■ Pronósticos negativos ante la crisis por el ataque a las FARC
Se avizora tempestad política durante la Cumbre de Río
■ “Tomará tiempo” resolver el problema, vaticina Felipe Calderón
Ampliar la imagen El presidente de Venezuela, Hugo Chávez, a su llegada a Santo Domingo, sede de la Cumbre de Río, ensombrecida tras el ataque del ejército colombiano contra un campamento de las FARC en Ecuador Foto: Reuters
Santo Domingo, 6 de marzo. La Cumbre de Río “es como mandada por Dios”, expresó un radiante Hugo Chávez a la media noche, a su llegada para participar en esta reunión, que anuncia tempestades, porque las posturas en torno a la crisis entre Colombia, Ecuador y Venezuela están encontradas.
Una fue expresada, precisamente, por el mandatario venezolano: consiste en la exigencia de Ecuador y Venezuela de que Colombia se vista de humildad, acepte una “condena” y prometa olvidarse de la doctrina Bush.
Otra es la sostenida por el presidente colombiano, Álvaro Uribe, de incluso llevar al venezolano a la Corte Penal Internacional y los llamados de México al “diálogo sostenido”.
Pero aunque Chávez que, como de costumbre, concentró los reflectores, llegó con la promesa de “detengamos la guerra, hagamos la paz”, aquí no hay mucho optimismo. El presidente Felipe Calderón lo resumió así: “Me parecería irresponsable decir que esto se puede solucionar rápido y sin problemas. Me parece que tomará tiempo”.
Seis días después de los hechos que culminaron con el bombardeo del ejército colombiano contra un campamento de las FARC en territorio ecuatoriano, la reunión del Grupo de Río se convirtió en el foro donde comenzaron a verse las caras los distintos involucrados en el conflicto, antes de la reunión de este viernes.
A lo largo del día los mandatarios que fueron arribando a esta ciudad tuvieron reuniones privadas e intercambiaron llamadas telefónicas. La jornada fue de tal intensidad, que a la cena ofrecida por el presidente Leonel Fernández sólo asistieron cuatro gobernantes de los 13 que ya se encontraban aquí, y tres de ellos porque estaban obligados, ya que forman parte de la troika del Grupo de Río. La noche va a ser larga, comentó Chávez en torno a los cabildeos que realizarán las distintas delegaciones para alcanzar un acuerdo.
Se prevé que este viernes se encuentren aquí protagonistas centrales y mandatarios con amplio liderazgo, como el ecuatoriano, Rafael Correa; Evo Morales, de Bolivia; Cristina Fernández de Kirchner, de Argentina; Luiz Inacio Lula da Silva, de Brasil, y Michelle Bachelet, de Chile.
Hoy uno de los escenarios de estos encuentros y desencuentros fue el hotel El Embajador.
Por el lobby circularon presidentes y altos funcionarios. Calderón Hinojosa tenía programada una reunión con Uribe, pero como al colombiano se le “alteraron los horarios”, pese a que la relación es excelente entre ambas naciones –como él mismo dijo–, se pospuso para este viernes en la mañana. Minutos antes, el mexicano había salido para asistir a la cena con Fernández.
Porque no obstante que la canciller Patricia Espinosa ha aclarado que México no busca ser mediador en el conflicto, Calderón ha tenido un activismo evidente para la solución del conflicto, al grado que además del encuentro con Uribe planea tener otro mañana con el presidente de Ecuador, Rafael Correa.
Es tal el nerviosismo por lo que viene, que el secretario general de la Organización de Estados Americanos (OEA), José Miguel Insulza, rechazó dar su opinión. “Mire, no soy yo quien le va a dar por medio de la prensa consejo a los presidentes. Así que no voy a dar declaraciones. Por lo mismo. Mañana veremos, voy a hablar con los presidentes. No veo que sea noticia para ustedes que yo les diga que no voy a ser ninguna noticia”, declaraba en el hotel El Embajador, sede de parte de estos encuentros diplomáticos al más alto nivel.
Y aunque minutos después la canciller Espinosa insistía ante los micrófonos que el gobierno mexicano tratará de “ayudar a encontrar fórmulas de solución pacífica, a que se restablezcan las vías del diálogo”, en la propia delegación no campeaba el optimismo.
El “panorama es complicado”, definía en corto un funcionario del gobierno federal en torno a las expectativas de que la Cumbre de Río concluyera con la reconciliación entre los países en conflicto, sobre todo porque a esa hora Nicaragua se había sumado a Ecuador rompiendo relaciones con los colombianos.
Aprovecharon, decía, para “echarle limón a la herida”, dado que ambos países mantienen un diferendo histórico por la isla de San Andrés.
“Hay riesgo de polarización interna”, expresaban, e incluso está previsto que pudiera darse una nueva versión de la Cumbre Iberoamericana, famosa por el “por qué no te callas” dirigido por el rey Juan Carlos contra Chávez.
Pero para evitarlo hay varios escenarios: un pronunciamiento de respaldo a la postura expresada un día antes por la OEA y un llamado a la inviolabilidad del territorio de los países de América Latina.
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Al término de la cena, Calderón abogaba porque las partes en conflicto pudieran “reunirse, hablar de frente y poder expresar los temas fundamentales de este problema”.
Como las medidas de seguridad se reforzaron con el despliegue de policías y militares por hoteles y sedes de los encuentros en toda la ciudad, el presidente venezolano llegó por la noche al hotel Santo Domingo escoltado por un convoy de patrullas y motociclistas.
A la prensa mexicana le expresó su respeto hacia México y hacia su presidente, y manifestó su deseo de que este viernes, al ocupar la secretaría pro témpore del Grupo de Río, Felipe Calderón pueda impulsar una solución al conflicto andino.