■ El Presidente ensalza la “responsabilidad” del líder; éste le organiza porras y aplausos
Mouriño, ausente en Dos Bocas; intercambio de loas entre Calderón y Romero Deschamps
Paraíso, Tab., 18 de marzo. Ni el cobijo del sindicato petrolero fue suficiente. Juan Camilo Mouriño, secretario de Gobernación, negociador de la reforma energética e integrante del círculo íntimo presidencial, fue el gran ausente del festejo oficial de la expropiación petrolera.
“El mensaje es muy claro: no poner símbolos que hagan ruido”, argumentó el diputado panista Gerardo Priego, quien admitió que el “caso Mouriño”, como calificó a las investigaciones por presunto tráfico de influencias, está afectando la discusión sobre la reforma energética y “no se ve que deje de impactar a corto plazo”.
Luego, el panista tabasqueño recorrió con la mirada el presidium. Ahí estaban los protagonistas del Pemexgate: Carlos Romero Deschamps, líder del sindicato petrolero, y el senador Francisco Labastida Ochoa; el gobernador priísta de Tabasco, Andrés Granier; los secretarios de Hacienda, Agustín Carstens; Energía, Eduardo Sojo; Trabajo, Javier Lozano; Comunicaciones, Luis Téllez; Medio Ambiente, Juan Rafael Elvira; los directores de Pemex, Jesús Reyes Heroles, y de Luz y Fuerza del Centro, Jorge Gutiérrez Vera, así como el jefe de la Oficina de la Presidencia, Gerardo Ruiz.
Todos menos el secretario de Gobernación, hacía notar el legislador. Y eso que la celebración se hizo en terreno seguro, en la terminal marítima Dos Bocas, de Petróleos Mexicanos que, por las medidas de seguridad, se convirtió en territorio inexpugnable para los seguidores de Andrés Manuel López Obrador y disidentes del sindicato petrolero, que quedaron a kilómetros de hacerse escuchar.
Adentro de las instalaciones de Pemex, arengados por Romero Deschamps, cientos de trabajadores petroleros se afanaron porra tras porra en revivir el corporativismo ahora teñido de azul.
“¡A la bio a la bao a la bim bom bam, Calderón, Calderón, ra, ra, ra!”, exclamaban grupos de trabajadores vestidos con playeras muy priístas de colores blanco, rojo y con un detalle tricolor. A tono con la campaña oficial, el sindicato colocó una enorme manta donde hizo un parangón entre 1938 y 2008, como época de “circunstancias difíciles” en que México confía en “Pemex y sus trabajadores para seguir avanzando”.
Otrora enemigos por el Pemexgate, ahora Romero Deschamps, Labastida y Calderón aparecieron juntos en esta significativa fecha. Y “don Carlos”, como llamó la secretaria de Energía, Georgina Kessel, al líder petrolero, se encargó de sellar esta alianza al declarar que “donde haya un trabajador petrolero encontrará, señor Presidente, la mano franca y amiga dispuesta a respaldarlo”.
Calderón no omitió el detalle e insertó en su discurso un reconocimiento a la “responsabilidad con la cual se han conducido el sindicato, su dirigencia y su líder Carlos Romero Deschamps”.
El priísta se ganó una sonrisa aprobatoria de Calderón cuando, con aparente dedicatoria a López Obrador, dijo que los trabajadores petroleros “no necesitamos ni redentores de ocasión ni nostálgicos del poder y de los reflectores”.
Fiel al discurso oficial reivindicatorio de Lázaro Cárdenas del Río, Romero Deschamps mandó hacer para este aniversario decenas de estatuillas de acrílico con la imagen del ex presidente, finamente talladas, dos monedas con los símbolos de Petróleos Mexicanos y del sindicato, y el nombre del líder petrolero.
“Es un pequeño detalle que queremos nos haga favor de recibir de parte de los trabajadores petroleros, usted y los distinguidos invitados que hoy nos honran con su presencia… simboliza los 70 años de nuestra empresa”, explicaba Romero Deschamps a Calderón, que observó con curiosidad el regalo.
Contentos, los integrantes del gabinete recibieron la figura, que pesaba bastante, porque Carstens y Lozano optaron por cargarla como si fuera un bebé.
–¿Pesa, secretario?
–Sí, un poquito –contestó Carstens.