Quieren hacer camino propio y prometen compromiso con La Máquina
Vigneri y Zeballos, felices de militar en el futbol mexicano
Venir aquí es casi tan importante como ir a Europa, aseguran
Todos los jugadores deberían sentir la camiseta, señalan
Ampliar la imagen Zeballos (izquierda) y Vigneri, en el estadio Azul Foto: Cristina Rodríguez
El uruguayo Nicolás Vigneri y el paraguayo Pablo Zeballos llegaron a la delantera de Cruz Azul tras la partida de dos referentes: Chelito Delgado y Richard Núñez, pero quieren hacer camino propio y hablan de lo que implica “representar esta camiseta”, discurso que parece olvidado en ese club.
“Ellos son buenos jugadores y lo han demostrado, pero yo no vengo a remplazar a nadie”, afirma Vigneri, mientras Zeballos refiere que los ex celestes “dejaron una buena imagen y lindos recuerdos, pero ahora empieza una nueva era con nosotros”.
Con 24 y 21 años de edad, respectivamente, Nicolás y Pablo son figuras que ya han integrado las selecciones de sus países.
El uruguayo comenzó a jugar a los siete años en Nueva Juventud, club del barrio Las Tejas, de Montevideo, donde creció junto a sus hermanos, su madre, empleada, y su padre, taxista. Hizo carrera en varios equipos y a los 19 debutó en la primera división con Fénix y en la selección mayor.
El paraguayo tuvo inicio irregular y a los 20 años vivió grandes cambios: entró a la segunda de Sol de América, fue campeón; subió a primera, pasó algunos meses sin mucho éxito en Oriente Petrolero, de Bolivia, y regresó a su equipo, en el que recibió ofertas de Europa y México.
Económicamente eran similares, pero eligió aterrizar aquí por el idioma, la cercanía con la familia y “porque era un sueño estar en un equipo grande como Cruz Azul, tener la posibilidad de representar esta camiseta.
“Cuando me ofrecieron venir para acá fue un (buen) paso, porque salvando algunas diferencias, pasar de Uruguay a México es casi lo mismo que ir a Europa. En el futbol esta plaza es muy importante”, completa Vigneri.
Compromiso celeste
Los jóvenes se reportan felices de militar en el balompié nacional y más aún de integrar la plantilla de La Máquina, equipo al que seguían por televisión y conocían como uno de los más importantes del país.
Sin embargo, al llegar a México se asombraron de la magnitud de la institución, el apoyo y el trato personalizado que mantiene con sus jugadores.
Consiente mucho a los suyos, afirman, pero “eso quiere decir que el club está más allá de la cancha y los 90 minutos, da todos los beneficios y por eso hay que tratar de hacer lo mejor”, en palabras de Vigneri.
Todos los jugadores deberían sentir la camiseta “como forma de agradecer. Así como el club nos prestigia, nosotros debemos pensar cómo prestigiar a la institución que nos da todo, nos tiene entre algodones, en otros lugares es difícil encontrar eso”, agregó Zeballos.
Dos motivos, una generación
Pablo y Nicolás son profesionales por gusto y decisión, aunque por dos razones diferentes. El uruguayo dice que el futbol lo apasiona desde la infancia y la popularidad del deporte en su país lo motivó a seguir; el paraguayo goza del espectáculo y comenta que su historia es la de miles en Sudamérica, donde “muchas familias dependen de que alguno juegue futbol”.
Su padre murió cuando tenía ocho años y ahora con sus ingresos ayuda económicamente a los suyos. Su madre, que es ama de casa, tres hermanos y “una personita muy especial” de ocho años, a quién están en proceso de adoptar.
Ambos ya cumplieron lo que en sus países se conoce como el sueño del pibe: jugar en primera división, ser conocidos y ganar dinero. Sin embargo, planean su futuro y no irían clubes europeos o asiáticos desconocidos por un buen sueldo.
“Yo elegiría mil veces estar aquí que ir a esos países, a veces lo económico no te hace feliz, hay que estar a gusto”, explica Zeballos; “yendo allá uno se pierde, nadie más se entera si te va bien o mal”, agrega Vigneri.