■ El intenso tráfico y el calor abren a muchos esta veta como única fuente de ingresos
Crean mercado laboral emergente de venta de agua en calles del DF
■ Circuito Interior y Chapultepec, entre otras vialidades
■ Ganancias hasta de $160 diarios
Ampliar la imagen Vendedores de agua embotellada prefieren las vías primarias de la ciudad para ofrecer el producto a transeúntes y automovilistas Foto: La Jornada
Ampliar la imagen El tránsito vehicular intenso y el calor han convertido las vías primarias en mercado emergente de agua embotellada Foto: Alfredo Domínguez
El calor y el intenso tránsito en la ciudad han abierto un mercado laboral emergente para cientos de personas que en las esquinas más conflictivas del Distrito Federal venden botellas de agua en esta temporada, como única opción de ingresos.
En automóvil o a pie, se puede encontrar a estos vendedores que en las semanas más recientes han proliferado por toda la ciudad.
Alicia gana ocho pesos por cada paquete con 12 botellas que vende en un crucero del Circuito Interior. Antes vendía el líquido en el Centro Histórico, pero “desde que nos quitaron” acudió al expendio y pidió que la emplearan para ofrecerla en las esquinas.
Trabaja alrededor de ocho a 12 horas, “dependiendo de cómo salga la mercancía”, y su ganancia diaria varia entre 120 y 160 pesos.
Como ella, varios jóvenes se congregan sobre avenida Chapultepec para abarcar las tres calles que convergen en su crucero. “Es una friega, sobre todo cuando corres para alcanzar un auto y hace mucho sol”.
Sin embargo, narra Eduardo, que con el bachillerato terminado es una de las pocas opciones en las que su ganancia es diaria y directa por la cantidad que logran vender de alrededor de las 10 de la mañana hasta las cinco o seis de la tarde.
Y es que mientras una botella de un litro y medio, en tiendas de conveniencia o minisúpers van desde los ocho pesos hasta los 12, repartidas en la ventanilla de un conductor o como oferta al peatón que espera cruzar la calle, cuesta 5 pesos. “Es por temporada de calor”, explica uno de los estudiantes, vestido con mandil azul y con el precio marcado con letras blancas en el centro.
Alicia, de 28 años de edad, dice que el expendio donde ella acude, ubicado en la calle Uruguay, compra más en estos meses y por eso, cree, la puede ofrecer más barata. Aunque la oferta para los que pasan resulta buena, confiesa, hay que trabajar todo el día y hay que restarle las cartulinas anaranjadas que semanalmente ha comprado con sus propios recursos para promocionar su producto.
Cuenta que mientras en el centro vendía en promedio 10 paquetes con las conglomeraciones, en el cruce de Circuito Interior, se acaba alrededor de 10 paquetes más.
Con sus ganancias, solventa los gastos de una familia de tres hijos, uno de los cuales apenas es un bebé que tiene que dejar encargado con su mamá para vender. A los otros dos los envía a una secundaria de tiempo completa para que ella pueda trabajar todo el día, ya que llega al expendio a las seis de la mañana para que se le asignen sus paquetes y para que la vayan a dejar a su crucero.
Ella misma escogió su esquina para trabajar y diariamente una camioneta repartidora la deja ahí con sus paquetes, más dos cubetas con hielo.
La mujer, que evidencia en su rostro las huellas del sol, sabe que no es el mejor crucero de esta vía rápida, porque, explica, tiene que sacrificar la visibilidad que le dan las grandes avenidas a cambio de no ser “levantada por la gente de la delegación”, por lo que pide no ubicarla exactamente en una dirección.
Los tripulantes de una camioneta la llaman con la bocina y ella corre con tres botellas en la mano. Las entrega todas y luego torea al resto de los autos para tomar más agua y correr a la otra esquina antes de que el semáforo vuelva a cambiar.