Entrevista a Alejandro Encinas, candidato a dirigir el Partido de la Revolución Democrática

Urge que el PRD rencauce el movimiento social

Es necesario romper con la vida tribal para seguir adelante

El ex jefe de Gobierno condena prácticas priístas de los gobernadores de Guerrero y Baja California en favor de Jesús Ortega. Rechaza ser una imposición de Andrés Manuel López Obrador, acusación que, dice, forma parte de una guerra sucia que oculta el nerviosismo del grupo enquistado en la burocracia

Alma E. Muñoz

De entrada, Alejandro Encinas Rodríguez descalifica la actuación de los gobernadores perredistas de Baja California Sur y Guerrero, Narciso Agúndez y Zeferino Torreblanca, respectivamente, por intervenir, a la vieja usanza priísta –sostiene–, en favor de Jesús Ortega, su principal contendiente en la lucha por la presidencia nacional del Partido de la Revolución Democrática (PRD).

“Dicen a presidentes municipales, diputados y a gente del partido que si no apoyan a Ortega no va a haber recursos”, resalta. Narciso hasta reunió a legisladores, alcaldes y dirigentes para instruirles cómo emitir su voto, “lo cual ha creado una gran inconformidad y, aunque los compañeros no acaten el llamado, sienten como si estuvieran en el PRI”, señala en entrevista.

A punto de concluir su campaña, el ex jefe de Gobierno del Distrito Federal rechaza ser una imposición de Andrés Manuel López Obrador o recibir apoyo de René Bejarano. “Se me acusa de mil cosas y ninguna me involucra en lo personal”, porque “tengo una trayectoria limpia, un perfil propio” y la militancia, agrega, “me tiene reconocimiento y aprecio”.

Toda esta “guerra sucia que han hecho algunos compañeros en mi contra ha fracasado” por esas razones, y porque en este proceso interno están claramente definidas las posiciones y expresiones políticas.

–Entonces, ¿se convirtió en víctima?, ¿por qué les preocupa que llegue a la presidencia del partido?

–No me considero víctima de nadie, pero sí soy objeto de una campaña en mi contra, que es diferente. No creo en la idea de la victimización en la que quisieron incurrir algunos compañeros, así que los victimarios se quisieron convertir en víctimas, pero no les funcionó. Es un asunto de confrontación política entre dos visiones de partido de izquierda y de país. Y en este proceso eso está claramente diferenciado, y es por lo que votará la militancia el 16 de marzo.

–Pero, ¿por qué esos ataques en su contra?

–Detrás hay mucho nerviosismo, y es el nerviosismo de perder. Cuando se enquista un grupo en la burocracia se vuelve sumamente conservador, y más cuando hay una tendencia a crear una corriente hegemónica dentro del partido, porque hegemonismo y conservadurismo van totalmente ligados.

“Y este nerviosismo, esta preocupación que vemos es porque están viendo que se perderán no solamente los privilegios y el posicionamiento de la burocracia, sino que se modificará la práctica política del partido. Que ya no será la cuota o la negociación de puestos de dirección o candidaturas lo que definirá el rumbo del PRD; habrá un proyecto político con la participación de la militancia.”

–¿Qué queda por hacer en un proceso donde prevalecen las prácticas que se supone ustedes combaten?

–Yo he hecho un esfuerzo por que todo el proceso salga adelante y lo seguiré haciendo, independientemente de las posiciones del aparato (burocrático), del manejo de recursos del Comité Ejecutivo Nacional en favor de un solo candidato; de la falta de imparcialidad de la secretaría general; de la intervención de algunos gobernadores para inducir el voto de dirigentes y militantes por un candidato.

Pero “yo no califico la actitud o el comportamiento de Jesús porque esto no es un asunto personal, es político, y hay dos visiones distintas de partido: la del aparato para seguir construyendo el partido al amparo del compromiso, las cuotas, el reparto de direcciones y candidaturas, o la búsqueda de un partido que no solamente represente a la militancia, sino a un movimiento que plantee un proyecto de más largo alcance”.

–Si Ortega gana, ¿habría una fractura?

–Yo creo que el problema, si llegara Jesús Ortega, sería levantar la unidad y la cohesión del partido, porque romper con la vida tribal es una condición para seguir adelante. Va a ser muy difícil para alguien que ha construido la estructura paralela más fuerte, y eso es un cartabón que a él lo estará limitando mucho para hacer una renovación real del PRD.

“He dicho que en un proceso en buena lid, en una elección democrática, todos debemos aceptar los resultados y yo los aceptaré. Acataré los resultados de la contienda apegada a las normas internas del partido, que son las reglas con las que estoy compitiendo.”

–¿Está dispuesto a una negociación?

–No, creo que a este partido le urge una contienda democrática. Eso es sano, nos ayuda a construir partido, a construir democracia y una vida institucional, y espero que vayamos todos a una elección limpia, cuyos resultados nos den satisfacción a todos.

Porque, especifica Alejandro Encinas, en el sol azteca “se requiere consolidar la unidad y la cohesión; recuperar la autonomía política que el partido ha perdido en muchos estados y en sus relaciones con los gobiernos, tanto federal como estatales”.

Además, “que gobiernos y representantes populares apliquen la línea política del partido”. Es decir, que haya lealtad a los principios, al programa y a los compromisos que se asuman.

También, ejercer una vida democrática plena y que se eliminen las “imposiciones o las arbitrariedades, como la sustitución unilateral de candidatos que han hecho muchos dirigentes nacionales. Y tenemos que hacer algo fundamental, que el partido retome la iniciativa en el movimiento social y deje de participar solamente en procesos electorales”.