Editorial
Educación cívica y neoliberalismo
La titular de la Secretaría de Educación Pública, Josefina Vázquez Mota, anunció ayer que, a partir del próximo año escolar, la formación cívica y ética volverá a ser incluida en los programas de estudio de educación primaria, luego de 25 años de que esa asignatura estuvo ausente: fue eliminada como materia de ese nivel formativo a principios del sexenio de Miguel de la Madrid, en concordancia con el abandono de la visión humanista de la educación pública y su remplazo por políticas educativas pragmáticas, utilitarias y acordes a los intereses y la lógica de los círculos empresariales.
Significativamente, la eliminación de la materia de civismo coincidió con el inicio del ciclo neoliberal, para el cual la formación cívica no sólo es prescindible, sino que puede representar un obstáculo. En esa misma época comenzó un proceso de venta de los bienes nacionales y durante el sexenio delamadridista el número de empresas estatales pasó de mil 155 a 412; en la administración salinista fueron privatizadas casi todas las restantes, incluidos los bancos y Telmex y, posteriormente, Ernesto Zedillo, Vicente Fox y Felipe Calderón han acentuado la transferencia de lo público a lo privado, mediante subsidios disfrazados de “rescates”, reventas de empresas y otros bienes a precios por debajo de su valor real, otorgamiento de contratos sin licitación, con la marca del amiguismo y el nepotismo, o simples y llanos desfalcos.
Tal es el correlato, en la esfera de la administración pública, de un pensamiento económico que postula la libre competencia sin cortapisas y cuyos valores supremos son la rentabilidad, la competitividad y la productividad al precio que sea.
Al día de hoy, muchos jóvenes educados bajo este esquema y a quienes no les fueron inculcados en sus hogares valores como la civilidad, el respeto a la legalidad, el aprecio al país, la tolerancia ante la pluralidad y la diversidad, la solidaridad y la colaboración se desempeñan con una lógica tecnócrata y eficientista acorde con un modelo económico basado en la superviviencia del fuerte y en la liquidación del débil y de lo que puede parecer innecesario en la dinámica de la búsqueda y maximización de ganancias inmediatas.
Es posible que la eliminación de la enseñanza de los valores cívicos haya facilitado la descomposición moral que enfrenta el país en general, en la que se enmarcan el aumento sostenido de la delincuencia y la violencia en todos los ámbitos de la sociedad, así como el severo deterioro ético de las instituciones políticas.
Ante este panorama, el retorno del civismo a las aulas de educación básica es deseable y necesario. Sin embargo, habrá que esperar a que la inclusión de esa materia en los planes de estudio no sea aprovechada para difundir el ideario del partido en el poder, conservador en lo social, neoliberal en lo económico y cada vez más alejado de la democracia en lo político. En este sentido, cabe preguntarse quién determinará los contenidos de los programas de formación cívica y ética y los valores a inculcar.
Una de las garantías exigibles es que en las guías de estudio se incorporen la razón y el sentido del principio de la laicidad del Estado, especialmente cuando diversos integrantes del grupo en el poder mezclan sus inclinaciones religiosas en el ejercicio de sus cargos, buscan intervenir en esferas de la vida privada de los individuos o pretenden adoptar políticas públicas con base en criterios confesionales. Es necesario, en suma, que se enseñen a los alumnos valores cívicos y no postulados doctrinarios. Finalmente, un motivo de inquietud insoslayable es la posibilidad de que se otorgue algún margen de intervención en la definición de los contenidos de la nueva materia a la cúpula sindical charra que controla al gremio nacional de educadores. Hay el antecedente de que, en el sexenio pasado, en su afán por amarrar alianzas con el poder presidencial, esa dirigencia se unió a la promoción de unos textos equívocos, inadecuados y pacatos, dirigidos a padres y madres de familia, y que desde mucho antes, y hasta la fecha, realiza prácticas clientelares y políticas que son todo un muestrario de lo cívicamente incorrecto e indebido.