Usted está aquí: jueves 20 de marzo de 2008 Política Aceptan obispos culpa de la Iglesia en el aumento de violencia e inseguridad

■ “Fallamos en nuestra misión evangelizadora de la sociedad”

Aceptan obispos culpa de la Iglesia en el aumento de violencia e inseguridad

José Antonio Román

“Por temor, algunas instituciones públicas que deben velar por la seguridad han caído en el silencio, lo que las hace cómplices por omisión, y otras han preferido corromperse ante las grandes ganancias que deja el crimen organizado”, señalan los obispos de la región de Baja California, quienes expresaron preocupación por el clima de violencia e inseguridad que persiste.

Los prelados de Tijuana, Mexicali, Ensenada y La Paz reconocen también que la Iglesia católica ha fallado en su tarea evangelizadora para influir en el comportamiento individual y social de su feligresía.

Tanto en sus mensajes de Cuaresma como de Pascua, así como en uno previo suscrito de manera colectiva, los prelados de la península bajacaliforniana subrayan que esta época es propicia para la conversión de todas las personas, incluso las que están vinculadas al narcotráfico y el crimen organizado. Estas actividades ilícitas forman parte de la “cultura de la muerte” y sumergen en el caos y la inseguridad al individuo y a la sociedad misma, señala el arzobispo de Tijuana, Rafael Romo Muñoz.

De manera reiterada, la jerarquía católica de esta región, junto con la de la zona limítrofe con Estados Unidos, ha expresado su preocupación por el clima de violencia e inseguridad, que “tiende a agudizarse y generalizarse” en otras ciudades de la frontera, pero que también se extiende a otras de la República, donde el narcotráfico está penetrando el tejido social.

En la búsqueda de las causas que han provocado esta situación de violencia, el mismo Episcopado Mexicano ha señalado la desintegración familiar y la pérdida de valores cristianos, como el respeto, la justicia y el amor, así como el deterioro en el campo educativo, donde los planes y programas de estudio responden más a cuestiones técnicas y económicas que a la construcción de una sociedad más humanista.

Los obispos aceptan abiertamente que la Iglesia tampoco es ajena a esta realidad y a las causas. “Reconocemos que hemos fallado en nuestra misión evangelizadora, que no hemos sabido acompañar debidamente a las familias y a las nuevas generaciones; que no hemos logrado que la fe que profesa la mayor parte de nuestro pueblo incida en la vida personal, pública y social”.

 
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