Usted está aquí: martes 18 de marzo de 2008 Cultura Documenta filósofa “cómo el suicidio, a veces, puede ser la decisión más racional”

■ Diana Cohen es autora del libro Por mano propia, editado por el FCE

Documenta filósofa “cómo el suicidio, a veces, puede ser la decisión más racional”

Fernando Camacho Servín

Aunque la tradición cristiana lo ha estigmatizado como una “ofensa contra Dios”, el suicidio puede ser en algunos casos “la decisión más racional posible”, además de un acto de reivindicación de la voluntad del individuo frente a la moral predominante.

Las diversas interpretaciones históricas de este tema, aún considerado tabú en la mayoría de las sociedades, son analizadas por la filósofa argentina Diana Cohen Agrest en su libro Por mano propia: estudio sobre las prácticas suicidas, editado por el Fondo de Cultura Económica (FCE).

A raíz de la experiencia personal de haber tenido a su madre en estado vegetativo durante muchos años, Cohen empezó a cuestionarse sobre el sentido de la existencia en un mundo en el cual es técnicamente posible mantener vivo a un enfermo terminal por tiempo indefinido, aun en contra de su voluntad.

El vacío bibliográfico sobre el suicidio, consideró la autora en entrevista con La Jornada, se debe en gran medida a lo intolerable del dolor para el ser humano y a la supuesta naturaleza “sacrílega” del acto de quitarse la vida.

Pero contra dicha idea religiosa aparecen los avances médicos que trasladan esa decisión a las personas. “En determinadas circunstancias, uno puede preferir decir ‘basta’ a un tratamiento”, sobre todo si éste ya no puede realmente salvar la vida del paciente, afirmó Cohen.

El “bien morir” es un derecho

El prejuicio que impide comprender este punto del libre albedrío es pensar que la vida tiene un sentido único, general e incuestionable. “La vida es demasiado compleja y rica como para dejarse llevar por recetarios. El sentido de la vida es buscarle uno personal”, definió.

Al revisar cómo se ha hablado del suicidio a lo largo de la historia, podemos ver que aun en el contexto de la tradición occidental este fenómeno no siempre fue mal visto. La oposición del cristianismo, explicó Cohen, se basó en un hecho coyuntural que luego fue tomado como dogma por el Vaticano. El origen se sitúa en el año 410, cuando los visigodos invadieron Roma y gran cantidad de mujeres vírgenes optaron por suicidarse para evitar ser violadas.

Para frenar la muerte de tantas personas, San Agustín les asegura que sólo el cuerpo es mancillado, pero no el alma, por lo que censura moralmente el hecho de quitarse la vida, a pesar de que en esa época había muchos mártires cristianos que lo hacían, inspirados en el sufrimiento de Cristo.

De igual manera, en Japón el suicidio podría ser un acto de honor, y en India, hasta hace pocos años, las viudas de escasos recursos eran obligadas a inmolarse en la pira funeraria de su marido como muestra de fidelidad.

En la actualidad, añadió la filósofa, hay dos motivos que conducen a ese acto irreversible: entre los jóvenes, la falta de expectativas laborales –y no tanto las decepciones amorosas, como suele creerse– y, entre los ancianos, el sentimiento de soledad.

Hay también otras causas, en función del contexto social. En Japón, por ejemplo, hay una tasa muy alta de suicidios infantiles, a causa del estrés escolar por obtener las mejores calificaciones.

Frente a la polémica que ha suscitado la eutanasia, cuya aplicación ya es legal en la ciudad de México desde enero pasado, Diana Cohen señaló que es necesario aclarar que el “bien morir” debe ser tomado como un derecho y no como una obligación, sobre todo cuando las circunstancias de pobreza pueden orillar al enfermo a tomar una decisión precipitada.

 
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