■ El escritor y director de teatro vendrá a México para montar su obra El sueño sin fin
El derrumbe de todo es señal de cambios positivos por venir, augura Jodorowsky
Ampliar la imagen El narrador, cineasta y director de teatro Alejandro Jodorowsky durante una entrevista con La Jornada, en septiembre de 2000 Foto: José Núñez
Paciencia pide a la humanidad Alejandro Jodorowsky, pues el desmoronamiento de todo es señal de que están por venir cambios mundiales positivos.
La voz del narrador, poeta, cineasta y director de teatro de vanguardia se escucha vía telefónica desde París, como preámbulo a su llegada a México para presentar en abril la obra El sueño sin fin, inédito escrito y dirigido por él que se montará en el Teatro de la Ciudad, como parte del Festival de México en el Centro Histórico.
Esta obra de Jodorowsky (Chile, 1929) es un planteamiento que comenzó hace varios años como Ensueños, a partir de Strindberg, que montó en México con Carlos Ancira y María Teresa Rivas, y que ahora se ha transformado para ser puesto por primera vez aquí.
Con el aval de la asociación cultural italiana Il Mutamento Zona Castalia y Artillería Producciones, en El sueño sin fin participa su hijo Brontis Jodorowsky, como uno de los actores principales.
El realizador de películas de culto como La montaña sagrada y El topo y de la puesta Ópera pánica, comparte: “Actualmente estoy en un teatro que dé una esperanza de vida, presentando problemas y soluciones. Se trata de dos seres superiores provenientes del universo, que caen en la Tierra y se van encarnando en parejas humanas (madre e hijo, esposo y esposa, hermano y hermana), con todos sus dolores y tratando de liberarse.”
Jodorowsky, quien vivió en México más de dos décadas y que cada vez que regresa aprovecha para desayunar chilaquiles y visitar el mercado de Sonora, fuente de insumos de los brujos, charla por teléfono con un grupo de reporteros y abunda sobre ese teatro que ayude a sanar.
Teatro y sanación
“El teatro terapéutico te hace tomar conciencia de tu problema y luego te ofrece soluciones para que te cures, y tú decides si las sigues, aunque no son recetas de cocina. La enfermedad es falta de conciencia y falta de belleza.”
Aunque Jodorowsky, quien está escribiendo el libro La guía de la psicogenealogía, pondera al recordar que “el dolor es necesario para el autoconocimiento” y que el mayor obstáculo de éste es el “ego individual” que imponen la sociedad y la familia. Nuestro ser total, agrega, es mucho más amplio.
–¿Por qué ha dicho que en El sueño sin fin se abandona el discurso destructivo en favor de algo más espiritual?
–Pero es entretenida y hay conflicto, y sin conflicto no hay arte. Se presentan conflictos y poco a poco se van solucionando.
–¿Está bajando la guardia en su crítica, su sarcasmo, su provocación?
–Lo único que he bajado es la cantidad de esperma que tengo. Estoy llegando a la andropausia, el resto no ha bajado. Hay erecciones todavía, pero la emisión espermática casi ha desaparecido. Del resto, va muy bien todo.
–¿Se quiere redimir?
–No quiero nada, yo acepto lo que venga. Soy humilde, soy un enorme ego humilde.
–Es casi imposible entrevistarlo seriamente a usted, maestro.
–Es que las cosas no son serias, pues. Hay un filósofo grande, Wittgenstein, que dijo: el saber y la risa se confunden.
El poder de la momia
Antes evitado por los círculos del poder, al provocador artista ahora lo reciben hasta los presidentes, e incluso le ha echado el tarot a la mandataria chilena Michelle Bachelet. Sucede que, dice divertido, “soy una momia cultural”.
–¿Cómo observa la llegada al poder de las llamadas izquierdas institucionales?
–Yo no observo nada. ¿Por qué yo siendo artista tengo que saber opinar sobre todo? No soy de esos escritores que se presentan a presidentes o que se hacen amigos de dictadores y se meten en la política para vender libros más tarde. Yo no opino, soy de extremo centro. Creo en la re-evolución poética y la política no me interesa.
–¿Y la sociedad le interesa?
–Sí, mucho. Y me interesa el destino y la sociedad humana. Pienso en el futuro, más que en el presente.
–¿Tiene futuro la humanidad?
–Lógico, porque si no tuviera futuro no existiría. Creo que hay un plan del universo, que es crear conciencia. En un huevo, antes que nazca un pollo nacerá conciencia. Cada niño que viene al mundo es un receptáculo de conciencia. La piedra se realiza en nosotros, somos el canto de las piedras, de la materia. La materia produce conciencia. Hay un plan para la humanidad, lo creo, tengo que creerlo, porque sería muy decadente que yo pensara que estamos por azar y que no hay plan. Prefiero pensar positivo. Buda dijo: verdad es lo que es útil.
“Creo que todo se va a arreglar poco a poco porque van a empezar a nacer niños mutantes, más inteligentes que nosotros. Y a nosotros nos van a mirar como a monos u orangutanes. Se van a burlar de nosotros los próximos seres humanos. O van a tener piedad de nosotros. Van a decir: pobrecitos, tanto que sufrieron para crearnos a nosotros. Eso es lo que realmente pienso.”
Jodorowsky pide que le hagan “una buena última pregunta”, y La Jornada le plantea:
–La situación de guerra, violencia y narcotráfico a veces parecen operar en sentido contrario de su optimismo, la realidad a veces parece un muro infranqueable.
–La realidad tiene época, fecha. Hoy el mundo está convulsionándose. Lo comparo con una oruga que tiene un gusano dentro que se está retorciendo: sufre, está muriendo, pero cuando se abre el capullo sale una mariposa. Lo que está pasando ahora es muy bueno, porque estamos llegando a una crisis donde todo se está cayendo, en las religiones, la política, la economía, la cultura. No es malo, es bueno, porque estamos llegando a una crisis de la cual, de pronto, va a nacer un cambio absoluto, bueno y positivo. Paciencia entonces.