Techos y paredes con grietas, vidrios rotos y fallas en la red eléctrica, entre los daños
Deterioradas, 40% de escuelas públicas de la capital; algunas datan de 1910
No hay planes de rescate, pese a que algunos son catalogados como sedes históricas y artísticas
Ampliar la imagen Uno de los edificios deteriorados de la secundaria Leona Vicario, en la delegación Gustavo A. Madero, que comenzó a funcionar en 1955 Foto: Roberto Garcia Ortiz
Ampliar la imagen En el jardín de niños 18 de Marzo, colonia Tepeyac Insurgentes, se han tenido que adecuar las instalaciones debido al hundimiento del terreno. “En algunas ventanas hemos colocado plásticos, porque los vidrios se truenan”, afirma la directora del plantel Foto: Cristina Rodriguez
Techos agrietados, paredes deterioradas, ventanas con vidrios rotos, y sistemas de agua y de electrificación dañados, son parte de las malas condiciones en que se encuentran gran cantidad de escuelas públicas del Distrito Federal, algunas de las cuales ocupan inmuebles que datan de la época de Porfirio Díaz, con cerca de un siglo de existencia.
Inclusive, cifras oficiales precisan que 40 por ciento de los 2 mil 742 planteles escolares ha cumplido con su periodo de vida útil –fijado en 50 años–, lo que implica no sólo labores de mantenimiento profundo, sino de restitución de los inmuebles, para que los estudiantes tomen sus clases en lugares dignos.
Fernando González, coordinador de Infraestructura de Educación Básica de la Secretaría de Educación del Distrito Federal, detalla, por ejemplo, que aún existen 10 escuelas construidas en 1910, ubicadas en Cuauhtémoc y Gustavo A. Madero, delegaciones que albergan los planteles más antiguos, pues ahí fue donde en la década de los 40 comenzó a operar el Comité Administrador del Programa Federal de Construcción de Escuelas.
La falta de recursos, y en muchos casos la dispersión de los esfuerzos en materia de mantenimiento ha motivado que estén en el abandono un número importante de inmuebles, o en el mejor de los casos, con algunas “reparaciones cosméticas”, como sucede en la secundaria Leona Vicario, ubicada en la delegación Gustavo A. Madero, que comenzó a operar como tal en 1955, en lo que fue durante 20 años un internado exclusivo para señoritas.
Arturo Ánimas Tenorio, director de la escuela, donde se atiende a cerca de 700 estudiantes, explica que todas las instalaciones requieren mantenimiento urgente, e inclusive sustitución total de cableado eléctrico y red hidráulica, que son sistemas que no han sido cambiados desde que se construyeron los inmuebles.
“Prendemos las lámparas y se va la luz. Tenemos una fuga de agua en los lavabos, que por más que la reparamos, al rato aparece”, detalla, al señalar que si bien la estructura no tiene grietas de consideración, el deterioro de las paredes y escaleras es tal, que hasta los barandales tienen que ser sostenidos con alambres.
Algunos centros educativos están catalogados por el INAH o el INBA, como monumentos por su valor histórico y artístico, sobre todo en el Centro Histórico, en la delegación Cuauhtémoc, pero su rehabilitación debe aguardar no sólo la suficiencia de recursos, sino también que sus directivos accedan a trabajar en forma forma conjunta con las autoridades del gobierno capitalino.
Un ejemplo es la primera secundaria de la ciudad, que abrió sus puertas en 1926, en la calle de Regina, donde a pesar del evidente deterioro de las vetustas paredes del edificio, el subdirector del turno matutino, Jacinto Ruiz, se niega a recibir y otorgar información a los representantes de la Secretaría de Educación, sin más argumento que no contar “con autorización para ello”.
Pero no sólo planteles escolares antiguos tienen deterioro. Todas las escuelas públicas también están esta situación, algunas por ubicarse en zonas de riesgo por causas naturales, otras, que a mediados de la década de los 80, a raíz de los sismos, fueron habilitadas como provisionales y a la fecha se mantienen como definitivas.
Es el caso del jardín de niños 18 de Marzo, ubicado en la Gustavo A. Madero, donde 150 niños de madres trabajadoras toman sus clases en aulas, cuya estructura está endeble, por hundimientos diferenciales en el subsuelo. “Tengo año y medio aquí, pero las maestras con más tiempo calculan que el problema se ha agudizado de cinco años para acá”, dice la directora, Lilián Castañeda.
De hecho se han tenido que adecuar las instalaciones según el hundimiento del terreno. “La puerta de la entrada tuvimos que reducirla, pero aun así, para abrirla se tiene que empujar desde afuera; en algunas ventanas hemos colocado plásticos, porque los vidrios se truenan”, agrega, al señalar que desde que llegó había un proyecto de tirar todo y construir de nuevo, pero “no hay nada todavía”.