Usted está aquí: domingo 10 de febrero de 2008 Opinión Tumbando caña

Tumbando caña

Ernesto Márquez
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Antonio Sánchez, para quitarse el sombrero

Una presentación sencillamente arrolladora fue la que brindó anteanoche, en el Lunario del Auditorio Nacional, el baterista mexicano Antonio Sánchez con su grupo.

Comencemos por citar que el concierto, primero de dos del baterista en su ciudad natal e incluidos en el programa 2008 de Livejazz, fue en gran medida sorprendente. En principio, por la formación grupal constituida por dos saxofones, contrabajo y batería (algo atípico), y por el repertorio expuesto: música original, vigorosa y a la vez intimista.

El cuarteto de Antonio Sánchez está integrado por los boricuas Miguel Zenón (sax alto) y David Sánchez (sax tenor); el estadunidense Scott Colley (contrabajo), y el propio Antonio en la batería, arreglos y conducción musical. Cuatro músicos notables, cuatro amigos que han coincidido en innumerables ocasiones en el quehacer variopinto del jazz (“ejerciendo una especie de promiscuidad musical”, según Sánchez), del que han absorbido todo tipo de experiencias sonoras, mismas que resumen y proyectan en escena.

El concierto comenzó con Inner urge, de Joe Henderson, vigorosa pieza que arrancó con una relampagueante descarga de tambores a la que le siguió una pesada línea de bajo. Rítmico y denso, el tema fue desarrollando su cuerpo al tiempo que los saxofonistas describían la melodía en una forma casi contrapuntística.

En ese momento la audiencia se sintió sacudida y respondió con gritos y aplausos.

Concentrado, el cuarteto continuó como un vendaval con Greedy silence, de Antonio Sánchez, donde los solos del baterista encontraron espacios inteligentemente buscados. El mexicano demostró con esta actuación su altísimo nivel, sin altibajos e, inclusive, con una notable mejora en su manera de manejar los palos: con precisión y sutileza.

Nada era obvio, nada era porque sí. Scott Colley iba firme, manteniendo la base con una pesada línea de bajo. Mientras, el tándem Zenón-Sánchez soplaba y resoplaba hasta desfallecer desarrollando sortilegios musicales.

El concierto era manejado con una solvencia y seguridad poco usuales para el medio local. Los desarrollos eran largos e incisivos. No había tregua ni concesión. Lo que emanaba era bop duro. Bop del futuro. Aunque también hubo cabida para el relajamiento y la reflexión con temas como Ballade, del mismo Antonio.

Creativo en su permanente construcción de bases rítmicas, Toño Sánchez adoptaba una difícil y cuádruple función: acompañar, improvisar, mantener la cadencia y llenar los huecos armónicos del piano.

El contrabajista Scott Colley, desconocido para muchos de los presentes, desplegaba su carisma sobre el escenario. Sus solos entusiasmaban, tanto cuando mostraba su técnica en pasajes a toda velocidad como cuando, relajado, describía una variedad de imágenes intensas. Su fluido fraseo lírico-rítmico y su dominio de los armónicos proponen una toma de conciencia acerca del verdadero papel del bajo, completamente liberado de toda esclavitud en sus manos.

Por su lado, Zenón y Sánchez dieron muestras de entendimiento y colaboración para la causa grupal. Su comunicación se notó flexible y desprovista de prejuicios; unas veces privilegiando el diálogo, otras dejando entrever la idea de que se trataba de un monólogo a dos voces, donde cada una seguía su camino independientemente de la otra, para luego unirse en una especie de oración.

Juego de encuentros y desencuentros, lugar de confluencias sonoras, resplandores y sutilezas, son algunos de los ingredientes de las piezas desarrolladas por el Antonio Sánchez Quartet, y que forman parte de su álbum debut Migration, mismo que dio a conocer esa noche.

Migration, nos dice Antonio, “es la alegoría de un viaje al interior del yo. Una mixtura de retratos polifónicos que expresan los enigmas que encontramos en este viaje introspectivo”.

En este trabajo destaca la participación de Pat Matheny y Chick Corea, dos de los grandes amigos y maestros del baterista mexicano, con los que ha colaborado durante su estancia en Estados Unidos. El primero participa con el tema One for Antonio, el segundo con Arena, dos piezas exquisitas, sin duda.

Cabe señalar que en esta producción colaboran también los ya citados David Sánchez y Scott Colley, además del tenorista Chris Potter, quien viajó desde Cleveland para tocar exclusivamente el sábado en el Lunario.

 
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