■ Este Jueves Santo miles de nazarenos recorrieron descalzos los ocho barrios de Iztapalapa
La neta, al cargar la cruz se siente lo que vivió Jesús: Chibis
■ Por manda o devoción, acompañan a Jesucristo también en el Vía crucis y la crucifixión en el Cerro de la Estrella
■ “Unos van moneando y yo digo que es una falta de respeto”, opina
Ampliar la imagen Los niños también participan en la tradicional celebración de Semana Santa en Iztapalapa, que cada año convoca a más de 2 millones de personas Foto: Jesús Villaseca
Son miles que con túnica morada, portando un rosario, listón blanco y una corona de espinas, realizan descalzos el mismo recorrido (de unos cinco kilómetros) que hace el Jesús por los ocho barrios tradicionales de Iztapalapa, hasta la crucifixión en el Cerro de la Estrella, durante la celebraciones de Semana Santa en esa delegación, que cada año convoca a más de dos millones de personas.
Se trata de los nazarenos, hombres que creen hallar el perdón de sus pecados por medio de una manda –de tres años, seis o de toda la vida–, que consiste en acompañar durante todo el Vía crucis a Jesucristo, cargando una cruz de madera que en muchas ocasiones les dobla el peso. Otros, aunque “no deban nada”, lo hacen sólo por preservar la tradición.
Muchos son jóvenes, trabajadores o estudiantes; otros más son malillas del barrio (que han robado, vendido droga y hasta matado), quienes consideran que al participar se eximen de sus pecados. Pero la mayoría coincide en que ellos son los que aderezan la tradicional representación, que este año cumple 165 años.
En algunas ocasiones se rompen la madre entre ellos, porque “no son del barrio”, o de plano “van a echar desmadre: moneando, fumando mota o chupando”, aseguró el Chibis o Chibigón, hombre de 32 años con diversos tatuajes y quien “ya cumplió”.
Tres caminatas
Los nazarenos realizan tres recorridos: uno, el Domingo de Ramos; otro, el Jueves Santo (con un sirio en la mano), y el tercero, este viernes de crucifixión, cuando cargan sus pesadas cruces de madera. Recorren las calles de los barrios San Lucas, San Miguel, Santa Bárbara, San Pedro, San Pablo, La Asunción, San José y San Ignacio, para posteriormente visitar el santuario del Señor de la Cuevita, donde se oficia una misa.
Chibis no hizo manda, fue nazareno “de corazón”. En una entrevista efectuada frente a su “cantón” en el callejón de San Felipe, a unos metros de donde se crucifica a Jesucristo (interpretado por segundo año consecutivo por José Emmanuel Guillén), aseguró: “Se siente cabrón. Se ve fácil, pero, la neta, al cargar la cruz sientes lo que sintió Jesús, porque, imagínate a esa hora con el calor, no aguantas el chapopote del piso. Hay muchos que se ponen huaraches, o sus cuates los ayudan. A mí nadie me ayudó. Hay que hacer todo el recorrido, lo que debe de ser, porque qué caso tiene que me pare el cuello y al último me incorpore. Cuando caminas te entierras vidrios, astillas; se hacen ampollas tamaño ACME; luego, se hace callo y ya no duele. Los ánimos los da la gente y hace que, aunque estés lastimado, te aguantes”.
Para Chibis, quien dice ser tornero, sus pecados fueron más “aguantar mi cruz de a soldado (solo), pero he visto que cuando hacemos el recorrido hay compas que van moneando (inhalando sustancias prohibidas). Hay nazarenos que se desvían y ya los ves echándose las quecas (quesadillas). Van al desmadre, pero queda en uno mismo hacer lo que se tiene que hacer. Nada más falta que le pongan llantitas a las cruces. Yo me iba a veces medio pedo o incluso me fumaba un churro una noche anterior, pero no tomaba ni una gota hasta que terminaba mi recorrido. Mi devoción era sentir el cansancio que Jesús sintió.
“Parta mí –aseguró el antiguo nazareno– es sentir la pasión de Cristo, por eso cuando hacía mis recorridos parecía que no sentía dolor. Lloraba, pero sin dolencia. Desde morrito empecé a… todo. Nunca me han anexado ni nada, pero decidí serlo por cosas que uno pasa. Algunos le ponen más peso a lo que cargan, porque dicen: ‘la cagué ahora le voy a aumentar el peso’, pero ya es de cada quien. La verdad hacer esta manda no te libera. No compensa lo que hiciste. Lo único que queda si haces algo malo es la cruda realidad, la culpabilidad; tienes que enfrentar lo que haces. ¿Crees que por una manda de éstas voy a tener el derecho de romperle la madre a uno o a otro? Lo hagas con manda o no, vale la pena la experiencia”.
“Mi jefe ya la quería para hacer vigas”
Chibis tiene ya guardada su cruz “porque en una época cuando andaba de macuarro, mi jefe ya la quería agarrar para hacer vigas”. Para él representar a Jesucristo sería “lo máximo”, aunque sabe que es nada más para representarlo porque uno “nunca va a llegar a ser él”, además de que debes “tener hasta carrera, ser nativo de los barrios y nada de ser desmadroso ni tener tatuajes. Jesús era bueno, pero siempre lo tacharon de pinche lorenzo”.
Diego, de 25 años, pesa alrededor de 60 kilos, pero carga una cruz de 130.
–¿Por qué tan pesada? Se le preguntó.
–Nomás. La quería grande. Yo salgo porque me ha gustado. Tengo 14 años de nazareno. Reglamentariamente son tres, pero algunos como yo, nos mueve la fe. Sí, me libero de mis pecados, que no son tan fuertes, pero hay que sacar eso que tenemos durante todo el año: alguno que otro pecadillo. Depende de la mente de cada uno que sí se liberen de lo que han hecho, pero hasta los mismos nazarenos se dan en la madre y eso no tiene nada que ver con la tradición. Hay unos que van moneando o fumando mota, y yo digo que es una falta de respeto. Si vas a salir es porque lo haces con devoción.
Relató que en una ocasión casi no terminaba el recorrido por un dolor de cintura, y otra, “me enterré una grapa que se me deshizo adentro del pie; me la sacaron en tres partes. Pero no importa, queremos que no se pierda la tradición. Lo haré hasta que el cuerpo aguante”.
“Sólo quiero seguir la tradición”
Pedro tiene 16 años. Lleva dos años de nazareno. Es un estudiante que “no hizo nada”, sólo “quiere seguir la tradición”. Empezó a realizar el rito porque se sentía mal de algunos pecados, y decidió que, aunque poco, se le perdonen. “Me sentí más aliviado. Igual sientes algo cercano a lo que vivió el Señor. Me propuse serlo y aquí estoy. Lo haces por convicción. Me gusta porque me siento tranquilo. Están mal los que pelean en la manda, porque si la van a hacer tienen que hacerla, bien. Si van a pelear, que mejor lo hagan en otro lado, para que no afecten a los demás, porque la gente ha de pensar que todos somos iguales. No he pensado en representar a Jesús, porque no es para mí. Prefiero ser nazareno. Es hipócrita que quieras hacer esto sólo por quitarte tus pecados y al rato vuelvas a caer; entonces, no sirve para nada”.
Los miles de nazarenos terminan recorrido alrededor de las tres cruces. Van atrás de Jesús “en sus últimos predicamentos”. Las disputas que casi todos los años tienen con los cuerpos policiales o entre ellos son cuando suben el Cerro de la Estrella. Se vuelve un caos, pero al final “todos somos hijos de Dios”, concluyeron.
La última cena y el lavatorio
Por lo pronto, este jueves los más de 450 actores que participan en la Pasión de Iztapalapa realizaron una procesión por los ocho barrios –en referencia a la visita de las siete casas–, mientras, el Cerro de la Estrella se transforma en el monte Calvario. Anoche se escenificaron la última cena y el lavatorio de pies en el jardín Cuitláhuac. Este viernes las actividades comienzan alrededor de las 9 horas con una procesión por los barrios, que culminará en el escenario de la explanada del Jardín Cuitláhuac. Jesús efectuará el Vía crucis cargando una cruz de 90 kilogramos y con una corona de espinas de verdad.