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LOS MUCHOS BOSQUES SELVAS BAJAS: MÁS QUE MADERA
Catarina Illsley Granich La expresión bosque generalmente remite al fresco aroma de pinos y al color verde que prevalece en los climas templados; bosque tropical, a la exhuberancia y diversidad de las zonas cálido-húmedas. Ambas pueden evocar escenas de extracción de madera de grandes árboles, que a su vez se pueden vincular a ideas de riqueza y/o deforestación. En cambio, las imágenes que se vienen a la mente cuando se dice bosque seco o selva baja caducifolia son muy diferentes; se piensa en zonas que son verdes mientras llueve, pero se vuelven completamente secas durante la otra mitad del año; de árboles retorcidos o espinosos, algunos muy caprichosos en sus formas y colores, y espectaculares cactos. No sugiere extracción de madera ni manejo forestal. Se piensa, si acaso, en una suerte de parientes pobres de las selvas tropicales. El manejo de los bosques templados es una ciencia formal desarrollada desde hace mucho tiempo, sobre todo en países del norte. Existe un sinfín de investigaciones y las escuelas forestales enseñan cómo elaborar planes de manejo, calcular las existencias de madera y las tasas de regeneración, modelos de manejo, ecología y conservación. En torno a los bosques tropicales y su manejo también hay varias cátedras; aunque menos información. Pero de las selvas bajas poco se enseña y poco se sabe. Tampoco hay muchas áreas protegidas como reservas naturales. Estos bosques, que constituyen la tercera zona ecológica más extensa de nuestro país, con cerca de 11 millones de hectáreas, están siendo rápidamente sustituidos por agricultura y ganadería. Sin embargo, si bien pocos de sus árboles pueden proporcionar madera para la industria, encierran una gran diversidad de productos de usos muy diversos: medicinas, aceites, resinas, alimentos, forrajes, bebidas, fibras, aceites esenciales y maderas no convencionales. Las primeras evidencias de pueblos agrícolas, que datan de hace 7 mil-10 mil años, se han encontrado en las selvas bajas del Balsas y Oaxaca. Hoy las habitan unos 30 grupos étnicos de México, y son estos pueblos los que principalmente han descubierto las propiedades de cientos de plantas y animales con las que conviven. También han desarrollado sistemas de manejo para algunas de sus plantas útiles. Por ejemplo, en algunas comunidades de origen nahua de Guerrero existe un manejo muy cuidadoso de los magueyes mezcaleros que crecen de manera silvestre en el bosque seco: se cuadricula con líneas imaginarias el territorio y se va cosechando en orden, de modo que se vuelve al punto de partida en tres años, dando tiempo de que se regenere y mantenga la población; otra serie de prácticas y reglas comunitarias ayudan a garantizar este resultado. La venta del maguey se hace por medio de la asamblea. Este manejo, que podría haber sido diseñado por un egresado de una escuela forestal, es resultado de la experiencia local. Hay ejemplos similares para otras especies, como los árboles que se usan para hacer los alebrijes en Oaxaca. Algunos académicos han empezado a acercarse a la riqueza natural y cultural de los bosques secos y a acompañar a sus dueños, casi todos campesinos pobres, a retomar el conocimiento local para validar o desarrollar planes de manejo formales y legalizables. Esto apunta a lo que podría llegar a ser una forestería de bosques secos, enfocada no a cosechar madera, sino múltiples productos, muchos de ellos endémicos de México, una alternativa más sustentable que la sustitución de estos fascinantes ecosistemas por monocultivos y agostaderos. Grupo de Estudios Ambientales, AC BOSQUE DE NIEBLA: IMPORTANCIA CRÍTICA
Tarin Toledo El bosque mesófilo de montaña, también conocido como bosque de niebla, lo encontramos donde las nubes se presentan de manera persistente al nivel de la vegetación. Este ecosistema se caracteriza por el aporte de agua de las nubes, por cañadas en zonas montañosas con árboles de arquitectura retorcida, cuyas copas están cubiertas por plantas como bromelias, helechos y orquídeas. Allí una carpeta de musgos recubre troncos, ramas y piedras, y brinda un aspecto encantado. No hay una evaluación reciente que identifique las áreas de bosque de niebla en México, pero diferentes análisis establecen que se trata del ecosistema tropical más raro en el mundo y el más amenazado en el país. Ocupa menos de uno por ciento del territorio nacional, pero alberga la mayor diversidad de especies de flora y fauna en relación con su área: entre 2 mil 500 y 3 mil especies de plantas vasculares habitan exclusiva y preferentemente allí. El bosque de niebla juega un papel clave en la regulación de los ciclos hidrológicos y de nutrientes del paisaje. Desafortunadamente, su distribución naturalmente fragmentada y su lenta capacidad para recuperarse de la perturbación, lo convierten en un sistema particularmente frágil. Numerosos estudios coinciden en señalar que es, en especial, vulnerable al cambo climático. La condición de elevada humedad es requisito para la existencia de este tipo de bosque; por ello, la elevación de la condensación de las nubes y el aumento de la temperatura, como resultado del calentamiento global, provocarían una reducción del área afectada por las nubes, con la consecuente pérdida de especies. Se estima que 50 por ciento de la superficie cubierta originalmente en México por bosque de niebla se ha perdido, principalmente por cambio de uso de suelo hacia agricultura de roza-tumba y quema, y urbanización; en menor medida han incidido los incendios forestales, la sequía, la ganadería extensiva, la tala ilegal, los cultivos ilícitos, la extracción de materiales para construcción y la cafeticultura tecnificada. Si bien es un ecosistema fuertemente amenazado, también existen oportunidades para su conservación, entre ellas el pago por servicios ambientales que desarrolla la Comisión Nacional Forestal, en particular por los servicios hidrológicos que este bosque provee. También los programas de manejo forestal comunitario son una oportunidad para la conservación del bosque de niebla; la extracción de productos maderables y no maderables, con programas de aprovechamiento con tasas de extracción sustentables, favorece el mantenimiento del sistema, al desincentivar su transformación a otros usos como urbanización, cultivos agrícolas o potreros. La cafeticultura ecológica contribuye al mantenimiento del ecosistema; los árboles remanentes del bosque de niebla proveen sombra para los cafetos y funcionan como importantes refugios para una gran cantidad de animales y plantas. Además, las áreas protegidas juegan un papel importante en la conservación de la biodiversidad del bosque de niebla, y el ecoturismo puede apoyar a su mantenimiento. Comisión Nacional para el Uso y Conocimiento de la Biodiversidad (Conabio) |