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Árboles de la vida COMUNALES, LA MAYOR PARTE DE LOS BOSQUES
Sergio Madrid
Nuestro territorio forestal constituye un enorme capital natural para México y el mundo. De acuerdo con el Instituto Nacional de Estadística, Geografía e Informática (INEGI), nuestro país tiene 139.5 millones de hectáreas de terrenos cubiertos por bosques, selvas y matorrales de zonas áridas. Estos territorios son hábitat de miles de especies animales y plantas, y son al mismo tiempo un banco natural que permite el mantenimiento y la evolución de la biodiversidad. La cobertura vegetal que cubre estos territorios cumple además funciones vitales para el funcionamiento de las cuencas hídricas, pues retiene el suelo, reduce la velocidad de escurrimiento del agua, evita la erosión y aumenta la capacidad de recarga de los mantos freáticos. Y por si fuera poco, captura y almacena enormes cantidades de carbono, contribuyendo de manera sustancial a reducir el efecto invernadero atmosférico. A diferencia de lo que sucede en otros países, el territorio forestal mexicano alberga miles de pequeñas comunidades que desde tiempos inmemoriables desarrollan ahí actividades productivas con fines de autoconsumo y comerciales. Se estima que existen unas 15 mil comunidades dispersas en el territorio forestal de país habitadas por poblaciones indígenas y mestizas. La propiedad de estos territorios es fundamentalmente social; así lo documenta el Censo Ejidal 2001, que reporta un conjunto de 105 millones de hectáreas en manos de ejidos y comunidades, lo cual representa 75 por ciento del total del ámbito forestal del país. El resto es principalmente propiedad privada, y en algunos casos propiedad gubernamental. Políticas distorsionantes. Las comunidades que habitan las regiones forestales se dedican a actividades agropecuarias en su mayor parte y a silvícolas en menor medida. Esto debido a que las políticas gubernamentales hacia el sector rural durante los 70 años recientes no se orientaron a la silvicultura sino a impulsar la producción ganadera y agrícola. De esta manera, el gobierno desarrolló infraestructura, tecnología, investigación, créditos y subsidios enfocados principalmente a la producción de carne, frutas, oleaginosas, hortalizas y cereales. Es por ello que la población rural se volcó a esas actividades y las áreas arboladas constituyeron un estorbo. Había que derribar entonces vegetación original, quemarla, meter maquinaria agrícola y así incorporarse a los programas gubernamentales de apoyo. Este énfasis en la producción agrícola y ganadera de las políticas gubernamentales generó así una imparable bola de nieve que nos ha llevado a perder enormes superficies forestales y a colocar a México dentro de los 10 países del mundo que más bosque pierden. Múltiples razones explican los procesos de pérdida de cobertura forestal, la principal de ellas, la decisión del dueño de la tierra por cambiar el uso del suelo forestal para dedicarlo a actividades ganaderas, agrícolas, frutícolas, o de plano a la urbanización. Ante el escenario que arriba describimos, diversos sectores del gobierno, organizaciones comunitarias y ejidales y otros sectores de la sociedad han reaccionado desarrollando diversas acciones para enfrentar este problema, debido a los enormes impactos que provoca en el ámbito económico, social y ambiental. La defensa. Sobre los primeros actores mencionados: las organizaciones comunitarias y ejidales, ellas han jugado un papel invaluable en la protección y conservación de este recurso. Han desarrollado un enorme esfuerzo en la defensa de los bosques, en su conservación y en su manejo. Si bien nuestro país perdió una enorme superficie forestal debido los estímulos a la producción agropecuaria, también debe reconocerse que aún se conserva un vasto recurso forestal y que esto se debe en gran medida al esfuerzo de comunidades y ejidos. Muchos son los ejemplos de este esfuerzo, entre ellos la lucha por la recuperación del control de su territorio forestal y contra las concesiones forestales que en la década de los 80 llevaron a cabo las comunidades en la sierra de Oaxaca; en la Costa de Grande, en Guerrero; en Milpa Alta, en el Distrito Federal; en Santiago Papasquiaro, en Durango, y en la sierra Tarahumara, en Chihuahua. Además de recuperar el control de su territorio forestal, se esforzaron por aprender a manejar el recurso con la apuesta de que se puede aprovechar y a la vez conservar el bosque mediante un manejo sostenible. Por ello, 25 años después de esas luchas están funcionando cerca de 2 mil 400 pequeñas empresas ejidales forestales, que producen madera con esquemas sostenibles de manejo forestal y son responsables de cerca de 90 por ciento de la madera legal que se comercializa en el país, o sea, unos 6 millones de metros cúbicos, con un valor aproximado de 6 mil millones de pesos. Así, las comunidades y ejidos han desarrollado un esquema organizativo y técnico que se ha denominado “manejo forestal comunitario”, el cual es reconocido mundialmente como un modelo de vanguardia, ya que ha logrado dinamizar las economías locales con procesos democráticos y ha contribuido sustancialmente a la conservación de los bosques del país. Todo lo anterior hace reflexionar en la necesidad de repensar la orientación de las políticas gubernamentales hacia el campo y hacia el sector forestal, de tal manera que los programas desechen los enfoques asistencialistas y pongan el acento en el impulso de las iniciativas comunitarias de manejo del bosque y en el fortalecimiento de sus capacidades organizativas, técnicas y financieras. Consejo Civil Mexicano para la Silvicultura Sostenible
CONSERVAR Y COBRAR
Gonzalo Chapela
Recientes investigaciones demuestran que la silvicultura comunitaria es la manera más eficaz de proteger los recursos naturales y, a la vez, mejorar las condiciones de vida de las poblaciones de zonas en donde la pobreza y marginalidad se concentran. Por ello es primordial orientar esfuerzos a garantizar su rentabilidad en el mercado abierto y frente a otras actividades y, para eso, identificar los principales agujeros por donde se escapan las posibles ganancias de los dueños de los recursos forestales Este análisis se centra sólo en la producción maderable y considera cinco aspectos: 1.- Silvicultura. mientras que en Chile los montes producen cinco metros cúbicos de madera por hectárea y año, los montes mexicanos alcanzan 1.2 en promedio, pero 20 en las tierras con buena productividad (parámetro cercano al de las plantaciones comerciales) y sólo están en aprovechamiento legal una de cada tres hectáreas productivas: tenemos un amplio potencial desaprovechado. Se puede alcanzar un incremento productivo sustancial si se incorpora más superficie, mediante simplificación administrativa y programas de fomento, así como con prácticas sencillas y baratas, como el aclareo y la repoblación natural. El aprovechamiento de maderas cortas contribuiría al incremento de producción en 15 por ciento. Por efecto del “descreme” (la reiterada selección de las mejores especies y ejemplares), el valor de la producción también ha bajado; es esencial el enriquecimiento de los rodales, la reposición de especies, la mejora genética y la extracción de ejemplares de bajo rendimiento, para lo que se tiene que compensar la baja de volúmenes extraídos en el corto plazo. Al haber mayor densidad productiva (calidad y cantidad), se observaría también una reducción en el costo de construcción de caminos. 2,- Aprovechamiento. En la falta de integración industrial se encuentra también una pérdida, ya que la industria manufacturera genera desperdicios por descoordinación entre sus necesidades y el abastecimiento de materia prima semielaborada. Piezas de tamaño pequeño, que actualmente tienen un escaso valor unitario, podrían aprovecharse si se establecen, entre los silvicultores y la industria manufacturera, acuerdos de abastecimiento de piezas dimensionadas o maquinadas, mientras que la producción de tableros enlistonados y otras manufacturas elaboradas con trozos pequeños podría aportar un ahorro adicional de otro 15 por ciento de producto vendible. El troceo de madera de tres metros o más evita el desperdicio y genera mayor valor unitario, aunque requiere mejoramiento de la calidad del arbolado, caminos con trazo amplio y mercados que adquieran madera larga. 3.- Aserrío. Prácticamente la mitad del volumen de la trocería lograda de la silvicultura y del aprovechamiento se pierde en el primer proceso de transformación, por un mal aserrío y secado, que generan exceso de desperdicio y obligan a entregar madera no pagada, como “refuerzo” por la inexactitud de dimensiones entregadas. Estas pérdidas pueden reducirse sustancialmente al mejorar el proceso de asierre y secado al aire, mediante el mantenimiento cuidadoso del equipo, el uso de aserraderos portátiles, el dimensionado computarizado, el secado en estufa o el mejoramiento del secado al aire. Un renglón importante también es el aprovechamiento de subproductos que, de otra manera, son desperdiciados o canalizados hacia destinos de nulo valor agregado. Con ellos se puede elaborar manufacturas, y los restos de menor dimensión servirían para el abastecimiento de la industria celulósica en forma de astillas. 4.- Transporte. Este rubro puede significar 60 por ciento en los costos, por la deficiencia de caminos mal construidos. Las vías abiertas en la temporada seca se convierten en barrancas durante la etapa de lluvias, con daños adicionales de erosión. El raleo y la fragmentación de los montes provocan la necesidad de más caminos para menos cantidad y calidad de madera. Cuando se construyeron los caminos, las existencias eran de 250 metros cúbicos por hectárea en amplias regiones de arbolado continuo, y ahora sólo hay 90, lo que dispara la relación entre caminos y montes en cinco o seis veces. 5.- Manejo del producto. Por lo general, la venta de madera es sin clasificación, con pérdida de valor. Es necesario establecer normas de calidad; en ciertas condiciones, la selección por clase puede aportar incrementos en precio, con la captura de hasta 30 por ciento de valor. La selección de maderas de clase puede complementarse con el saneado mediante el recorte de imperfecciones. El estufado también agrega valor y acceso a mercados especializados En resumen, existe un muy importante margen de ahorros y generación de valor: 40 por ciento en transporte; 20 en costos de silvicultura al densificar los predios; 18 en aprovechamiento de desperdicios en monte; 20 en reducción de desperdicios en industria; 15 por ciento en incremento de precios por calidad, más los ingresos al integrar localmente la cadena productiva, entre otros. A las opciones anteriores debe agregarse un conjunto amplio de oportunidades en la diversificación productiva, la venta de servicios ambientales, el aprovechamiento de productos no convencionales o el turismo. ¿No valdría la pena desarrollar una política para aprovechar estas oportunidades? ¿No valdría la pena poner las condiciones para que las comunidades de las regiones más marginadas alcancen una vida digna y pacífica? Universidad Autónoma Chapingo La noche triste del árbol Paulo Scheinvar Los más de 55 millones de hectáreas de bosques de México –28% del territorio– son el sostén directo de aproximadamente 12 millones de campesinos de alrededor de 2 mil comunidades agrarias y 479 ejidos. Pero se están perdiendo. Los datos al respecto difieren pero la tendencia no. Sólo de 2000 a 2005 hubo una reducción de 13 millones de hectáreas de bosques templados y de 4 millones de bosques tropicales (Conabio), mientras que entre 1998 y 2003 la pérdida neta de superficie forestal fue de entre 300 y 490 mil hectáreas por año (INEGI), finalmente, según la FAO, en los pasados 35 años nuestra superficie boscosa se redujo 16.3 millones de hectáreas. Y la deforestación es parte del deterioro general de los recursos ambientales, que avanza a una tasa promedio de 22 % anual, una de las mayores del mundo. Facultad de Economía, UNAM |