Usted está aquí: martes 11 de marzo de 2008 Opinión Recuento

Marco Rascón
[email protected]

Recuento

La tarea, decidida por la lucha electoral, era construir tanto en la arena política como en la social el contenido de programas y reformas. Así, demandas parciales y locales fueron tejiendo una visión de conjunto, y con ello se fueron ganando votos de los ciudadanos en las urnas.

Ante la presión permanente y sistemática, el partido de Estado y el régimen priísta no pudieron contener el aluvión, pues muchas veces la izquierda, aunque dispersa, en momentos determinantes supo concentrar la fuerza en los puntos débiles de un sistema político que parecía monolítico y perfecto. Así fue durante décadas.

Con pequeños porcentajes en las urnas y luchas municipales cruentas (hay que recordar las de Juchitán en 1977 por la Coalición Obrero Campesino Estudiantil del Istmo de Tehuantepec, Cocei), eran referentes nacionales y eslabones de unidad entre la lucha social y la electoral; los temas como la reforma política reyesheroliana, la lucha por la presentación de los desaparecidos durante la guerra sucia, las luchas sindicales y campesinas, la formación de la Coordinadora Nacional de los Trabajadores de la Educación, entre otros grandes frentes contra la austeridad y la política económica que nos llevaron hasta el paro cívico en octubre de 1982, eran no sólo acciones, sino elementos incorporados al debate nacional sobre las perspectivas de “nuestros movimientos” y del país.

La conciencia manifestada durante el gobierno de Miguel de la Madrid sobre una nueva política económica basada en la “austeridad”, que significaba el achicamiento del Estado y que dio lugar a miles de despidos y al control salarial mediante topes surgidos de pactos entre las estructuras corporativas y las grandes cúpulas empresariales, no nada más nos movilizó en las calles, sino que nos obligó a estudiar los fenómenos y los problemas, nos obligó a todos los grupos y organizaciones a investigar y a conocer los argumentos del poder para tener una posición fundamentada y propia que fuese ampliamente difundida para explicar. El discurso, por tanto, tenía un fin educativo.

Pese a sectarismos, había unidad y avanzábamos mientras la realidad nos fue enseñando de muchas maneras, con avances y retrocesos, victorias y derrotas.

Durante todos esos periodos, siempre supimos y vivimos los peligros de la infiltración y la traición, pero aprendimos también que los infiltrados, los reventadores, los que traicionaban se reconocían no por ser constructores y unificadores o porque generaran avances con sus acciones, sino que muchos de ellos desde un falso radicalismo conducían las situaciones a la represión, el aislamiento y la derrota. Así cruzamos el terremoto de 1985 y luego la gesta del 88; en esos años se unió lo social con la lucha universitaria, la visión generacional y en muchos estados, con lo electoral, y avanzamos pese a la intimidación y la violencia manifiesta en los asesinatos de Xavier Ovando y Román Gil Heráldez.

Pasamos de 5 por ciento a 17, promedio en las urnas en las siguientes elecciones federales. Se formó el PRD como un partido asentado nacionalmente; se fortaleció con hechos y votos la necesidad de la reforma del Distrito Federal y de la creación de un organismo electoral autónomo, que fue el Instituto Federal Electoral (IFE). A pesar de los fraudes continuos y las técnicas ilegales del priísmo, sabíamos que ése era el eslabón más débil del sistema corporativo y por ahí insistimos. El discurso era la democracia, la legalidad y eso nos distinguía. La izquierda era sobre todo un enorme colectivo que fue aprendiendo de la unidad para avanzar.

Por ello se logró la creación del PRD, ganar el Distrito Federal, cuestionar la estructura monopólica de medios de comunicación, contener las reformas neoliberales y enfrentarlas, dar elementos a las luchas sociales para defenderse.

Hoy, en un breve tiempo, existe un fenómeno adverso. El discurso es buscar traidores en vez de centrarse en construir demandas y reformas. Se niega sistemáticamente el debate o se rebaja todo a la idea de que no se avanza por traición interna. De esta manera, luego del 2 de julio de 2006 las derrotas electorales en Tabasco, Yucatán, Tamaulipas, Tlaxcala, Oaxaca, Puebla, Zacatecas, Hidalgo, Baja California y Veracruz arrojan al PRI como el gran beneficiario del sectarismo. En ninguna elección de ésta hubo unidad del Frente Amplio Progresista.

Desde el discurso pro neoliberal de Metlatónoc, Guerrero, para acá, no sólo se pierden elecciones y candidatos, sino también contenidos en relación con la reforma del ISSSTE, la ley electoral y judicial, la composición del IFE, el maíz y el TLC.

En el tema Pemex todo se centra ahora en la exigencia de la cabeza de Mouriño y lo convierte en la demanda central que huye de los problemas de fondo. Contra el desafuero marcharon 2 millones en 2005; en 2008, 20 mil en defensa de Pemex, ¿cuál será la nueva cabeza que ruede y la provocación el 18 de marzo?

Por todo ello, la derecha gobierna sin problemas, cuando a la mitad de la batalla la que se dice izquierda usa su fuerza para destruirse.

 
Compartir la nota:

Puede compartir la nota con otros lectores usando los servicios de del.icio.us, Fresqui y menéame, o puede conocer si existe algún blog que esté haciendo referencia a la misma a través de Technorati.