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INCUMPLE MÉXICO COMPROMISOS INTERNACIONALES
Raúl Benet En 1992, en la célebre Cumbre de Río, más de cien países, incluido México, firmaron importantes acuerdos que pretendían ordenar las actividades económicas en un concierto de sustentabilidad social y ambiental global. En ese contexto, el país se comprometió a emprender acciones significativas y palpables para hacer un manejo de sus bosques que garantizara la conservación y recuperación de la cobertura, la biodiversidad y los suelos forestales, y que a la vez proporcionara beneficios a sus habitantes. Quince años después, la Coalición Mundial de Bosques condujo una investigación para evaluar el cumplimiento de esos compromisos. Las principales conclusiones para el caso de México son:
El resultado de todo este incumplimiento de los compromisos en materia forestal es que se sigue perdiendo cerca de un millón de hectáreas forestales al año, que continúa la destrucción de los manglares a un ritmo creciente y que la institucionalidad ambiental es cada vez más débil, dócil y justificativa ante las políticas energéticas, industriales, ganaderas y turísticas no sustentables. Y las comunidades que habitan y poseen los bosques en su mayoría son cada vez más pobres y marginadas, y cada vez más expuestas a los efectos devastadores del cambio climático. Cosechando lluvias en Rajasthan Emma Cosío Era el taller de la Universidad de las Abuelas en la granja experimental de la célebre ambientalista india Vandana Shiva. Llegaron campesinas ancianas, viejas y algunas jóvenes del norte del país para discutir problemas de sus campos y compartir experiencias. Uno de los propósitos fue narrar y demostrar los diferentes usos de las semillas, desde su selección hasta un riquísimo platillo guisado. En esta granja se ha creado un banco “vivo” de semillas para intercambiar o regalar las mejores semillas que han logrado. El mayor de los grupos planteaba protestas por la construcción de una presa que las afectaba de muchas maneras, entre otras, el que varios pueblos habían quedado incomunicados. A media noche se abrió estrepitosamente la puerta del dormitorio, entra un “intocable” cargando maletas y bultos, seguido de una mujer sesentona, algo más corpulenta de lo que se ve por aquí, con el pelo pintado de anaranjado, como lo usa toda viuda respetable; cara dura como el mármol que se “cosecha” en el desierto del Thar, de donde ella provenía. Según iba hablando de su trabajo, fue creciendo nuestra admiración y respeto por este personaje. Dirige la organización Gravis, cuya carta de presentación es “trabajar con las comunidades del desierto de Thar para el empoderamiento de los pobres” y hasta la fecha ha trabajado con algo más de un millón de personas en unas 800 comunidades. Basada siempre en la filosofía de Gandhi, sostiene que hay que levantarse, pero la última persona primero. Promueve la propiedad comunal con el control del medio ambiente, la educación y la salud, es decir, una verdadera autonomía. En todos sus proyectos trabaja mezclando la sabiduría tradicional y la tecnología moderna, siempre con la participación del pueblo en todos los niveles. Como no le ha parecido suficiente limitarse a la recolección del agua, creó unidades de educación formal y no formal, dando especial apoyo a las niñas; un pequeño hospital y diversos sistemas de apoyo a los ancianos; con las mujeres ha creado grupos de autoayuda (203) para que con micro créditos puedan emprender trabajos productivos. Con los mineros del mármol ha organizado grupos para la defensa de sus derechos. Quizá un trabajo más trascendente sea la captación de agua en un desierto inclemente, de temperaturas muy altas, en el que puede dejar de llover hasta por dos años. A veces deben recorrer 24 kilómetros para encontrar agua, siendo muy costoso pagar el agua y su acarreo. Las taankas son sencillas y baratas construcciones para abastecimiento de una familia o un pequeño grupo de familias. Se colecta agua que escurre de los techos, de los patios, o de algún arroyito cercano. Tienen entre tres y cuatro metros de diámetro y entre cuatro y cinco de profundidad. Se usan ladrillos recubiertos de cemento y almacenan entre 25 y 50 metros cúbicos. Alrededor, para el escurrimiento del agua, se aplana un diámetro de 30 metros con inclinación hacia el depósito. Generalmente se tapa con lajas dejando sólo un agujero para sacar el agua. Este almacenamiento podría durar entre cuatro y ocho meses para una familia promedio, de siete a 10 personas. Los naadis son sistemas de captación comunal. Aprovechan alguna hondonada que amplían y profundizan, usando tierra extraída para ponerla alrededor del jagüey y evitar derramamiento. Las dimensiones varían mucho, el tamaño promedio es de unos 200 metros cuadrados y unos seis de profundidad, con un capacidad de más o menos 30 mil metros cúbicos. En cada comunidad se construyen varios naadis. La humedad de sus alrededores propicia el crecimiento de varias especies de árboles en los cuales anidan aves locales y migratorias y cuyo follaje alimenta al ganado. La tierra de la excavación la usan para mejorar la tierra cercana y sembrar cuando menos hortalizas. El agua de estos depósitos se usa tanto para humanos como para el ganado. Cada mes la comunidad desazolva el naadi, siempre y cuando no sea luna llena. Los naadis son algo más que una manera de almacenar agua, pues tienen un significado cultural de la relación del pueblo con la naturaleza. Cuando se acercan las lluvias, las mujeres hacen ceremonias para propiciarlas, llevando ofrendas de flores y los recién casados arrojan al naadi una muñeca muy decorada y comparten dulces con sus vecinos. Los campesinos los conciben también como el límite de su comunidad, allí despiden y reciben a sus invitados. Las organizaciones de los pueblos para varias tareas comunales, entre ellas el mantenimiento de estas estructuras, se forman de manera democrática y se incluye a todos los pobladores, sin importar la casta, religión o género. Los trabajos son como tequio y para los demás proyectos Gravis consigue fondos que son manejados por un comité de desarrollo comunitario. También construyen depósitos muy sencillos para regar tierras cultivables, que aunque no pueden abarcar grandes extensiones, algo ayudan al sostenimiento de las familias. La poca productividad de éstas es bastante grave pues provoca la migración masiva de los campesinos hacia las ciudades o incluso a los países vecinos. El trabajo propiamente agrícola de Gravis consiste en la formación de bancos de semillas, desarrollo de bosques comunales, creación de pastizales, horticultura para tierras áridas, viveros de frutales y árboles de bosque. Shashi Tyagi, heroica directora de Gravis, recibe apoyo de pocas organizaciones extranjeras, pues la mayoría son de la India. Al terminar cada módulo del programa de la Universidad de las Abuelas, sin previo aviso, las campesinas se paran a bailar, algunas tocan el tambor y otras cantan. Las que toman más en serio los bailes son las ancianas que se ondulan con una suavidad y una dulzura que más parecen libélulas. Otra espléndida mujer, ésta urbana, refinada y sofisticada, cantaba gazals, canciones “eróticas” que se entonaban en los palacios y las casas de los grandes señores. Las Áreas Naturales Protegidas y los Bosques y Selvas de México
Juan E. Bezaury Creel
Las áreas naturales protegidas (ANP) de México –tanto las gubernamentales (federales, estatales, del Distrito Federal y municipales), como las establecidas por ejidos, comunidades o pequeños propietarios– abarcan casi 10 por ciento del territorio del país y constituyen la estrategia más consolidada para la conservación de la biodiversidad y de los servicios ambientales. En las ANP la mayor parte de la superficie es manejada como “zonas de usos múltiples”, y las actividades económicas que allí se desarrollan se rigen por parámetros de sustentabilidad en el aprovechamiento de los recursos naturales y no pretenden satisfacer metas de rendimiento capitalista de corto plazo. Esto significa que las ANP mexicanas no están aisladas de la economía nacional, sino que participan activamente para fortalecerla y consolidarla, pero dentro de los límites que impone la conservación de su condición natural. Los bosques y las selvas cubren 35 por ciento de las ANP gubernamentales. El desglose es así: 25 por ciento de la superficie de las ANP federales, 48 de las estatales y del Distrito Federal y 43 por ciento de las municipales. Suman en total 6 millones 452 mil 170 hectáreas, de las cuales 2 millones 864 mil 891 son de bosques templados y 3 millones 587 mil 279 hectáreas son selvas tropicales. Adicionalmente, más de tres cuartas partes de la superficie de ANP establecidas por ejidos, comunidades y pequeños propietarios son bosques y selvas. Buena parte de estos terrenos han sido reconocidos como ANP por medio de los certificados que otorga la Comisión Nacional de Áreas Naturales Protegidas (Conanp) y en los que se especifica el tipo de manejo que se dará a los predios, en función de los intereses de sus propietarios. El aprovechamiento de bosques y selvas en la mayor parte de las porciones de las ANP que no son consideradas como “zonas núcleo” está permitido por las leyes mexicanas, pues estas zonas no son propiedad pública y sus dueños requieren utilizar los recursos para subsistir. En este sentido, las comunidades, ejidos y particulares tienen que presentar una manifestación de impacto ambiental, que garantice que los aprovechamientos se realizarán de tal forma que no amenacen la persistencia de los bosques y las selvas. El costo de la manifestación de impacto ambiental es cubierto en algunos casos por programas de apoyo de la Comisión Nacional Forestal (Conafor), la cual también canaliza una porcentaje considerable de sus pagos por servicios ambientales a predios dentro de las ANP. Por otro lado, la Conanp provee apoyos para el desarrollo de actividades productivas en las ANP, mediante el Programa de Desarrollo Rural Sustentable (Procodes antes Proders) y programas de empleo temporal. El uso de los bosques y selvas en las ANP no han estado exento de conflictos, por ejemplo los generados por el establecimiento de zonas núcleo de la Reserva de la Biosfera Sierra de Manantlán sobre terrenos de aprovechamiento forestal. En la Reserva de la Biosfera Mariposa Monarca, se creó el Fondo Monarca para compensar las pérdidas de ingresos que sufren los propietarios por dejar de trabajar terrenos que antes estaban bajo aprovechamiento forestal y que hoy integran zonas núcleo. Pero a la fecha los apoyos del Fondo son limitados; su efecto es parcial y sólo sirven para amortiguar el conflicto social, no para resolverlo. Un caso muy especial son los parques nacionales terrestres en los cuales –al igual que en monumentos naturales y santuarios–, la legislación no permite los aprovechamientos extractivos de recursos naturales. La mayoría de estos parques fueron establecidos en los años 30 sin resolver las necesidades de subsistencia de los dueños de las tierras; por tanto, los aprovechamientos forestales continuaron, a partir de entonces de forma ilegal, principalmente con la tala hormiga. El resultado es un alto grado de degradación ambiental y de descontento social. El problema de los parques nacionales se presenta sólo en 5 por ciento de la superficie terrestre de las ANP federales. No obstante, es un problema a resolver, y las opciones son: la recategorización de los parques –a una modalidad que permita un aprovechamiento legal y sustentable de los recursos naturales, tal y como plantea el artículo séptimo transitorio de la Ley General del Equilibrio Ecológico y la Protección al Ambiente–, o la ejecución de las expropiaciones definidas en decretos emitidos el siglo pasado, con indemnizaciones justas para los propietarios. A pesar del avance fundamental en ANP alcanzado por México, aún queda mucho por hacer para salvaguardar el patrimonio biológico y escénico de estas áreas; para mantener los servicios ambientales que proveen a la sociedad, y para apoyar a los propietarios de los terrenos dentro de las ANP en la búsqueda de modelos de desarrollo sustentable capaces de elevar su calidad de vida. TNC México |