Presenta disco con las seis casi sonatas para violoncello del compositor
La microtonalidad le costó su carrera a Julián Carrillo: Herrera de la Fuente
Su talento fue reconocido en Europa, pero el Sonido 13 hizo que su música se relegara
Ampliar la imagen Jimena Giménez Cacho grabó las interpretaciones de las obras para violoncello de Carrillo, imagen de archivo Foto: José Carlo González
Su obsesión por la microtonalidad le costó a Julián Carrillo no sólo su carrera internacional como gran virtuoso del violín, convertirse en el primer gran sinfonista mexicano y ser relegado a la indiferencia dentro del ámbito de la música de concierto en México.
Fue un ímpetu que llegó incluso a robarle de manera literal la calma y el sueño, el gran sentido del humor que ostentaba y acaso mucha de la tranquilidad en su longeva vida de 90 años.
Cuando menos eso es lo que sostiene el maestro Luis Herrera de la Fuente, quien conoció a aquel notable compositor potosino, inventor del llamado Sonido 13, a principios de los años 60, cuando dirigió una de sus obras al frente de la Sinfónica Nacional, momento en el que entablaron amistad, aunque no tan estrecha como la que mantuvo con sus hijos, Nabor y Antonio, según aclaró.
“Recuerdo que al final del segundo concierto me invitó a tomar una copa, y que le digo: ‘por qué no mejor dos’. Era una persona a la que uno no podía más que querer, a pesar de su lejanía. Lejanía, por cierto, que no era por pretensión, sino por obsesión.”
Y es que Carrillo, prosiguió el connotado director de orquesta y compositor, desde el momento en que se encontró con que el sonido se podía fraccionar en tonos aún más pequeños de los conocidos, ya no pudo vivir más en paz, ante sus ojos se le presentó que eso aumentaba la posibilidad sonora, la riqueza de la música.
“Se apasionó con esa idea y decidió consagrarse a ella; le llamó Sonido 13. La música tiene 12 sonidos, y no es que él haya descubierto uno nuevo; lo que hizo fue descubrir una infinidad de sonidos. Allá por 1915 llegó a decir que dentro de 50 años toda la música sería en fracciones de tono; creyó que todo cambiaría con su sistema del Sonido 13, aunque en realidad nada cambió”, dijo.
“Lo único que ocurrió es que se olvidó de su capacidad de ser virtuoso y famoso, renunció a todo para entregarse a lo que había hallado. A eso dedicó su vida, a componer y a tratar de tener instrumentos para tocar esa música . Vivió dentro, apasionado por la obsesión de las fracciones de tono.”
Tales recuerdos y reflexiones de Luis Herrera de la Fuente se dieron en el contexto de la presentación del disco compacto de la violonchelista Jimena Giménez Cacho con las seis casi sonatas para violoncello solo, de Julián Carrillo, la cual tuvo lugar la noche del viernes en Radio Universidad.
A sus más de 90 años, el maestro hizo gala de su fortaleza, lucidez y gran capacidad de memoria para referir de manera somera la semblanza del músico potosino, quien es conocido sólo de nombre y su obra permanece relegada.
Así, el director de orquesta resaltó que los atributos y dones naturales con los que contó Carrillo lo llevaron a ser de los pocos mexicanos que no sólo logró ser aceptado y aguantar el rigor del Conservatorio de Leipzig, el más importante en enseñanza musical durante finales del siglo XIX y principios del XX, sino que desde el primer momento se erigió en alumno destacado, e incluso ello le valió integrarse como violinista en la Orquesta del Real Conservatorio de esa ciudad, comparable en calidad con la Filarmónica de Berlín.
Mencionó asimismo que sus dotes como violinista eran tan extraordinarios que ganó el primer lugar en un concurso internacional en Bélgica con el concierto de Tchaikovsky, lo cual le abrió las puertas de Europa como uno de los ejecutantes más virtuosos de ese instrumento.
Como compositor no se quedó atrás, y ya siendo estudiante su primera sinfonía mereció el reconocimiento de ser interpretada por la mencionada agrupación del conservatorio de Leipzig, bajo la dirección del propio músico mexicano, rememoró.
No obstante esos méritos, y sus aportaciones a la música del mundo con el Sonido 13, lamentó Herrera de la Fuente, “Julián Carrillo se ha ido quedando al margen, atrás. Su música no se toca. Es una injusticia, no de una persona, sino de la poca cultura del país y el escaso número de personas dispuestas a entrar a ese nuevo sistema de las fracciones de tono, que implica un esfuerzo especial para cualquier ejecutante, porque significa aprender a tocar de distinta manera a la convencional”.
En ese sentido, reconoció y destacó el valor, el talento y el virtuosismo de Jimena Giménez Cacho para emprender el rescate y la difusión de las seis casi sonatas para cello solo, grabadas bajo el sello Quindecim:
“Es una tarea que nada deja de dividendos en lo económico, por la cual tampoco nadie contrata para conciertos, ¿qué sentido tendrá entonces hacerla? Pues ni más ni menos tiene un gran valor y mérito para la música y la historia de ésta.”
La presentación contó también con la participación de Ángel Carrillo, nieto del compositor, la especialista Yael Bitrán y la propia Jimena Giménez Cacho.