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Éxodo rural GLOBALIZACIÓN, CRISIS AGRÍCOLA
Francis Mestries “Es importante que la comunidad sepa que la raíz del problema es el TLCAN
La globalización neoliberal acentúa el proceso migratorio desde los países pobres hacia los ricos, porque ahonda la brecha económica entre ambos y agudiza las diferencias socioeconómicas en las naciones emergentes.
La integración económica, cuando se da entre países ricos y en vía de desarrollo sin programas de ayuda compensatoria, agudiza los desequilibrios. La experiencia mexicana de 14 años de Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN) lo confirma. No propició la convergencia salarial entre los tres países con nivelación de los mexicanos hacia arriba; al contrario, contribuyó a su reducción en Estados Unidos (EU), mediante la contratación de indocumentados y la deslocalización de varias empresas industriales a México. La brecha salarial de 1:8 entre ambos países sigue siendo aliciente poderoso para migrar, tanto más cuando el salario mínimo aquí no cubre ni los gastos de subsistencia. Por otro lado, el TLCAN no coadyuvó a crear suficientes puestos de trabajo para compensar la destrucción de empleos que provocó en el campo y en la industria tradicional, y para absorber las nuevas generaciones de activos, pues las maquiladoras y muchas industrias de exportación no están eslabonadas con la economía nacional y sus efectos multiplicadores son pocos; los empleos creados en el periodo han sido precarios, muchos sin seguridad social ni laboral. Por ende, el TLCAN impidió cambiar la política económica al ser un candado del modelo neoliberal y agudizó la crisis agrícola en ramas sensibles como granos, carne, leche, azúcar, frijol, oleaginosas y frutas templadas. E impidió un acuerdo migratorio; EU lo rechazó en la negociación comercial. La acumulación de los efectos del TLCAN, de la política de ajuste estructural y de las crisis y recesiones (1994-95, 1997, 2001) fue determinante en la explosión de los flujos migratorios hacia el exterior en las décadas de 90 y 2000. Pero la política económica de Fox, con crecimientos anuales menores a 2.3 por ciento, agravó en su sexenio el desempleo, la economía informal y la emigración al norte; esta última pasó de 400 mil a 575 mil personas al año y sumó 3.2 millones durante su gobierno. Dinero para el consumo. El incremento de la migración internacional ha disparado el monto de las remesas que llegan a México, primer receptor en América Latina y segundo en el orbe. Subieron de 8 mil 895.3 millones de dólares en 2001 a 23 mil 266 millones en 2006, y su proporción en el PIB pasó de 1.21 a 2.58 por ciento entre 1999 y 2004: esto significa tasas anuales de aumento de dos dígitos. Las remesas rebasaron el monto de la inversión extranjera en 2004; ocuparon el segundo lugar después de los petrodólares (70 por ciento del valor de éstos y 53 por ciento de la inversión extranjera acumulada de 1994 a 2003). Así, se constituyeron en proveedor vital de divisas para la economía mexicana, altamente dependiente de la entrada de capitales. A su vez, aumentó la dependencia de los hogares respecto de las remesas, pues un millón 430 mil de ellos (1/19 del total nacional) reciben remesas de 325 dólares por mes en promedio, y en su mayoría son dirigidos por mujeres o por jefes de familia de edad avanzada. La dependencia de las remesas aumenta en el medio rural, pues 10 por ciento de los hogares las reciben, y representan 15 por ciento de sus ingresos/capital. La mayor parte de lo recibido se usa para el gasto diario, medicinas y ropa, seguido por la construcción de vivienda, luego por la educación y sólo menos del 10 por ciento se ahorra o invierte: son ingresos salariales y no de capital, y, por consiguiente, son vitales para la manutención de las familias de los migrantes. Por otro lado, los envíos se realizan en su mayoría por medio de empresas remeseras, que suelen cobrar 10 por ciento de comisión y dar una tasa de cambio desfavorable, aunque una mayor competencia entre ellas ha permitido últimamente bajar el costo de transacción. Si bien las remesas favorecen el bienestar de las familias de migrantes, y les permiten sufragar gastos y crear empleos temporales en construcción, talleres y agricultura, son insuficientes para detonar procesos de desarrollo local o regional, y ahondan la diferenciación social entre hogares con y sin migrantes y entre los primeros, pues el acceso a la aventura migratoria depende de los recursos en capital social y monetario de cada familia. Daños a los hogares. La migración ha tenido un efecto más negativo que positivo sobre la producción agrícola, pues implica la salida de los jóvenes más emprendedores, la escasez de trabajadores y el envejecimiento de los productores, con la pérdida del oficio y desinterés por el trabajo en el campo. Muchas comunidades se llenaron de viejos, niños y mujeres, y sufren fuertes presiones sicológicas por la prolongación de las ausencias de maridos e hijos, por los riesgos de infidelidad o abandono y por el aumento de carga de responsabilidades; las mujeres a menudo prefieren correr el riesgo de cruzar la frontera con un coyote que el de ser “reemplazadas”. Cunden los casos de divorcio y desintegración familiar, y los niños de migrantes se descontrolan por falta de figura paterna, o incluso por semi-abandono de los padres en manos de los abuelos, y fracasan en la escuela o caen en adicciones: los jóvenes migrantes “retornados” a veces traen drogas, comportamientos antisociales y enfermedades sexuales. Por ende, aún cuando en estados con añeja tradición migratoria los clubes de migrantes oriundos han contribuido –con ayuda del gobierno (Programa 3x1) o no– a mejorar los servicios y los edificios públicos mediante “remesas colectivas”, la migración debilita la vida organizativa comunitaria debido a la deserción de los hombres de las instancias colectivas de los pueblos. Hoy la válvula de escape de la emigración se ha entrecerrado, debido a la persecución creciente que sufren los indocumentados y al agotamiento del mercado laboral de sectores como la construcción, afectada por la crisis hipotecaria de EU. Es por lo tanto urgente reconquistar la soberanía laboral, creando empleos asalariados mejor remunerados, y la soberanía alimentaria del país, devolviendo rentabilidad a la agricultura y dignidad y función social a sus campesinos y jornaleros. |