Japoneses, víctimas del polen
Tokio, 14 de marzo. Eriko, ama de casa de 38 años, está bastante irritada porque tiene constantes ataques de estornudos. “Me estoy volviendo loca. Los ojos y la garganta me pican; inclusive, los oídos”, se queja.
Otra innumerable cantidad de personas comparte los síntomas de Eriko en la época anual de kafunsho, cuando gran parte del país es víctima de alergias al polen.
En las calles, supermercados, automóviles y en los saturados trenes, quienes padecen esta ola de estornudos usan máscarillas para filtrar el aire.
“Algunas veces tengo que usar máscara mientras duermo”, dice Eriko.
El primer culpable de los ojos y narices que chorrean sin cesar es el cedro, plantado tras la Segunda Guerra Mundial para reforestar laderas de montañas, como parte de la reconstrucción de Japón y como medida preventiva contra posibles deslizamientos de tierra, debido a la propensión de ese país a los movimientos telúricos.
Treinta años después, cuando los cedros comenzaron a polinizar, surgieron los primeros casos de alergia que parecen empeorar con el tiempo. Se estima que uno de cada cinco japoneses sufre de alergia al polen.
Medidas contra la reacción
Los pronósticos meteorológicos incluyen reportes sobre las áreas del país más afectadas. Inclusive, una compañía desarrolló un robot cuyo color de ojos cambia según la concentración de las microesporas.
Los consejos para reducir los síntomas incluyen evitar áreas con alta concentración de polen, no secar la ropa al aire libre y lavarse a menudo la cara. También se sugiere usar cubrebocas, anteojos protectores y mascadas para el cabello.
Las alergias al polen ya generan preocupación gubernamental en cuanto al desarrollo de medidas antialérgicas, a remedios medicinales y hasta al remplazo directo de los bosques de cedros por especies que produzcan menos polen.
Mientras, Eriko deberá usar máscaras, gotas para los ojos y aerosoles nasales. “Realmente estoy esperando que llegue el verano”, expresa antes de volver a estornudar.