Usted está aquí: jueves 7 de febrero de 2008 Opinión México SA

México SA

Carlos Fernández-Vega
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Trueque de Pidiregas por reforma energética

Aumenta el valor geoestratégico del petróleo

Aferrados al modelo privatizador

La nueva intentona del grupo en el poder para privatizar el petróleo mexicano se da en un contexto de aparente agotamiento internacional de reservas de hidrocarburos, lo que, de ser correcta esa tesis, automáticamente incrementa aún más el valor geoestratégico de México y su potencial energético.

Así, la simple perspectiva de una eventual escasez internacional de hidrocarburos obligaría el Estado mexicano, en el marco de la seguridad nacional, a proteger doblemente las reservas petroleras y su explotación. Actuar en sentido contrario sería por demás sospechoso, lo que parece no incomodar a los de la nueva andanada en contra de la primera empresa del país, porque el grupo en el poder se aferra al modelo privatizador y en lugar de reforzar el control sobre el oro negro pretende abrir las puertas de la industria petrolera en el peor momento, pues una vez “cedida” la joya de la corona el país quedaría a merced de los intereses de los capitales privados involucrados en la citada “desincorporación”, que, desde luego, no corresponden a los nacionales.

La justificación privatizadora, basada en la supuesta “escasez” de recursos por parte de Petróleos Mexicanos se desmorona con la simple revisión de los ingresos de la paraestatal (otra cosa es que Hacienda sea ave de rapiña, algo que nadie parece estar dispuesto a corregir), de tal suerte que más allá de la fiebre “desincorporadora” desatada 25 años atrás podrían suponerse elementos más contundentes e inmediatos que intenta aprovechar la camarilla integrada por el inquilino de Los Pinos, su equipo de “promotores” y los lobitos del Congreso.

Uno de ellos, que implica un abultado cuan creciente uso de recursos del erario, son los llamados Pidiregas, esa “solución definitiva” (como los definió Ernesto Zedillo, su padrino) a la prácticamente nula inversión pública en infraestructura energética, que involucran capital privado al cual tarde que temprano hay que pagar, más intereses, con dineros de la nación.

Al actual inquilino de Los Pinos le tocó la rifa del tigre en materia de Pidiregas, porque, justo a la mitad de su estandía en al residencia oficial, se registra el pico más alto de amortizaciones, más intereses, por este mecanismo de financiamiento, que si no se paga en tiempo y forma podría terminar en el “traspaso” de los bienes financiados a ese capital privado.

Por ello, vale la pena recordar el balance que sobre este explosivo panorama se ha presentado en otras entregas de México SA. Así, según el calendario de pagos de los Pidiregas, al presente sexenio (resultara quien resultara en las urnas) le toca la parte más peligrosa de la deuda contratada por los dos gobiernos anteriores (Zedillo, el “inventor” de la “solución definitiva”, y Fox, que con este mecanismo se sirvió con la cuchara grande), porque de 2007 a 2012 deberá cubrir alrededor de 825 mil millones de pesos (a precios de 2006) por amortización e intereses (por estos últimos 240 mil millones).

La cresta de este delicado asunto se registra entre 2007 y 2010 (cerca de 500 mil millones de pesos, a precios de 2005, lo que no quiere decir que en años posteriores la situación sea llevadera), con las erogaciones más voluminosas, y en este sentido el Banco de México subraya que el gobierno federal deberá erogar en 2008 un monto equivalente a 200 mil millones de pesos para cubrir la amortización de capital y pago de intereses de los Pidiregas contratados en los dos sexenios anteriores (sin considerar lo que en este renglón acumule la “continuidad”).

En la administración calderonista, el pago por amortización e intereses de los Pidiregas equivalen a dos terceras partes, aproximadamente, del costo del “rescate” bancario, con el agravante de que el plazo se limita a seis años, y no a 30 como el Fobaproa, aunque de cualquier suerte los recursos para ambos pasivos salen del mismo sitio, los bolsillos de los mexicanos.

El “invento” zedillista, los Pidiregas (aplicables para Pemex y la CFE), se echaron a caminar en 1996 y en los siguientes cuatro años ese gobierno erogó 12 mil 340 millones de pesos por amortización e intereses. En 1996, este mecanismo representó menos de 0.1 por ciento del PIB; en 2005 se acercó a 2 por ciento, un incremento de mil 900 por ciento en el periodo. Comparados con la inversión presupuestaria, avanzaron de 0.5 a 50.5 del valor total de la inversión impulsada por el sector público en le periodo citado.

A la administración Zedillo le fue bien comparada con la foxista, porque a ésta le significó erogaciones cercanas a 260 mil millones de pesos (71 mil de ellos en 2006), 2 mil por ciento más que en la anterior. De ese monto, 40 por ciento correspondió al pago de réditos. Entre 2001 y 2006 el pago de intereses por el concepto referido se incrementó alrededor de mil 400 por ciento (de 6 mil 937 millones de pesos en 2001 a 102 mil 421 millones en 2006).

El adeudo por Pidiregas ha crecido geométricamente y en la presente administración gubernamental se realizarán pagos cercanos a 825 mil millones de pesos, es decir, tres veces más que durante la administración foxista y casi 7 mil por ciento mayor al del zedillato. Originalmente, esta fórmula fue presentada por el gobierno zedillista como “la solución definitiva” a la prácticamente nula inversión en infraestructura A mediados del presente sexenio; a precios de 2005, los Pidiregas acumularon un billón 544 mil 378.5 millones de pesos (80 por ciento en Pemex y 20 por ciento en la CFE), más 511 mil 382.3 millones de pesos por intereses, lo que suma 2 billones 55 mil 760.7 millones, que deberán pagarse en un horizonte que concluye en 2044.

Las rebanadas del pastel

Entonces, ¿“reforma” energética o sencillo mecanismo de trueque? ¿Deuda Pidiregas por obra contratada?

 
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