Comunidad gay, intolerancia y exilio
Toronto es, además del centro financiero de Canadá, una perla de la vida cosmopolita, plural y tolerante. Al menos, tiene la fama. Por eso, miles de homosexuales, lesbianas y transgénero de todo el mundo buscan huir de la discriminación y la violencia contra la diversidad sexual en sus países. En el caso de los mexicanos, hay historias de peticionarios de asilo que tuvieron éxito, historias en las que la moneda está aún en el aire y otras historias que tuvieron un trágico fin.
La historia de Martina Cordero y Alfredo Serrano es de las primeras. Ella es transgénero. Él, su pareja, era reportero en una oficina de prensa de una corporación policiaca en México. Cuando sus compañeros supieron de su opción sexual y su relación con Martina, su vida se convirtió en un infierno por el chantaje al que fueron sometidos. Tuvieron que pagar sumas cada vez mayores para evitar ser agredidos. Hasta que pidieron y obtuvieron asilo en Canadá.
Leo Zúñiga es de los que tienen su vida pendiente aún de la resolución de la Junta de Inmigración Refugio. Las múltiples organizaciones de derechos gays en Canadá han lanzado una fuerte campaña con el lema “Let Leo stay”.
Su defensa no es fácil. La mayor parte de los gays mexicanos que solicitan asilo en Canadá son rechazados porque, según consta en un boletín de la junta, “México es un país cada vez mas tolerante con la diversidad sexual”. Pero cientos de hombres y mujeres jóvenes que viven aquí saben, porque lo sufrieron en carne propia, que no es así.
El caso de Enrique Villegas es su argumento más fuerte. Este sinaloense de 35 años vivió siete años en Vancouver. Pidió asilo como parte de la comunidad gay con el argumento de que temía por su vida en México. Fue rechazado. En 2003 regresó a México sin esperar a ser deportado. Preparaba una apelación ante las autoridades canadienses para que reconsideraran su negativa. El 7 de abril fue encontrado su cuerpo sin vida en el departamento en que vivía en la ciudad de México.