Usted está aquí: domingo 9 de marzo de 2008 Opinión Renace un lago

Ángeles González Gamio
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Renace un lago

Hace unas semanas leímos que existe gran preocupación porque está naciendo un lago en la planicie de Chalco, lo que pone en peligro a la numerosa población que habita la zona y parte de Tláhuac. Con nuestra severa carencia de memoria histórica, olvidamos que eso era un lago que proporcionaba fértil vida al área que lo rodeaba, y que, absurdamente, lo desecamos, junto con el resto de cuerpos de agua que hacían de esta cuenca una de las más ricas y bellas del mundo. Recordemos que a la llegada de los españoles había cinco grandes lagos: Texcoco, Chalco, Xochimilco, Zumpango y Xaltocan, que se alimentaban de otros menores situados a mayor altura: San Cristóbal, México, Acolman, Cuautitlán y la laguna de Coyotepec, además de varios ríos. A su vera se establecieron alrededor de 40 ciudades, la más audaz: México-Tenochtitlan, que se fundó en medio de los cinco lagos principales y llegó a dominar a todas las demás. Esta vasta red de agua permitió el desarrollo de vías fluviales que comunicaban las distintas regiones, propiciando una rica vida comercial.

Hace ocho años, con motivo de una inundación en Chalco, escribimos una crónica en la que se pronosticaba por expertos lo que ahora está sucediendo, por lo que creemos oportuno traer a colación algunos de los principales puntos.

Chalco se fundó en el año 999 por una tribu que bajó de Xico, para establecerse en la orilla oriental de uno de los lagos de agua dulce. Gente trabajadora, llegaron a tener preponderancia en la cuenca, dominando en alguna época a otros pueblos. En el siglo XIV, en el que nació México-Tenochtitlan, los chalcas estaban enfrascados en una guerra contra Tezozómoc, señor de Azcapotzalco, que habría de durar 30 años, para finalmente, al igual que los pueblos circunvecinos, terminar de vasallos de los aztecas. Durante el virreinato, Chalco era una población próspera que, junto con Xochimilco, surtía de verduras frescas y flores a la capital de la Nueva España.

Admira saber que el siglo pasado había un barco de vapor con el simbólico nombre de Esperanza, que iba de Chalco a la ciudad de México. Todavía en este siglo conservaba parte del lago y era famoso por los ranchos que producían los mejores quesos y crema. Aún se venden algunos de esos productos con el nombre de Chalco, amparados en la antigua fama del lugar. Desafortunadamente en ese afán de desecar que nos ha caracterizado a partir de la conquista, se le exprimió hasta la última gota de agua, dejando un páramo seco y polvoso, que gente de escasos recursos fue apropiándose para hacer un hogar, que en sus inicios no era más que maderos y láminas y que, con enorme esfuerzo, fueron convirtiendo en casas “de material”.

Desde hace poco más de 20 años que se comenzó a poblar la zona, han padecido tres inundaciones, que nos hablan de lo cierto del dicho que dice que “las aguas tienen memoria” y regresan a sus antiguos lugares. En ese año (2000), en artículos publicados en estas páginas, entre otros de Ivan Restrepo y de Marco Adrián Ortega, nos hablaban del antiguo lago, cuyo lecho es ahora hogar de miles de personas, explicándonos los riesgos que ello implicaba, incrementados por la excesiva extracción de agua de los mantos acuíferos, lo que estaba causando severo hundimiento que se estimaba había sido de casi 10 metros, que alcanzarían los 15 para el año 2010. Pronosticaban que las inundaciones continuarían en el futuro, ya que no habría bordo capaz de detener la fuerza de las aguas, cuando el nivel del lecho se encuentra tantos metros debajo de los caudales, que por cientos de años han tenido ese cauce.

El doctor Ortega, destacado investigador del Instituto de Geología de la UNAM, proponía en su artículo que se analizara la posibilidad de restablecer el lago de Chalco, que la naturaleza, así sea por errores humanos, regresa a su vocación original. Quizás la idea no sea tan descabellada; va acorde con la propuesta de destacados arquitectos como Teodoro González de León, Alberto Kalach, Jorge Legorrreta y el ingeniero ambientalista Gabriel Quadri, entre otros, quienes han insistido en que se restablezca el lago de Texcoco, cuya factibilidad quedó probada con el lago piloto que ha manejado maravillosamente desde hace 30 años, el ingeniero Gerardo Cruickshank. Así, los actuales chalquenses vivirían al igual que sus antepasados a la orilla de un lago, de seguro con una mejor calidad de vida.

En esa fecha terminamos la crónica diciendo: “Es un reto o quizás un sueño, pero vale la pena pensarlo”; y ahí seguimos, pensándolo, mientras los hogares de millones de personas se hundirán bajo las aguas.

 
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