TOROS
■ De gran interés tauromáquico, las dos primeras corridas de la Feria de Texcoco
El zacatecano Jorge Delijorge, revelación; triunfos de Lizardo, Orozco, Vega y Téllez
■ Los encierros de Juan Flores y El Vergel no anularon el espectáculo
■ Entradas discretas
Ampliar la imagen En México se necesitan empresarios dispuestos a reposicionar la fiesta. En la imagen Xavier Ocampo Foto: Notimex
En materia de toros ni los que dicen que saben atinan a saber del todo. En México, además de empresarios dispuestos a coordinar esfuerzos en torno al objetivo concreto de reposicionar la fiesta en el ánimo del gran público, y de apoderados profesionales con respaldo económico, lo que hace falta son veedores de toreros capaces de dar espectáculo, de gustarse y de gustar a cuantos pagan por un boleto.
En la primera corrida de la Feria de Texcoco una gratísima revelación fue el joven diestro zacatecano Jorge Delijorge –el hombre, desde siempre, hace al nombre–, que con el octavo y magnífico toro de una prolongada tarde, Mezquitero, de don Juan Flores, dibujó primero templadas verónicas y después sabrosas fregolinas, para luego estructurar, con cabeza, intuición y estética, una magnífica faena por ambos lados, aprovechando cabalmente la suave y prolongada embestida del astado.
La tauromaquia de Delijorge proyecta una tauromaquia inteligente, una hondura deliciosa y un sentido claro y gozoso del mejor lenguaje corporal torero, ese que impide toda afectación y propicia la absoluta naturalidad, esa que hace del arte de la lidia una incopiable expresión interior delante de los pitones.
Cuando algunos potentados poco experimentados se quejan de la falta de figuras, empresarios realistas y comprometidos con las utilidades que genere su negocio taurino, apuestan por un presente eficaz y propositivo. Así, Marco Antonio Castilla, empresario de la plaza de Texcoco incluyó sin mayor inconveniente, en la primera corrida, a los recientes triunfadores de La Florecita, Manolo Lizardo y Aldo Orozco. Resultado: ambos triunfaron, cortaron oreja y quedaron apalabrados para próximas fechas dentro de la feria texcocana. ¡Ah, qué fácil es coordinarse cuando hay verdadera voluntad de hacerlo!
Arturo Velázquez Talín, José Rubén Arroyo y Christian Ortega salieron al tercio y refrendaron, en serio, su vocación y sus cualidades toreras ante ganado deslucido, en tanto que el desconocido español Reyes Román, se robaba una grotesca vuelta.
Y ayer domingo, en la segunda corrida de feria, la española Mary Paz Vega, con tanto valor y solidez técnica como insensibilidad para aprovecharla quienes se autonombran promotores, cuajó con su primero de El Vergel, complicado para cualquiera excepto para ella, una meritoria faena no valorada del todo. Y con su segundo, más toreable, estructuró una faena importante que coronó con eficaz estocada que le valió una oreja.
Israel Téllez, el joven torero triunfador originario de Guanamich –Guanajuato y Michoacán–, mentalizado a partir de sus resultados y no de sus fantasías y zancadillas, obtuvo la oreja de su primero y recorrió triunfalmente el anillo con su segundo, tras insistente petición de oreja del público, que disfrutó de otra faena con mando y variada.
Víctor Mora, hidrocálido, acusó los efectos de los vaivenes administrativos y anduvo extraviado con su lote, en tanto que su valor sereno aún no logra disimular su falta de un estilo propio.
El zacatecano Jorge Delijorge, quien el sábado asombró a todos con su fino estilo y su tauromaquia reposada, tuvo buenos momentos sin llegar a mayores. Pero sobre aviso no hay engaño: que nadie se queje de que en México no hay figuras en cierne; lo que pasa es que, incluso en Latinoamérica, los toreros se hacen toreando.