Usted está aquí: lunes 17 de marzo de 2008 Opinión Aprender a morir

Aprender a morir

Hernán González G.
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■ ¿Terapia abusiva?

A principios del siglo XX en México sólo 10 por ciento de la población moría en hospital, pero a finales de esa centuria 90 por ciento dejaba de existir en algún nosocomio. A comienzos del siglo XXI esta tendencia empieza a revertirse lentamente, más que por un cambio de valores en las personas, por una política del sector salud público de brindar atención médica a domicilio, señala el doctor Othón Gayosso Cruz, anestesiólogo y especialista en terapia intensiva.

Ahora, añade el también maestro de posgrado en la Facultad de Medicina de la Universidad Nacional Autónoma de México, el esquema familiar actual, en que la mayoría o la totalidad de los miembros se ausentan del hogar gran parte del día, impide en buena medida la atención del enfermo y casi ha hecho desaparecer la escena solidaria de los hijos y nietos cuidando a las abuelas en sus últimos días.

En este sentido, también, cada vez son más frecuentes los casos de lo que se denomina el colapso del cuidador, es decir, el derrumbe físico y emocional de la persona que cuidaba del paciente, por no hablar del desplome económico de la familia cuando coinciden las esperanzas exageradas con las falsas expectativas médicas.

El neologismo mistanasia alude a la muerte del paciente tras el abandono de los familiares.

Un criterio sensato para ingresar a una persona en terapia intensiva es que, estando grave, su condición –de forma realista– sea recuperable. Desafortunadamente abundan los casos de terapia intensiva en que el paciente, conectado con cinco tubos o más sólo va a prologar su agonía, pero además terriblemente lastimado.

En el mundo fallecen entre 20 y 25 por ciento de quienes ingresan en unidades de terapia intensiva (UTI), pero de los que sobreviven, 75 por ciento empeora, y de éstos, 20 por ciento son dependientes absolutos por un tiempo prolongado.

Un día en UTI, en hospital público, cuesta 25 mil pesos, y en uno privado, el doble o más, no obstante, repito, que en muchos casos las posibilidades reales no sólo de salir de la gravedad, sino de recuperarse, son mínimas o de plano nulas, indica el doctor Othón Gayosso.

 
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