Usted está aquí: viernes 7 de marzo de 2008 Opinión México SA

México SA

Carlos Fernández-Vega
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■ Documenta Forbes el combate a monopolios en México y el reparto de la riqueza

Para ser el primer año de un gobierno “decidido a combatir los monopolios y oligopolios” existentes en el país, en 2007 nada mal les fue a los barones mexicanos marca Forbes, es decir, a los dueños de esos mismos monopolios y oligopolios que en tiempos de campaña electoral Calderón juraba que desmantelaría.

En términos económicos, para no abordar los resultados análogamente raquíticos en otras áreas, ese primer año de gobierno fue igual de mediocre que los últimos 25, periodo en el que el producto interno bruto nacional apenas si se ha movido, dejando para mejor ocasión el desarrollo nacional.

A pesar de todo, no fue tan malo el “arranque” de la “continuidad”. Sólo es cuestión de prioridades: si bien la economía mexicana “creció” a un ritmo 32 por ciento menor que en 2006, la fortuna conjunta de los 10 barones mexicanos marca Forbes, de acuerdo con su más reciente informe, se incrementó casi 30 por ciento con respecto al saldo reportado 12 meses atrás, porcentaje que se traduce en 22 mil 100 millones de dólares, o el valor del PIB sectorial de la industria manufacturera dedicada a sustancias químicas, derivados del petróleo, productos de caucho y plástico.

Con respecto a los multimillonarios mexicanos, el informe Forbes 2008 (con datos al cierre de 2007) presenta dos novedades: entre los 10 ricos entre los ricos que moran en esta antimonopólica República ya no se cuenta a la baronesa María Asunción Aramburuzavala (lo que no la reduce a la pobreza ni la convierte en cliente de Progresa), pero sí al zar del cobre, Germán Larrea, a quien, por lo visto, las huelgas mineras del año pasado le aportaron lo suficiente como para reincorporarse al preciado inventario de ricos multimillonarios autóctonos, tras siete años de ausencia.

El caso de Germán Larrea es digno de mención aparte: en 2001, Forbes lo anotó en el escalón número 490, con una fortuna de mil millones de dólares. Siete años después, reaparece en la posición 127 con 7 mil 300 millones dólares, es decir, 363 peldaños de ascenso y un incremento de 630 por ciento en sus haberes, todo ello en medio de sus amargas quejas en contra de las huelgas mineras “que hacen incosteables los yacimientos” y la permanente amenaza de cerrar varias de las minas concesionadas por el gobierno, que le permiten especular descaradamente con el precio del cobre, sin olvidar Pasta de Conchos y sus enjuagues con la “autoridad” federal, especialmente la Secretaría del Trabajo. En 1996, su papá Jorge Larrea, mejor conocido como El Azote, apareció en Forbes con una fortuna de mil 400 millones de dólares, mismos que heredó a Germancito, quien ya es el tercer hombre más rico de México, sólo superado (obvio es) por Carlos Slim y Alberto Bailleres, el otro zar de la minería.

Esta decena de mexicanos probos, que igual incrementan precios y tarifas, concentran concesiones y contratos públicos, gozan de elevadísimos beneficios fiscales y además se dan tiempo para financiar campañas políticas, en 2007 reportaron una fortuna conjunta de 96 mil 200 millones de dólares, monto 2.5 veces superior al producto interno bruto agropecuario, silvícola y pesquero del país correspondiente a 2007. Todo en 10 doradas manos.

De más está decir que el grueso de esa fortuna conjunta corresponde a los haberes de Carlos Slim: 60 mil millones, 62.4 por ciento del total. Sin embargo, para este magnate 2007 no fue un buen año, porque sus haberes sólo aumentaron 22.45 por ciento con respecto a 2006, cuando tal incremento fue de 63.33 por ciento. Pero el magnate no puede quejarse: de su primera aparición en Forbes (1991, tras la privatización de Teléfonos de México) a la más reciente (2008) su fortuna creció 3 mil 650 por ciento (de mil 600 a 60 mil millones de billetes verdes) y escaló tanto peldaños como pudo hasta llegar a la segunda posición mundial

¿Qué se compra con 60 millones de dólares? Aparte de una buena tajada de Petróleos Mexicanos, se puede adquirir el sector agropecuario mexicano en su totalidad, más 50 por ciento, o si se prefiere 27.2 por ciento del PIB industrial, o el PIB de cuatro países centroamericanos (El Salvador, Honduras, Nicaragua y Costa Rica) y de pilón se lleva Haití.

Más afortunado que Slim, en lo que se refiere a incremento de fortuna en 2007, fue Alberto Bailleres, quien ese año vio crecer sus haberes en 96 por ciento con respecto al guardadito de 2006 (de 5 mil a 9 mil 800), con lo que ocupa la segunda posición de rico entre los ricos en el país. A Ricardo Salinas Pliego nada mal le resultó el primer año de “combate a monopolios y oligopolios” decretado, retóricamente, por Felipe Calderón: su fortuna creció 37 por ciento, y acumula 6 mil 300 millones de dólares. Su primera aparición en Forbes fue en 1994, luego de la privatización de lo que hoy se conoce como Tv Azteca, con mil 200 millones, es decir 425 por ciento de aumento en el periodo.

A quien no le ha ido bien es a Emilio Azcárraga Jean. En 1994 su papá, El Tigre, apareció en Forbes como el segundo hombre más rico de México, con 5 mil 400 millones de dólares; para 2007, el heredero de la fábrica de sueños “apenas” reúne mil 600 millones, 24 por ciento menos que en 2006.

Otro que en 2007 reportó merma en sus haberes fue Roberto Hernández, mister tax free, quien al cierre de ese año sólo acumuló mil 700 millones de dólares, 15 por ciento por abajo respecto del año anterior. Aún así, ocupa el séptimo escalón de ricos entre los ricos.

En fin, lo interesante es que Forbes permite documentar cómo el gobierno mexicano combate decididamente a monopolios y oligopolios, y cómo se reparte equitativamente la riqueza en el país.

Las rebanadas del pastel

Calderón y Mouriño enviaron un enorme arreglo floral a la Casa de Nariño, sede de la Presidencia de Colombia. ¿El motivo? Si Alvaro Uribe no hubiera violado la soberanía ecuatoriana y masacrado a los guerrilleros de las FARC, con el consecuente escándalo internacional, el tema Iván no habría pasado a segundo plano. Gracias por el respiro, Alvarito, que entre bárbaros no se leen las “manos limpias”.

 
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