■ Nuevo título sobre la vida del humanista, publicado por el FCE
Alfonso Reyes mantuvo estrecha conexión con los hitos del país
■ Memoria incluye sus ensayos que trascienden las peripecias: Glantz
Muchos de los ensayos que Alfonso Reyes escribió para contar anécdotas de su vida están estrechamente ligados con la historia de México, afirma Margo Glantz en el prólogo del libro Memoria, nuevo título de la colección Capilla Alfonsina que publica el Fondo de Cultura Económica (FCE).
La crítica literaria agrega: “No se trata solamente de contar las peripecias de una vida individual, como en la autobiografía tradicional, ni tampoco de privilegiar el acto de conocerse a sí mismo a través de la escritura, como es el caso de varios escritores europeos, empezando con Rousseau, Gide, Leiris, De Quincey, Kafka, Virginia Woolf.
“Aun los acontecimientos más banales de su vida cotidiana y de los suyos –en especial su padre, aunque también su abuelo– están ligados inexorablemente a la historia de México, el pasado y el tiempo en que le tocó vivir.”
Alfonso Reyes nació en Monterrey, Nuevo León, en 1889, y murió en la ciudad de México en 1959. Abogado, diplomático, escritor, poeta, traductor, periodista, fundador de instituciones nacionales, fue encargado de negocios ad interim de México en España (1921 y 1922-1924).
También fungió como ministro en Francia (1924-1927), embajador en Argentina (1927-1930, 1936 y 1937) y Brasil (1930-1936); fundador y primer presidente de El Colegio de México (1940-1959), así como fundador de El Colegio Nacional.
Fue integrante de la Academia Mexicana de la Lengua, como miembro correspondiente desde 1918, y de número desde 1939, así como Premio Nacional de Literatura (1945). Sus Obras completas están recogidas en 26 volúmenes del FCE.
En este nuevo volumen, explica Glantz, “Reyes insiste en revisar de manera sistemática los libros o folletos que fue escribiendo en México en tiempos de tranquilidad o en tiempos turbulentos”; lo hace “por escrúpulo bibliográfico”, pero le es imposible no recordar (…) los acontecimientos que lo llevaron al exilio y ensangrentaron al país, empezando por las muertes de su padre, de Madero y Pino Suárez.
“Reyes es un copista de su propia vida, un obseso de sí mismo y de su obra: al demostrar la preeminencia de la labor escrituraria como su directiva vital, Reyes la elige como la única posibilidad que posee para volverse inmortal.”
La colaboradora de La Jornada agrega que se podría subrayar, “exagerando, que casi por derecho de nacimiento, el transcurrir de la familia Reyes está en estrecha conexión con los sucesos fundamentales que determinan a la Nación, así con mayúscula: con sólo existir él y su familia forman parte de la historia, son historia.
“En ocasiones me recuerda al Guillermo Prieto de Memorias de mis tiempos, escritor popular, pero, como la mayor parte de los liberales, actor decisivo en los acontecimientos más relevantes del siglo XIX en México: nada de los hechos de importancia de su tiempo le es ajeno, antes bien, parecería que su intervención hubiera sido decisiva en ellos.
“Y no lo hago, porque en los textos coleccionados en esta antología Reyes mezcla distintos tipos de relatos que no podrían catalogarse simplemente; para empezar, si intenta esbozar una genealogía, escribe un texto de corte decimonónico casi folletinesco –De Cuernavaca a Ayutla–, relato a la cabeza de esta compilación.”
Resonancias épicas y ensoñaciones
“Nos enfrentamos –prosigue Glantz– también con escritos en que los recuerdos van plagados de dramatismo, resonancias épicas y hasta ensoñaciones, como bien puede apreciarse en su estupenda Oración del 9 de febrero, escrita en Buenos Aires, y en la cual apunta al final ‘20 de agosto de 1930’, día en que su padre cumpliría 80 años, editada en 1969 por Gastón García Cantú, 10 años después de la muerte de don Alfonso, a instancias de su viuda, doña Manuela Mota: da cuenta de un episodio particular de la Decena Trágica, en 1913, culmina con la muerte violenta del general Bernardo Reyes.
“Se incorpora enseguida a la antología un fragmento de Fronteras, intitulado Rumbo al Sur, texto publicado primero en la Revista de la Universidad en 1955; describe con mayor minucia, aunque repitiendo anécdotas ya contadas en el texto anterior –matizándolas y añadiendo nuevas–, algunas de sus tribulaciones y las de su familia durante su exilio en Francia y sobre todo en Madrid.
“Tomados de diarios y de apuntes anteriores, resulta evidente que los recuerdos tamizados por el paso de los años (1914 a 1955) reiterarán ciertos datos, olvidarán otros y añadirán nuevos.”
El cuarto fragmento compilado en Memoria se titula “De las conferencias del Centenario a los Cartones de Madrid”, del que Glantz dice que es “una especie de inventario de sus publicaciones en México y luego en el exilio”.
El volumen remata con un texto escrito en 1953, “ya al final de su vida, cuando atacado de un padecimiento al corazón, enfermedad de la cual moriría el 27 de diciembre de 1959, utiliza su propio cuerpo como centro del relato: rememora Los cuatro avisos que desde 1944 lo convertirían en un enfermo crónico, hecho que lo obligará a vivir en lo sucesivo a un ritmo más lento, o andantino, como él mismo lo denomina, narrado con un tono melancólico, sentencioso, filosófico: el aislamiento, una dolencia que no abate y deja margen a la meditación, determina un clima propicio para el examen de la propia conducta”, detalla Glantz en el prólogo.