TOROS
■ Despachó de sendos estoconazos a dos toros mansos de Brito que le tocaron en suerte
Aldo Orozco enloqueció al público de La Florecita
Aldo Orozco, el joven matador tapatío que en lo que va de este año ha cortado orejas en todas las plazas donde lo han dejado actuar –ninguna de importancia: Arandas, Jerez y Autlán de la Grana–, enloqueció ayer al público de La Florecita de Ciudad Satélite, al cuajar dos soberbias faenas ante los mansos de Brito que le tocaron en suerte, y demostró que está listo para pelear con quien le pongan enfrente aunque su problema consista en que nadie lo contrata.
Después de tomar la alternativa en mayo de 2005, en la ciudad de Chihuahua, Aldo ha toreado sólo 19 corridas en menos de tres años, y por momentos su situación económica ha sido tan desesperada, que se fue de bracero a Estados Unidos ocho meses.
En el festejo de ayer, se quedó muy quieto al abrirse de capa ante su primer enemigo, que lo arrolló sin piedad en la embestida inicial, le bailó un jarabe tapatío encima, le asestó un pezuñazo en la cara y, no obstante, el muchacho se levantó sin mirarse la ropa con la decisión de comérselo crudo.
Mientras Aldo se reponía de la golpiza, el bicho tomó una vara sin recargar y dos refilonazos de los que salió rebrincando para convertir el ruedo en un herradero, porque tenía 530 kilos de pesos, una cornamenta muy seria y tiraba puñaladas a diestra y siniestra haciendo pasar aceite a los banderilleros, incluso a Gustavo Campos que le colgó un gran par.
Sin dejarse impresionar, Orozco se dobló con la bestia en tablas y le plantó la muleta en los medios para zumbársela aguantando horrores porque el animal movía la cabeza como ventilador en cada tiempo de cada pase. Ante tal demostración de valor, la gente le coreó los olés por la izquierda y la derecha, y saltó de júbilo cuando el muchacho le enterró la espada hasta las cintas.
El juez, con una seriedad que ya no hay en la Plaza México, le concedió una oreja muy digna. Al rato, ante su segundo, castaño como todos los del encierro, pero sin el genio del anterior, Aldo trazó una faena más apacible, con espléndidos derechazos y naturales en redondo, y la culminó con tres manoletinas sin estoque, una vistola revolera con la muleta y un volapié en buen sitio de efectos fulminantes. Los pañuelos y el juez le otorgaron otra oreja.
La gente salió preguntándose por qué los mafiosos de las grandes plazas del país prefieren traer toreritos ibéricos de cuarta y condenar a la miseria a prospectos de la talla de Orozco. A su lado, ayer palidecieron sus alternantes, Manolo Lizardo, que cortó una oreja ante un toro noblote y bobo, y Juanito Adame, que no logra volar con alas propias, cosa que aún puede suceder porque está por cumplir 18 años de edad.