El taller Blues in the schools, espacio para la exploración de diferentes géneros
Músicos de México, EU y Argentina muestran otra cara de la globalización
En el Ruta 61 brilló el son jarocho con el suave giro blusero de la armónica
Ampliar la imagen De izquierda a derecha: Tereso Vega (Son de Madera), Marta González (Grupo Quetzal de Los Ángeles), Billy Branch, Octavio Herrero (Señoritas de Avignon) y Ramón Gutierrez (Son de Madera), y aunque no se ven estaban los integrantes de Vieja Estación (Argentina) Foto: Raúl de la Rosa
Un armonicista de Chicago, soneros de Veracruz, una cantante de Los Ángeles, rockeros-bluseros argentinos y un blusero y un jazzista chilangos se juntaron este viernes en la ciudad de México para entablar un gozoso diálogo y mostrar otra cara de la globalización.
Imagine usted: en el escenario del bar Ruta 61, la famosa canción huasteca La Bruja era interpretada con jarana, requinto, contrabajo, cajón, armónica y guitarra eléctrica, a un ritmo lento, suave, con añoranza y cierto dolor. La armónica le daba el giro blusero, pero no era una fusión. La base huasteca dominaba, aunque era posible escuchar el potencial de lo que se podría crear, con más exploración.
La exploración comenzó hace unos días en Jalapa, en un taller de blues que impartió el armonicista Billy Branch, uno de los más reconocidos en Chicago, con la colaboración de Ramón Gutiérrez Hernández (voz y requinto) y Tereso Vega Hernández (voz y jarana), integrantes de Son de Madera, grupo que ha jugado un papel fundamental en la difusión del son jarocho, sobre todo en el extranjero. También participó Santiago Espósito, guitarrista de Vieja Estación, banda argentina radicada en México.
El taller, llevado a cabo del 4 al 15 de febrero, fue impartido a 60 niños y jóvenes (sus edades rondaban de los ocho años hasta algunos en sus veintes), muchos de ellos con bases musicales del son jarocho, pero que desconocían el blues. La idea fue ofrecer un panorama sobre “el papel que este género jugó en el desarrollo de la música popular estadunidense y cómo refleja las condiciones políticas y sociales de varios periodos de su historia”, buscar similitudes con el son jarocho, aprender a tocar la armónica al estilo blusero y probar hacer son con armónica y blues con jaranas. También montaron tres piezas de blues y dos sones jarochos (La Bruja y El colibrí de los llanos, composición funk-jarocha de Son de Madera).
El taller fue organizado por Branch, el promotor cultural Gilles Aniorte, Ruta 61, Son de Madera, la Fundación Ford y el Centro Nacional de Comunicación Social, con apoyo del ayuntamiento de Jalapa, la Universidad Veracruzana y la Representación de Illinois en México.
Blues in the schools, como se llama al taller, se lleva a cabo en Chicago desde hace décadas y también en otros países. Esta es la primera vez que se realiza en México.
Los talleristas llegaron entusiasmados del encuentro en Jalapa y con ganas de armar más cosas (se baraja la posibilidad de hacer talleres en la ciudad de México y Chicago). También están conscientes de que en tan pocos días no se logra una fusión. Cosa que, además, quizá no hace falta. Como dijo a La Jornada Ramón Gutiérrez, “se ha puesto de moda” hacer fusiones, muchas de modo superficial y poco convincente.
El músico, en una charla anterior al concierto, mencionó que ahora haría falta que el taller llegue a “los jóvenes de la calle, del rancho”, hacer algo “en el campo, con los jaraneros, los repentistas”.
Y, ¿qué es lo que tiene en común el blues y el son jarocho? Los organizadores partieron de la idea de que ambos tienen raíces en la música africana.
En el caso de Veracruz, hay una “constante influencia entre esta entidad y Cuba”.
Últimamente, el son jarocho ha estado abierto a otros estilos. El grupo chicano Quetzal, ejemplificó Gutiérrez, experimentó hacer rock en seis octavos. También, los repentistas “han hecho cosas con raperos”.
Quizá tiene que ver con que los jóvenes están entusiasmados con el género: “en Jalapa hicimos ya una cultura del son jarocho. Encuentras jóvenes de 15, 20 años con una jarana al hombro, en busca de identidad”.
“Hay un gusto”
Gutiérrez describió algunas de las similitudes que encuentra entre ambos géneros: “Los compases son distintos, pero los grados son los mismos”; las letras (“una manera de protestar, de decir las cosas que están pasando, como pueblo, como raza”); “de alguna manera los dos son producto de la esclavitud”; “tienen cosas que fueron y vinieron (de un lado a otro del Atlántico)”.
Pero, más importante, opinó Gutiérrez, “hay un gusto: a nosotros nos gusta el blues y a ellos el son jarocho”.
Porque, al fin y al cabo, en este momento “todo se puede combinar, lo ves en todos lados”. Ramón opinó que pueden ser experimentos interesantes, pero que “es importante que la música sea única, que tenga arraigo”.
Sin embargo, reconoció que cuando es una auténtica renovación hay camino por explorar, como fue el caso de Santana, cuya “gran aportación al rock fueron los elementos cubanos y mexicanos”.
“Quién me saca el sentimiento?”
Las Señoritas de Aviñón, banda de casa de Ruta 61, abrió la noche. Le siguió Son de Madera (Vega y Gutiérrez acompañados por Aarón Cruz –contrabajo, conocido por su trabajo jazzístico–, Ruby Oseguera en el zapateado, y Marta González, del grupo Quetzal, en la voz y el cajón).
Destacaron una sensual interpretación de El Cupido (“Ramón, que el requinto enamore a la jarana”, exhortó Vega) y un magnífico Cascabel, con Vega tocando un pandero simulando un cascabel.
Luego, en la segunda parte del concierto, tocó Vieja Estación con Billy Branch, y los acompañaron integrantes de Son de Madera. Así, Got my mojo working fue interpretado con requinto y pandero, además de los instrumentos usuales, con Branch (armónica y voz) y Marta González (voz).
A la siguiente pieza se incorporó Octavio Herrero, guitarrista de Las Señoritas de Aviñón.
“Pregunto y quiero saber, si me enamoro por dentro, ¿quién me saca el sentimiento que suspira hasta llover?”, recitó Gutiérrez. “¿Cómo se saca el sentimiento”, siguió, “lo sacas en la música”.