Ebrard y la imposición de vialidades
El 26 de febrero pasado escribí en este espacio el artículo “Ebrard y las vialidades arbitrarias”. Para la información del jefe de Gobierno y de los lectores tlalpenses, conté en ese artículo el contenido de una carta que previamente había enviado al delegado de Tlalpan y el de otra que escribí a El Correo Ilustrado de nuestro periódico, y comenté que, como era previsible, recibiríamos la callada por respuesta. Tal cual ocurrió. Los ciudadanos no organizados en movimientos expertos en hacer grandes escándalos para ser oídos, somos insectos que con un manotazo podemos ser liquidados. En ese artículo pedía atención a los vecinos de la zona: atención, no grilla.
Expliqué en el artículo referido con cierto detalle la forma como el cambio de vialidades en muchas manzanas del entorno del Metrobús afectaría la vida cotidiana de cientos de familias, en el tramo que va de la avenida Calvario a la avenida Santa Úrsula, y propuse una vía de solución (podría haber más). El número de familias que fueron involucrándose en la movilización fue lentamente en aumento, pero la indignación crecía con rapidez. Una noche con nuestras pancartas, salimos a “bloquear” Insurgentes a la altura de la calle de Arenal (donde estaba –está–) el peor problema originado por las geniales decisiones tomadas por la Secretaría de Transportes y Vialidad de su gobierno. En realidad no estábamos bloqueando la avenida porque sólo nos poníamos frente a los autos, con nuestras pancartas, durante el tiempo de duración de la luz roja. En una sola ocasión debimos bloquear, durante el tiempo de duración de tres altos, debido a que un policía comenzó a manipular el semáforo: dejó indefinidamente puesta la luz verde en Insurgentes. Ante nuestros reclamos volvió el semáforo a sus tiempos normales y continuamos con nuestro bloqueo light. Quizá estábamos alrededor de 60 personas. Pero su gobierno, evidentemente para amedrentarnos, nos envió ¡40 patrullas y tres camiones de granaderos! que bajaron con su parafernalia de vestimenta de cascos, caras cubiertas, protectores pectorales y de piernas, toletes y demás. Desde luego nadie de los presentes se asustó en lo más mínimo, porque no estábamos cometiendo delito alguno, sólo protestando por el rinoceróntico trato que su gobierno nos dispensa.
Su gobierno, desde luego, es más experto en grilla que en hacer un gobierno aceptable, y halló el modo de que unos días después, en el restaurante Enrique, nos citara el delegado a unos cuantos de los afectados, no más de 10 personas que nos reunimos con él. Con el mejor trato de que fue capaz nos hizo una propuesta de cambio de vialidades. Externamos nuestras dudas, pero civilizadamente aceptamos, con el compromiso de que probaríamos en la práctica su propuesta y que, en un mes, nos reuniríamos para evaluar los resultados. La delegación traería unos estudios de medición de flujos de varios cruceros y nosotros aportaríamos la información de nuestra propia experiencia. Parecía un compromiso ciudadano y gubernamental civilizado. Hasta yo mismo, que fui a esa reunión convencido de que seríamos objeto de una grilla vil, estuve abierto a los argumentos del delegado, y acepté y propuse que hiciéramos esa evaluación con datos duros en un mes de observación.
El punto central del asunto es que no hubiera un flujo vehicular desde Insurgentes por la estrecha calle de Arenal, ni que tampoco hubiera vuelta a la izquierda hacia la calle de Cuautla desde Arenal. Como lo expliqué en su momento, la calle de Arenal tiene ese nombre porque antiguamente había ahí arenales. Es la razón por la que en esa calle hemos sufrido múltiples hundimientos al paso de los vehículos; la vuelta a la calle de Cuautla desde Arenal es imposible en un movimiento continuo para un camión con tráiler, por lo que deben hacer maniobras mil, para entrar a Cuautla, y un largo etcétera que comenté en el artículo “Ebrard y las vialidades arbitrarias”.
La arbitrariedad y la grilla, por supuesto, se impusieron. Nos tomaron el pelo, y no realizaron ningúna de las propuestas de la delegación. Por supuesto han cancelado el estacionamiento callejero de Arenal para muchos vehículos de dos condominios que hay en la primera cuadra de esa calle. Esos vehículos no tienen cabida en los pequeños estacionamientos de los condominios, de modo que hubieron de buscar espacio en calles aledañas, donde habrá enfrentamientos entre vecinos, porque sus lugares van a ser peleados por los que fueron echados del espacio con el que contaban hasta hace poco; ni qué decir tiene el fenómeno de desvalorización de las propiedades de las calles ahora inundadas del tráfico que nos ha echado encima Ebrard.
Esa desvalorización de propiedades es parte del costo de la construcción del Metrobús, pero Ebrard no lo ha sacado de la hacienda del Gobierno del Distrito Federal, sino de los bolsillos de la clase media y media baja que vive en la zona.
Ebrard nos ha hecho la vida cotidiana más negra de lo que ya lo era en esta zona, que no tiene más arteria de desfogue que Insurgentes, y nos habrá arrebatado una parte de nuestro patrimonio. Los recuerdos a la progenitora de Ebrard se oirán cotidianamente –aunque la piel paquidérmica de los políticos está hecha a prueba de las rabiosas interjecciones de los inermes ciudadanos, ¿no es cierto, secretario Quintero?–, y seguramente los votos al PRD, en comicios venideros, se moverán verticalmente hacia abajo, aunque estadísticamente son irrelevantes. Muchas gracias, señor Ebrard. (¡Viva el PSOE!)