■ La galería Velasco alberga Como un cerillo, de Carla Herrera-Pratts
Reivindican en una muestra la tradición de cultura popular en el barrio bravo
“En Tepito todos caben, menos el qu’es ojete y el que no alburea ni cabulea”. Con esta frase, el cronista Alfonso Hernández trató de definir la naturaleza del barrio bravo, un lugar casi mítico, que recibe a los visitantes y se deja conocer cuando hay buena fe, pero que siempre ha estado en lucha constante por defender su identidad.
Aunque por años se le ha encasillado como territorio al margen de la ley, lleno de ladrones y narcomenudistas, Tepito tiene muchos rostros. Su enorme tradición de cultura popular y su historia son puestos de relieve mediante la exposición Como un cerillo, de Carla Herrera-Prats, que se inauguró el pasado martes en la Galería José María Velasco.
La muestra, que forma parte del ciclo de presentaciones Obstinado Tepito, bajo la curaduría de Yutzil Cruz, reúne parte del archivo del Centro de Estudios Tepiteños (Cetepis), dirigido por Alfonso Hernández, el cual se abre por primera vez al público.
Se trata de una serie de fotografías antiguas que muestran cómo era el barrio en los albores del siglo XX, acompañada de pinturas murales, documentos y objetos diversos –entre ellos la placa de la “rue Tepito”, en Lyon, Francia–, así como una instalación sonora que combina textos de Hernández con la música de cuatro cumbias “clásicas”, en una suerte de homenaje a los bailes masivos de los sonideros.
Cómo se construye la memoria
La propuesta de Herrera Pratts consiste en reinterpretar ese acervo con un lenguaje artístico novedoso. “Pretendo hacer una reflexión sobre cómo se construye la memoria, cómo se decide lo que sí debe entrar en un archivo histórico y lo que no, y resaltar el concepto que le ha dado Alfonso al del Cetepis”, señaló la creadora.
Aunque admite que su acercamiento real con Tepito no ha sido tan profundo, Carla Herrera señala que al aproximarse al patrimonio cultural del barrio, ha aprendido a valorar la resistencia e identidad de sus habitantes, quienes deben lidiar cotidianamente con las versiones casi siempre negativas que de ellos hacen los medios.
Si un tema define las relaciones entre tepiteños y el resto de los capitalinos, señala Alfonso Hernández, es el del estigma de violencia e ilegalidad que debe cargar el barrio. “Siempre me ha interesado esto, y creo que es necesario que reivindiquemos lo que somos”, dice el escritor y hojalatero social, como se define.
Durante su paso por los suburbios de ciudades como Varsovia, Londres, París y Madrid, percibió el amor con el que los habitantes del arrabal hablaban de sus lugares de origen.
“Advertí que teníamos una riqueza enorme. Tepito es chingón, porque tiene economía y cultura, así que en 1984 empecé a ordenar todo el material histórico que teníamos sobre él.”
Esa labor de investigación antropológica arrojó un acervo que se enriquece a diario. Ahora figuran los temas de los altares a la Santa Muerte, la especulación inmobiliaria en el Centro Histórico y el espectro de la “cultura de la pobreza”, que retrató Oscar Lewis, en Los hijos de Sánchez.
Como un cerillo: fotos y nuevas adquisiciones del Cetepis se exhibe en Peralvillo 55, colonia Morelos, donde concluirá el 6 de abril. Entrada libre.