Disquero
Celebración
Tan brillante como el Sol del Equinoccio, el nuevo disco de uno de los músicos más amados/respetados/admirados/bendecidos y sonrientes, el maestrísimo Bobby McFerrin, aparece en formato devedé y es una celebración tumultuosa de la vida y sus misterios. Se titula acertadamente Swinging Bach y reúne a una pléyade de grandes músicos de distintos lares, orientaciones y rutas convergentes en una luz inmensa: la música de Bach.
El título alude a la alternancia en que se sucedieron esos músicos la noche del 21 de marzo de 2000, cuando celebraron dos siglos y medio de la ida de Bach, quien en vida prodigó tantas sonrisas como las que respondieron esa noche en la plaza central de Leipzig, la ciudad donde vivió y escribió buena parte de su obra el joven Johann Sebastian Bach, y donde 250 años después se alternaron músicos de carrera larga en salas de concierto de música “clásica” (comillas irónicas, porque Bach fue barroco, no clásico) con maestros de la síncopa, enarbolados por el mismísimo Jacques Louissier y su Trío de jazz, viejo conocido del Disquero.
Lindo maratón que duró 24 horas en escenarios simultáneos y contiguos con una multitud fervorosa que disfrutó la lluvia pertinaz y los océanos de música, empapados en luz. Destacan en este megaconcierto los King’s Singers, quienes coincidieron en fechas recientes en Bellas Artes, en México, con McFerrin.
Lucen como soles nocturnos los integrantes del fabuloso conjunto German Brass, desde un balcón de aquella plaza germana. Esplende el humor del Turtle Island String Quartet, con sus sátiras entre Frank Zappa y Kronos Quartet. Pero el momento del éxtasis sucede con el par de apariciones de Bobby McFerrin, quien interpreta dos de las obras de Bach que hizo en nuestro país hace pocos días y en Leipzig, en el devedé que nos ocupa, con integrantes de una de las mejores orquestas del planeta, la Gewandhaus de Leipzig y luego con el Trío de Jacques Louissier.
Y si a todo esto le agregamos un sistema de amplificación Harman Kardon con siete bocinas Polk Audio y dos subwoofers, un melómano jarocho sintetizaría así su asombro y deleite: Aaaaasu.