido El oboe de Gabriel, tras el cual tomó su batuta, su carpeta de partituras, hizo una reverencia y se despidió del público.
El espectáculo que se inició cerca de las 20:30 terminó más de dos horas después y, al salir, todo el público lucía radiante y feliz.