Joselito Adame cortó un apéndice en Guadalajara
Sin avisarle a nadie, Rafael Herrerías y su mozo de estoques, Víctor Leal, clausuraron la temporada de la miseria en la Plaza México, tras la corrida del martes pasado, estafando así los tenedores del derecho de apartado que les pagaron más de 20 millones de pesos para ver torear a diestros como El Juli, Enrique Ponce y El Cid, que simplemente nunca hicieron el paseíllo.
Una vez más, la afición y las “autoridades” presenciaron un auténtico robo en despoblado, pero nadie parece estar dispuesto a reclamar la devolución del dinero y mucho menos a imponerles una sanción a los descarados delincuentes, que sin duda volverán a cometer las mismas fechorías cuando llegue el próximo invierno, y aún después. Ya se sabe: fiesta brava, público manso.
En Guadalajara, por su parte, víctimas del gasolinazo y de la cuesta de febrero, pero también del rencor, los aficionados no perdonaron al empresario del Nuevo Progreso, que en diciembre pasado montó una novillada a precios de corrida grande, usando como señuelo a José Tomás, y en justa revancha ayer le cobraron el agravio comprándole apenas la tercera parte del boletaje pese a que estaban anuunciados Rodolfo Rodríguez El Pana, Morante de la Puebla y Joselito Adame.
Aunque, para sacarse la espina, el negociante difundió las fotos del encierro –tres reses de la Venta del Refugio y tres de Montecristo, muy justas de trapío–, la gente lo desairó, sobre todo la villamelonería. Este detalle debe ser tomado en cuenta porque Guadalajara, hoy por hoy, está considerada como la plaza más exigente del país, y ayer ocurrió allí algo que sólo puede calificarse de insólito.
Para decirlo pronto, a Morante se le fue vivo el segundo de su lote y de todos modos, una vez que el astado regresó por sus propias pezuñas a los corrales, el sevillano recibió una atronadora ovación que lo obligó a salir a saludar al tercio. En cambio, El Pana se llevó carretadas de silbidos a lo largo de sus dos trasteos de muleta, y no logró sino pasar apuros, verse fuera de forma y de sitio, para terminar abucheado con auténtica ferocidad.
Como no podía ser de ninguna otra manera, Joselito Adame fue el triunfador del festejo, luego de cubrir con alegría e imaginación los tres tercios, en los que combinó variadas suertes de capa, banderilleó como se estila en ambos lados del Atlántico –reuniendo los palitroques a la española, antes de alzar los brazos, o igualándolos al clavarlos sobre el morrillo, a la mexicana–, y por supuesto, ya con la muleta, corrió la mano por ambos lados, en redondo y por abajo, gracias a todo lo cual estuvo a punto de salir con una cosecha de cuatro orejas.
Resentido todavía de la triple cornada que sufrió en una axila 15 días atrás –y que le impidió participar en los festejos del 62 aniversario del pozo de Insurgentes–, echó a perder sus dos faenas de ayer al fallar con la espada, pinchando a su primero y matando de estocada trasera y de efectos retardados a su segundo, por lo que, ante la excelencia de su trabajo, el público y el juez le otorgaron un solitario apéndice.