Venturas y desventuras
En esta ocasión, con miras a lograr cierta claridad, enumeraré las cuestiones que deseo mencionar o precisar.
1. El día de hoy, martes 19 de febrero, en el Palacio de Bellas Artes se otorga la Medalla de Oro del Instituto Nacional de Bellas Artes a Raquel Tibol y, como me es imposible asistir, expreso que me sumo a este homenaje más que merecido a la historiadora y crítica de arte que no tiene pelos en la lengua y a quien colegas suyos al igual que artistas solemos acudir para recibir asesoría o confirmación de temas varios, pese a que es cierto que ocasionalmente solemos recibir descolones si nuestros pareceres o trabajos no le resultan congruentes.
Reitero lo que ya antes he mencionado: su desempeño como figura relevante en el campo artístico desde 1953 a la fecha mediante innumerables publicaciones, conferencias, polémicas, entrevistas o participaciones como jurado.
Felizmente, varios de sus ensayos y artículos desperdigados ya han sido revisados y publicados en libros de su autoría. Ignoraba que al homenaje se suma una exposición que se había mantenido en secreto. Ella misma tuvo a bien comunicármelo. Enhorabuena.
2. La también muy respetada crítica de teatro Olga Harmony se quedó un poco corta en su inteligente artículo del 14 de febrero, aparecido en esta misma sección, al comentar la obra El infierno o el nacimiento de la clínica, de Rubén Ortiz (no confundir con Rubén Ortiz Torres) que se presenta en el Foro Sor Juana de Ciudad Universitaria. El verdadero infierno consiste en que los atraídos por el tema permanecimos dos horas ante un supuesto teatro happening que no puede ser más desinformado ni mayormente reaccionario. Lo peor del asunto no es únicamente que los jóvenes actores padecen ciertas acciones corporales, como cachetadas, piquetes o degluciones forzadas, sino también que para el Teatro Universitario es un descrédito presentar un trabajo tan mal pergeñado, aclarando que fue admitido y agendado desde la administración teatrística anterior.
3. Es de celebrarse que las 39 obras de Remedios Varo, donadas por Walter Gruen y su esposa Alexandra Varsoviano en memoria de su hija Isabel Gruen Varsoviano, pertenezcan ya por ley al acervo del Museo de Arte Moderno después de ocho años del alegato que la sobrina de la pintora, Beatriz Varo, desencadenó. Sólo me permito aclarar que ésta no es la primera vez que las 39 obras donadas se exhiben juntas.
La invitación a la inauguración lo manifiesta al citar no a una apertura, sino a una reapertura, que bajo nueva museografía y lectura muy legible sin duda acarreará vastos estratos de público. De paso me permito manifestar que ni a Remedios Varo ni a Leonora Carrington, objeto ahora de exhibición urbana, les complació ser calificadas de surrealistas, aunque ambas estuvieron involucradas con círculos europeos de esa corriente. Leonora lo estuvo no sólo con Max Ernst, sino también con André Breton, ya que está entre los artistas y teóricos participantes en la legendaria encuesta bretoniana sobre L’Art Magique recuperada por la Editorial Phébus (Adam Biro) en 1991, en un libro de arte de tiraje más bien escueto.
La encuesta, bajo edición del propio Breton, se publicó por primera vez en 1957 en tiraje reservado a los Amis du club Francais du Livre, pero sólo anticuarios y libreros tuvieron acceso a ella y a las listas de ilustraciones propuestas por el líder surrealista. Entre los encuestados, además de Leonora, figuran Benjamín Péret, Roger Callois, André Malraux, René Magritte, Octavio Paz, Mario Pedrosa, Wolfgang Paalen y Claude Lévi-Strauss.
4. Geografías de luz es un libro de arte, en edición bilingüe a dos columnas, dedicado al pintor zacatecano Alejandro Nava y editado por la galería Quetzali, de Oaxaca. Contiene reproducciones de su obra reciente (además de pintura, ahora incursiona con fortuna en escultura y arte objeto). Contiene textos de Juan Villoro y Francisco Castro Leñero además de un currículo pormenorizado.
¿Qué es, pues, lo que me mueve a mencionar el volumen? En primer lugar la ausencia del ISBN, es decir del registro, situación que pudo resolverse con suma facilidad. Fue impreso en Carteles Editores P.G.O., de Oaxaca y la digitalización de la mayoría de las fotografías entrega imágenes que no piden nada a lo realizado por otras famosas impresoras.
Lo que encuentro desafortunado es el desperdicio de papel, un papel casi cartulina, de más de 200 gramos cuché mate. Eso redunda en que el libro se encuentre defectuosamente cosido; en cambio, la cubierta es blanda y hubiera sido mejor invertir en pasta dura y no en papel de tal grosor. Hay páginas que contienen tan sólo un título, es decir, están en blanco. Se antoja entonces que el diseño pudo haber dado lugar a un producto más rico, complementado con viñetas o dibujos del propio artista o con mayor número de imágenes.