Camadas depredadoras del PAN
Para el Gobierno Legítimo de México la defensa a ultranza de los recursos energéticos se ubica en el mismo centro de su proyecto alternativo de nación. Del uso, propiedad y destino que tales recursos reciban dependerá que México, después de más de un cuarto de siglo de expoliación sin límites (en especial en ese sector) atisbe una ráfaga de esperanza para un futuro mejor. La energía es la columna vertebral de un desarrollo que se pretenda soberano y justo. Sin el dominio pleno de esas fuentes vitales de empuje ninguna fábrica nacional puede aspirar a su integración y crecimiento. Uno que sea ordenado, autosostenible y se finque en bases sólidas. Es por ello que en su defensa se halla comprometido todo el capital político y social que dicho gobierno ha acumulado en estos duros tiempos en que ha desplegado su cotidiana labor.
Un capital que crece y se enraíza entre los mexicanos que desean una suerte distinta para su República. Un capital que se labra a la vista de todos, sin mezquindades, acudiendo a todas las plazas, los hogares, los centros de trabajo, de estudio donde esto sea prudente o necesario. Un capital que no regatea a la crítica, ni se acumula sobre despojos y sí con gran esfuerzo colectivo y en continua superación de sus límites o errores. Un trabajo político y social que va sembrando la semilla de un cambio pacífico en los meros fundamentos y propósitos de la vida organizada.
A los integrantes de este gran producto político y social que surgió a raíz del fraude electoral no se les pueden reclamar traiciones a la confianza de sus apoyadores. El voto recibido ha sido y será respetado en su intensión primigenia: llevar al poder un proyecto alternativo de izquierda. Un voto popular que ha sido conservado fuera de cualquier negociación que trate de sacar beneficios ilegítimos para cualquiera de sus integrantes. Al Gobierno que preside López Obrador tampoco pueden señalársele trampas a la ley o al estricto desempeño de sus actividades públicas. Ninguno de sus miembros ha sido acusado de desvíos de haberes para incrementar patrimonios propios, otorgar favores inmerecidos a sus amistades o parentelas y, menos aún, uso desviado de las atribuciones de las que han sido responsables. Por eso concitan tanta inquina, por eso se les teme, es parte medular de los múltiples ataques que reciben en casi todos los medios de comunicación. Nadie, desde las prácticas tradicionales a las que acostumbró la cultura priísta de la impunidad, concibe a un grupo crecientemente numeroso de activistas comprometidos con el bienestar de los mexicanos, sobre todo del de aquéllos dejados a la vera del camino, a los que han sido despojados de toda oportunidad de experimentar una vida digna.
La gran disputa que se ha desatado por el control de la energía va sacando a la luz muchas diferencias entre este Gobierno Legítimo y el que ha conformado el oficialismo panista que encabeza Calderón. La primera cualidad para hacerse merecedor de la confianza de los mexicanos quizá sea la de la honestidad personal de sus integrantes. Honestidad en sus más amplias concepciones que tocan la integridad intelectual, la fidelidad a la propia vocación, la cerrada defensa de pertenecer a un pueblo determinado o la irrenunciable lucha por las oportunidades para todos y por lo que a cada quien pertenece en justicia.
Es a este respecto donde se pueden establecer enormes diferencias entre los de izquierda y los de la derecha. Diferencias que brotan a raudales en cuanto los derechosos panistas han tenido ocasión de dar testimonio de su talante entreguista, de su reciedumbre para favorecer negocios personales, de sus endebles creencias morales o éticas que son, en verdad, mustios desplantes que tratan de ocultar sus torcidos modos de operar. Véase si no el preclaro ejemplo del señor Mouriño, un dechado de singularidades probadas, una tras otra. Todas hechas con el poder de su firma de apoderado legal de empresas familiares al tiempo que se desenvolvía como funcionario público. Todo con la firme decisión de su doble nacionalidad, del sospechoso trafique de influencias a favor de su suegro y, lo más trascendente, de su respeto truncado a la letra y el espíritu de la Constitución que manda conservar para los mexicanos el sector de la energía.
Por ahí rondan insepultos todos esos contratos entre la CFE y las varias empresas trasnacionales (especialmente españolas) que, según la investigación preliminar de la Auditoría Superior de la Federación contenían múltiples irregularidades que bien podrían configurar delitos. Investigaciones que, en un despliegue de cinismo mayor, fueron interrumpidas por Fox y después por Calderón (en connivencia con la SCJN) Los mexicanos no podrán conocer, por el momento, los detalles de esos onerosos contratos que, como productores independientes de electricidad, fueron otorgados por el entonces subsecretario Mouriño y su desde entonces jefe superior Felipe Calderón, cuando fungió como fugaz secretario de Energía.
Así va quedando al descubierto la razón de fondo que se arremolina tras la compulsión por el contratismo y la extranjerización que plagan a Pemex y la CFE. No se trata de buscar la eficiencia de la empresa pública ni tampoco de hacer del petróleo o la energía eléctrica las palancas del desarrollo industrial o tecnológico de México. Lo que se persigue con la manoseada reforma energética son los negocios al amparo del tráfico de influencias.
Ojalá y fuera sólo Mouriño el epítome del influyentismo con motivos de lucro personal lo que se asoma. Es por lo demás, un patrón que aflora entre los panistas de nuevo cuño; forman, en efecto, toda una camada depredadora que se incubó dentro de los tristemente célebres Amigos de Fox. Ahí se colaron, a sus anchas, numerosos negociantes con vastas ambiciones. De ese crisol han salido los continuadores del tráfico de influencias que con Diego Fernández de Cevallos o Fauzi Hamdan alcanzaron niveles de artesanos feroces. Los nuevos émulos pretenden rebasarlos a todo galope y por la senda de las masivas complicidades de la derecha. El día que se pueda investigar debidamente saldrán a relucir enormes negocios fraguados, desde hace tiempo, con la palanca de la energía. Al tiempo.