■ Marcelino Pacheco recibirá el Ariel de Oro el 25 de marzo tras 53 años de labor
“Los efectistas del cine mexicano estamos en el nivel de chingones”
■ El trabajo se realiza de forma artesanal, porque no hay apoyo financiero, afirma en entrevista
■ Ha colaborado con Ripstein, Cazals, Jodorowsky, Oliver Stone y David Lynch, entre otros
Ampliar la imagen Marcelino Pacheco en plena acción en la década de los 40 Foto: archivo familiar
Marcelino Pacheco trabaja tras las cámaras del cine desde hace más de 53 años. Su ramo es el de efectos especiales, los cuales han servido para filmes de Arturo Ripstein, Felipe Cazals, Alejandro Jodorowsky, David Lynch, Oliver Stone, y Gilberto Martínez Solares, entre otros. Junto con otros miembros de la industria nacional, recibirá este 25 de marzo el Ariel de Oro que otorga la Academia Mexicana de Artes y Ciencias Cinematográficas, en una ceremonia en el Palacio de Bellas Artes.
En la actualidad, lo que más hace es videohome, en el que las cosas siempre “se hacen mal. Colaboro con cuates, que no tienen dinero y quieren hacer su chamba. Conozco muchos jóvenes que han estudiado dirección y ni siquiera han entrado a un foro; es muy triste, porque se les va la vida en eso. La verdad, ahora a muchas películas mexicanas no se les ve calidad –una que otra se defiende–, además de que no duran en cartelera, por lo cual no hay recuperación. Ha bajado mucho, en comparación con la época de oro, cuando se hacían 400 cintas”.
Luego de estar en el ramo de la construcción dentro del cine, Pacheco siguió de carpintero y electricista. Fue en 1967 cuando llegó a crear efectos, que en el cine mexicano se realizan “con base en la creatividad”.
Relató: “Me encantaba ser electricista. En una ocasión la productora Angélica Ortiz (madre de Angélica María) me dijo: ‘usted va a hacer los efectos de mi cinta, porque sé que es muy trabajador’. La película era Alguien nos quiere matar, dirigida por Carlos Velo. Así me inicié”.
–¿Cómo aprendió todo eso de las explosiones?
–Viendo a quienes venían de Estados Unidos. Después me llamaron productores de cintas de luchadores, y así seguí.
–Hoy día se siguen haciendo películas de forma artesanal.
–Sí, porque no hay apoyo financiero. En Dunas (dirigida por David Lynch) creí que traían técnica, pero fue pura computación. En ese filme conocí a Kit West, quien primero no quería a los efectistas mexicanos, pues decía que éramos tontos, pero tuve la oportunidad de acercarme a él y demostrarle lo que somos. Luego me tuvo confianza. Me sigue escribiendo desde Inglaterra, y cuando viene a México, me tiene de su brazo derecho.
“Damos servicio a cualquier producción”
–¿En qué nivel cree que están los efectistas mexicanos?
–En el nivel de chingones. Damos servicio a cualquier producción. Santa sangre, que traía a técnicos italianos, terminó hecha por manos mexicanas, con elementos que, artesanalmente, tenían el nivel que se requería.
“La industria mexicana podría moverse, pero no es así, porque si se da el visto bueno a una película y comienza a filmarse, pero luego no tiene para actores buenos, para ofrecer un producto de calidad que se refleje en la pantalla; es ahí donde los directores empiezan a improvisar, a hacer mal las cosas.”
Recordó una experiencia con Jodorowsky: “Tenía poco de conocerlo, pero confiaba en mí. Como todo cineasta, cambiaba de ideas constantemente. Cuando hicimos Santa sangre, me pidió el efecto de lanzar un cuchillo en medio de las piernas de una chica. Me dijo: ‘Ya me cansé de que en el cine se vean los alambres de la guía’; le respondí: ‘señor cómo le voy a atinar en medio de las piernas, pegado al sexo’. Llamé al tirador de cuchillos de un circo. Lo presenté con el director, y al hacer la prueba en una tabla tiro, lanzó sus cuchillos pero por los lados. A Alejandro no le gustó y dijo: ‘¡que pasó con el de en medio Pacheco!’ Pensé que me pediría que llamáramos a un italiano, pero me ordenó resolverlo… y así fue: esa misma tarde con un tubo y una réplica del tirador, lanzamos el supuesto cuchillo entre las piernas; se filmó con cámara al revés.”
“Soy muy observador”
–¿Un creador de efectos ve las películas con prejuicio?
–Veo muy poco cine. Lo que sí es que soy muy observador. La mayoría de las veces me pregunto cómo lo habrán hecho. Aunque hay que decir que ahora usan pura computadora o pantalla azul. Anteriormente, en una escena de carrera de caballos se proyectaba una filmación atrás y el actor iba sentado en un bote, por ejemplo. Cuando veo una película en la que participé, pienso en que lo que estoy mirando podría haberlo resuelto de otra manera. Creo que uno está al nivel de los extranjeros, sólo que de manera artesanal.
–¿Qué es el cine para usted?
–Es una reflexión de muchas historias, que tenemos que proyectar tal como son; se trata de hacer las cosas lo más verídicas posible.
–¿Cuál ha sido una de sus mayores satisfacciones?
–Que me reconozcan tantos años de trabajo, que me hagan un homenaje en vida. Si no existiéramos no se podrían hacer películas. Cuando te dicen que la película en la que colaboraste es muy buena te llena de satisfacción. Me retiro de la industria, pero no del trabajo y quisiera pedirle a la nueva generación que pongan más empeño en esta industria. Al gobierno le pido que la apoye, porque el cine es cultura y no debemos perderlo.