|
||||
TLCAN: campesinos en marcha Vaivenes cenecistas amenazan unidad campesina
Lourdes Edith Rudiño La movilización campesina del 31 de enero presentó un bloque aparentemente compacto de organizaciones, incluida la priista Confederación Nacional Campesina (CNC) pero, transcurridos días apenas, esa unidad se evidencia muy frágil. En el medio está la demanda de renegociación del Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN) –con la exclusión del maíz blanco y el frijol– que el bloque expresa como demanda número uno, y para algunas organizaciones es irrenunciable, pero otras la usan sólo como presión política y carta de intercambio. Y está el tema del maíz transgénico, donde la CNC está en tremenda contradicción interna. Vayamos al asunto del TLCAN. El primer discurso en el Zócalo capitalino el 31 de enero, el de Cruz López, presidente de la CNC , fue contundente, y lo dijo a un auditorio de miles. “Si hubiera que resaltar un logro de este movimiento nacional, la CNC se queda con la consolidación de nuestra alianza clasista. De aquí para adelante nos verán a los campesinos y trabajadores mexicanos siempre juntos (...) Exigimos la inmediata renegociación del capítulo agropecuario del TLCAN (...) démosle la oportunidad a los campesinos de alimentar a su pueblo (...) Durante el TLCAN la dependencia alimentaria creció de 10 a 48 por ciento y PEMEX ha sido sujeto a una desinversión (....) México importa 30 por ciento del consumo de gasolinas. Ambas dependencias ominosas deben calificarse de traición a la patria”.
Pero cuatro días después, la CNC actuó amenazando esa “alianza clasista”. Emitió un comunicado para “ratificar su disposición de mantener al diálogo con el gobierno (...)” y mencionó sólo de refilón la inconformidad con el TLCAN. Dio prioridad en sus demandas a “un nuevo Acuerdo Nacional para el Campo”, y dijo que la CNC sería “instransigente (...) en rechazar las reglas de operación” de los programas rurales, publicadas unilateralmente por las secretarías de Agricultura (Sagarpa) y de Medio Ambiente, asunto que implica el control de los 204 mil millones de pesos del presupuesto rural de 2008. Ello no obstante que el bloque de organizaciones campesinas (CONOC, ANEC, CNOC, FDCCH, Red Mocaf, Unofoc, MAÍZ, CNPA, Barzón-ANPAP, Coaech, CCI, CONORP, Unorca, UCD y otras) había acordado antes con la CNC que no asistirían a la reunión propuesta por el Ejecutivo para el 6 de febrero, con el secretario del Trabajo, Javier Lozano, encabezándola, y con los de Economía y Agricultura, Eduardo Sojo y Alberto Cárdenas, por considerar a éstos interlocutores inválidos. ¿Para qué hablar con Alberto Cárdenas?, por ejemplo –dijeron– si su discurso es que el de México es “un campo ganador” equiparable al de golf de la campeona Lorena Ochoa; o que “los productores de maíz están contentos porque traen centavos en los bolsillos y de aquí en delante (sic) van a elevar sus rendimientos por hectárea” o “que no conviene renegociar el TLCAN”. El bloque propuso en una carta a Felipe Calderón que el diálogo fuera con Gobernación y con una agenda previa, incluido el tema TLCAN. Al final, el 5 de febrero en junta del bloque la CNC sintió tal presión que debió renunciar a asistir a la reunión oficial del 6. Los devaneos cenecistas “estuvieron a punto de romper el bloque”, comentó Víctor Suárez, director de la Asociación Nacional de Empresas Comercializadoras de Productores del Campo (ANEC) y uno de los líderes de la Campaña Sin Maíz no hay País. Veletas. El caso es que la CNC anda trastabillando. En una reunión de legisladores rurales priistas, César Duarte, coordinador de los diputados cenecistas, se quejó de que la Sagarpa estaba actuando “perversamente” al hacer pensar a la opinión pública que la CNC rechaza el TLCAN, cuando esta agrupación, dijo, lo que está buscando prioritariamente es que se ajusten las reglas de operación de los programas públicos (entiéndase, el control del dinero). Aunque luego el chihuahuense se revolvió y terminó su discurso lamentando la desolación generada en el campo por el TLCAN. Así pudo empatarse con un planteamiento previo de Heladio Ramírez, el líder moral cenecista. Así que desacuerdos en el tema TLCAN podrían romper la “unidad campesina”, sobre todo cuando en comunicados de prensa la Secretaría de Gobernación y la Presidencia han declarado su intención de dialogar y negociar con las organizaciones, pero la renegociación del Tratado no entra en la agenda. El otro punto de quiebre que vulnera la alianza campesina es el tema de maíz transgénico. La CNC firmó dos documentos donde rechaza la siembra de maíz modificado genéticamente en territorio mexicano –la convocatoria pública a la movilización del 31 de enero y el Manifiesto Campesino, signado ese día por el bloque de organizaciones— pero recordemos que la confederación de productores de maíz de la CNC tiene firmado un convenio con Monsanto, la empresa predominante en el desarrollo, patente y comercialización de transgénicos, el cual, con inversión de la trasnacional, pretende resguardar el genoma de maíces nativos. –En esto hay contradicción –le dice la prensa a Cruz López– sobre todo porque a futuro ese convenio implica el riesgo de apropiación intelectual del genoma de las semillas mexicanas. “Las cuestiones de percepciones no las podemos procesar”, responde el dirigente de la CNC en relación a las probables patentes. Y manejando bien las palabras, dice que no, que el convenio con Monsanto es para proteger el genoma de maíces nativos, y que la CNC quiere el pleno respeto a la Ley de Bioseguridad y Organismos Genéticamente Modificados. Monsanto, se sabe, firmó tal convenio para obtener el visto bueno público de la representación campesina nacional (que quieren cubrir con la CNC ) para la siembra experimental y luego comercial de maíz transgénico en México. Y para hacer creer que este tipo de semillas no dañará la riqueza genética nacional, pues el convenio con la CNC convierte a los campesinos de la agrupación en “guardianes” de las semillas nativas. El Manifiesto Campesino, suscrito por la CNC y todas las demás organizaciones, dice textualmente: “Exigimos la prohibición a la siembra de maíz transgénico y el establecimiento de un programa multianual de fomento productivo y de mejoramiento tecnológico para la producción de maíces criollos, híbridos y orgánicos e efecto de proteger nuestra riqueza genética, la economía campesina y satisfacer la demanda nacional”. Víctor Suárez, señala que la firma de la CNC al Manifiesto Campesino ocurrió después de cinco rondas de discusiones, pero al final lo suscribió, y eso significa una de dos: o está rectificando y por tanto se ve obligada a echar atrás su convenio con Monsanto, o simplemente hay simulación. “Si es así, la emplazaremos (las demás organizaciones) y le exigiremos congruencia”. El directivo de ANEC reconoce que la unidad del bloque es muy endeble, y que la unidad puede romperse en cualquier momento. Si la CNC o cualquier otra organización decide negociar con el gobierno dejando de lado demandas fundamentales –TLCAN y transgénicos— habrá de pagar el costo político. “Nosotros (los de la Campaña Sin Maíz no hay País) seguiremos movilizándonos, seguiremos tomando acciones”. |