El toreo es una filosofía de la vida y cada quien la entiende como puede, dice
Procurar torear para mí me ha quitado muchas presiones: Humberto Flores
Fue uno de los triunfadores de la temporada pasada al cortar tres orejas en tres tardes
Ampliar la imagen Joselito Adame, el triunfador de este domingo en Guadalajara Foto: Notimex
En alguna de sus obras, el reflexivo escritor húngaro Imre Kertész, galardonado con el Nobel de Literatura en 2002, escribió: “Si no pierdo la paciencia conmigo, el milagro se producirá”.
Esas palabras parecerían ser el lema de la inmensa mayoría de los buenos toreros mexicanos, habida cuenta de que por más potencial y cualidades que puedan exhibir, su carrera será lenta, desesperantemente lenta.
La excepción no podía ser Humberto Flores Nuño, nacido en Ocotlán, Jalisco, pero avecindado en el Distrito Federal desde temprana edad, en que su padre, aficionado de general, lo llevaba a la Plaza México, donde el chamaco quedaría cautivado por la magia de algo que entonces no entendía pero de lo que no ha podido desentenderse hasta el día de hoy.
El 30 de diciembre pasado, en la Plaza México, Humberto le cortó meritoria oreja a un toro de Pilar Labastida. Luego el domingo 3 de febrero se llevó las orejas de Gallito, de San José, por una sorprendente y mandona faena. Y el domingo 5, en la corrida de aniversario del coso, realizó otra enjundiosa faena con el encastado Cubetero, de Los Encinos, probablemente el más bravo de todo el serial, malograda con la espada.
“En mi familia no hay más antecedentes taurinos que la gran afición de mi padre –refiere Humberto, ya casi repuesto de la cornada interna que sufrió en la corrida del 62 aniversario–, y sin embargo a los nueve años ya toreé una becerra. Mis primeras lecciones de tauromaquia las recibí del matador Jesús Sánchez El Azteca y luego anduve cinco años con el maestro Heriberto García, que estaba llamado a ser un figurón y por algunos errores no lo logró.”
–¿Qué errores?
–Bueno, él decía que uno fue ser recio con la prensa y el otro, seguramente el más importante, la gravísima cornada en la plaza de Carabanchel, en Madrid, que penetró la pierna desde la rodilla hasta la cadera. Por otra parte, el crítico Rafael Solana afirmaba que la ovación más larga que había escuchado en su vida se la dieron al maestro Heriberto, cuando ganó la Oreja de Oro por su faena a Vigía, de La Laguna, en la plaza El Toreo de la Condesa.
No pasa un día sin que lo recuerde, desde el día que murió en un accidente de carretera, cuando regresábamos de tentar en una ganadería. No sólo me enseñó la técnica con capote, muleta y espada, sino que me inculcó el arte de la paciencia. La mejor herencia de mi padre, además de su buen ejemplo, fue haberme permitido aprender con el maestro Heriberto García. El toreo es una filosofía de la vida y cada quien la entiende como puede.
–¿Eres casado?
–A diferencia del público –endurece el gesto el creador entre otros quites de la florentina, el jazmín, el capullo y el zarape–, las mujeres si no ven claro el aspecto económico se van, por más entregado que seas. Ahora, los amores intensos lo hacen a uno crecer como artista, sean bien o mal correspondidos. A mí las mujeres me han pegado cada chinga... pero las sigo amando, cómo no.
Yo enseñé las bases del toreo a Elizabeth Moreno, la mejor torera que he visto torear al natural. Es otro de mis mayores logros taurinos. Se le presenta un gran porvenir aunque ahora no tenga apoderado, como tanto otros toreros.
No hay apoderados profesionales en México porque aquí no viven del toro y eso limita sus actividades y su tiempo. Eso los toreros lo sufrimos, aunque a mí me han apoderado amigos que han sabido apoyarme en momentos de desánimo. Por eso hace años también me dedico a la pintura, donde me inició el maestro José Daniel, novillero retirado y magnífico poeta. Luego el maestro Nazario Vergara me enseñó técnicas antiguas, preparación de pigmentos y restauración. Y el magnífico pintor y retratista Ramón Reveles me ha encaminado en el color, el retrato y el tema taurino propiamente. Llevo ya cuatro años en la Academia de San Carlos. Otra satisfacción es que el maestro José Luis Cuevas apreció mi obra y me animó a seguir pintando, y una más es que mis cuadros incluso me los compran.
“El público de la Plaza México es muy agradecido con quien se sabe entregar. Lo ha sido conmigo en varias ocasiones en que he logrado sentir y hacerlo sentir. Después de las recientes actuaciones en la México, se están abriendo las puertas. Mi compromiso es conmigo, con mi carrera y con llegar a ser figura del toreo. Estoy en perfectas condiciones físicas, no bebo, hago ejercicio, pinto, leo, aprendo y vivo, sin olvidarme de la paciencia”, remata con un dejo de sabiduría Humberto Flores.