■ La orquesta ofreció un concierto en esa ciudad como parte de su gira por Estados Unidos
Con una velada de música mexicana, la OSEM cautivó en Toledo, Ohio
■ Inusitada audiencia la noche del miércoles en el Perystile Theater, del Museo de Arte
Toledo, Ohio, 29 de febrero. El concierto ofrecido anteanoche en el Perystile Theater del Museo de Arte, de Toledo, Ohio, marcó el término del segundo tercio de la gira que la Orquesta Sinfónica del Estado de México (OSEM) realiza desde el 15 de enero por Estados Unidos.
Se trató de una velada en la que la música mexicana cautivó a la audiencia de esta ciudad ubicada en el extremo norte del país, en la parte central, en la zona de los Grandes Lagos, cuya economía depende de las industrias automotriz y del vidrio.
El público acaso intuyó que sería una interesante sesión musical o también quizá era mera curiosidad por atestiguar la actuación de una orquesta mexicana, algo inusitado en estos confines, y respondió con abundante afluencia.
Se vendieron mil 100 de las mil 700 localidades (con precios entre 22 y 45 dólares), lo cual fue calificado como “sorprendente” por trabajadores del recinto, luego de que aquí, dijeron, las personas asisten a conciertos sólo los fines de semana.
Cabe destacar el perfil de la audiencia, dada su longevidad. Acaso más de 60 por ciento se encuentra ya en la tercera edad. También sobresale que en su mayoría eran de origen anglosajón.
Ya en lo artístico, resultó una noche de armonía, de comunión entre la orquesta mexicana, su director, Enrique Bátiz, y el público.
En ningún momento salió a relucir el cansancio que acusaban los 92 atrilistas, no sólo por las 12 horas de camino que recorrieron el martes en autobús para llegar desde Iselin, Nueva Jersey, hasta esta localidad, sino por los 44 días que han transcurrido de los 67 que comprende la gira.
Tampoco en nada se observó diezmado al director de orquesta por el problema de salud que lo aquejó el pasado fin de semana y por el cual viajó dos días a México para atenderse, reincorporándose este miércoles.
Balance y cohesión
La de anoche fue la actuación número 32 de las 49 que comprenden este periplo artístico de la OSEM. El programa abrió con el Concierto número uno para piano de Chaikovsky, con Leonel Morales como solista.
Desde los primeros compases, la agrupación y el intérprete cubano-español entablaron una gozosa y electrizante conexión con el auditorio. Fue una interpretación de poderío y sutilezas, según se dijo entre las butacas, desde donde se reconoció la gran calidad y el vigor del solista, no obstante el mal estado del piano. De la orquesta, en esa pieza, se destacó su balance y cohesión, si bien se observó que en dos momentos “se comió” al instrumento protagonista.
Aunque afuera nevaba, la velada subió de temperatura en la segunda parte, merced el aire castizo de El sombrero de tres picos, de Manuel de Falla, pero sobre todo ante lo novedosa y mágica que resultó para esta audiencia la música mexicana, representada por la Sinfonía India y Sensemayá, de Carlos Chávez y Silvestre Revueltas, respectivamente.
Los allí reunidos, emocionados, aplaudieron de pie a la orquesta mexicana y, Enrique Bátiz al concluir cada una de esas obras, reconociendo el temperamento y el temple de la sección de metales y la de percusiones, así como la brillantez de la de cuerdas.
El cenit de la noche llegó, sin embargo, con el primero de los dos encores: el Huapango, de José Pablo Moncayo. Fue la pieza que más gustó, dada la estridencia de la ovación al final, amén de que varios pidieron datos sobre ella y su autor.
La OSEM proseguirá su periplo allende el río Bravo.